El deporte tiene poderes que pocos podemos comprender. Es aquel que puede generarnos todo tipo de emociones y sentimientos que no tenemos forma de explicarlos congruentemente. Es el mismo que nos hace sacar lo mejor o lo peor de nosotros mismos y, a la vez, ser una muestra de unidad y hermandad.

Los Juegos Olímpicos Invernales de PyeongChang nos han brindado una gran lección. El deporte ha unido lo que prácticamente era imposible que sucediera bajo otro contexto. La celebración olímpica trajo consigo que las dos Coreas tuvieran un acercamiento atípico y que formasen un solo equipo; sí, un equipo en el que parece que no existiese frontera o diferencia política alguna.

Un mensaje de paz, de hermandad, de esperanza, eso fue lo que Corea del Sur y Corea del Norte enviaron al mundo entero al unir a sus participantes bajo una sola bandera y desfilar juntas durante la ceremonia de inauguración de Pyeongchang 2018. El saludo de sus dirigentes, el mítico tema de John Lennon “Imagine” como fondo, como un guión de película que pocos se hubieran atrevido a escribir. Manos estrechadas, sonrisas distendidas bajo la mirada del vicepresidente estadounidense, Mike Pence, quien mejor optó por abandonar el evento para evitar el encuentro con los norcoreanos; no podía romper la magia del “momento”.

Los 150 deportistas de ambos países desfilaron. Los 22 representantes de Corea del Norte dieron la vuelta al estadio, detrás de una bandera unificadora, con el mapa de la península en azul sobre fondo blanco. Ni siquiera extrañaron la suya propia. El mensaje que enviaban de forma global era contundente: no hay nada que el deporte no pueda unir.

“Ustedes nos inspiran a todos nosotros a vivir juntos en paz y armonía, pese a todas nuestras diferencias”, dijo el alemán Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional. “Un gran ejemplo del poder unificador es el desfile juntos aquí, esta noche, de los dos equipos de los comités olímpicos nacionales de la República de Corea y de la República Democrática Popular de Corea. Les damos las gracias”, añadió el dirigente del máximo organismo del deporte mundial.

“Somos uno”. Así se leía una manta justo en medio de las gradas, mientras que el equipo de hockey, conformado por jugadoras de ambas Coreas enfrentaba a Suiza. Otra noche más para la historia, estridente y motivadora. Dos países siendo uno solo, poniendo el ejemplo de lo fácil que puede resultar unir esfuerzos. Un poco utópico, con toques de realidad, que no pensamos puedan encontrar en el deporte el escenario perfecto para reflexionar sobre lo que hemos dejado de hacer como humanidad, para buscar la unidad.

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