Dos razones hacen de Pemex un punto de referencia obligado para evaluar en los próximos seis años si el cambio prometido por el nuevo gobierno será auténtico o cosmético. Las dos están ancladas en ejes neurálgicos del proyecto de AMLO: la recuperación de la soberanía energética del país y la cero tolerancia a la corrupción.

La primera tiene un fondo histórico que se remite al origen mismo de la hoy empresa productiva del Estado: la expropiación petrolera decretada por Lázaro Cárdenas en 1938; otro simbólico e ideológico, pues da estructura al nacionalismo en que se ha arropado la llamada Cuarta Transformación; y uno más de carácter técnico que, para todo fin práctico, obliga a la asociación con capitales privados para sacarla de su declinante situación (tanto financiera como productiva) y dar viabilidad a la producción y refinación de un recurso natural cada vez más escaso y difícil de extraer.

La segunda tiene que ver con una inocultable paradoja: la empresa pública que durante años ha sido pivote del desarrollo nacional se convirtió, con los años, en la más corrupta. De todos lados le sale ese pus: en los contratos, en las mordidas, en el tráfico de influencias, en el sindicato.

Octavio Romero Oropeza, quien desde el lunes despacha como mandamás en el piso 44 de la Torre de Pemex, ha sido criticado por ser un agrónomo sin experiencia en el tema petrolero. Pero más allá de su añeja cercanía y colaboración con López Obrador en el gobierno de la CDMX, se le reconoce capacidad para optimizar procesos, recursos y estructuras. Se ha llevado con él a la Dirección Corporativa de Administración a Marcos Manuel Herrerías, también del círculo cercanísimo del presidente.

La anunciada construcción de una nueva refinería en Tabasco y la proyectada reconfiguración de las seis existentes han convertido a la subsidiaria Pemex Transformación Industrial en pieza central del proyecto. Ésta, que absorbió a Pemex Refinación, quedó bajo la batuta de Miguel Breceda Lepeyre, un matemático por la Universidad de Maryland con estudios de posgrado en economía por el Colegio de México y la Universidad de Grenoble, Francia, que ha trabajado en las secretarías de Relaciones Exteriores y Energía, así como en Pemex. Se le vincula con Carlos Urzúa, el secretario de Hacienda.

Con el apoyo de Rocío Nahle, la secretaría de Energía (quien no parece dispuesta a someterse a la influencia de Romero Oropeza con AMLO y a la dureza de Manuel Baertlett en la CFE), llega a la dirección de Pemex Exploración y Producción (PEP), Miguel Ángel Lozada Aguilar, quien fungía como subdirector de Aseguramiento Tecnológico.

El problema de Lozada Aguilar es su vínculo con Juan José Suárez Coppel, quien fuera director de Pemex en el segundo tramo del gobierno panista de Felipe Calderón y que, entre otras decisiones, otorgó diez contratos a Global Drilling Fluids, empresa dirigida por su primo Alfredo Coppel Salcido.

No había pasado ni un año que salió de Pemex cuando Suárez Coppel entró como consejero independiente de Jacobs Engineering Group, empresa que obtuvo contratos para construir 18 plataformas en el yacimiento Ku-Maloob-Zaap por dos mil 500 millones de dólares. Es, además, socio de “Oro Negro”, que preside Luis Ramírez Corzo, también ex director de Pemex. pero durante el gobierno panista de Vicente Fox.

Por eso le digo.

Instantáneas: 1. ESPIONAJE. Algo turbio parece que hay detrás del “descubrimiento” de un supuesto centro de espionaje del gobierno de la CDMX. El asunto hace más mal que bien a Claudia Scheinbaum, toda vez que ese centro fue creado por Alberto Esteva en el gobierno de Marcelo Ebrard. ¿Será que se darán otro tiro en el pie?

2. HACES. Rindió protesta como senador Pedro Haces quien ocupará el escaño que dejó Germán Martínez para irse al IMSS. El capitalino dirige la Confederación Autónoma de Trabajadores de México (CATEM) y trae una fuerte agenda de cambio sindical que incomoda a la priista CTM. Alguna vez declaró, en relación con el “charrismo” sindical: “los charros, que se vayan a los lienzos”.

3. CUATES. Apenas fue ratificado como director del AICM, Miguel Peláez pidió la renuncia de varios funcionarios de la terminal aérea capitalina. Dicen que para colocar a sus “cuates” que, como él, vienen de la DGAC. Nada hay aun sobre el nombramiento de quien dirigirá ASA, pero durante los últimos días ha vuelto a sonar fuerte el nombre de Luis de la Peña, hombre muy cercano al nuevo subsecretario de Transporte de la SCT, Carlos Morán Moguel.

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