Cuando el 13 de abril de este año se confirmaba que Fininvest (la compañia de Silvio Berlusconi que controloba al Milan desde hacía 31 años) vendía la totalidad de las acciones del Rossoneri al consorcio chino liderado por Yonghong Li, un escalofrío corrió por las espaldas de todos los fanáticos en Milán y alrededor del mundo, más cuando los rivales del otro lado de la ciudad tienen como dueños a otro grupo chino, pero uno que tiene dinero para tirar para el techo (el Holding Suning controla al Inter).

A pesar de pagar 830 millones de euros a Berlusconi, los nuevos dueños chinos pusieron muy poca de su propia plata: la mayoría del dinero vino de un préstamo a una tasa anual a 10% de parte de un hedge fund basado en Estados Unidos. Como contexto es lo mismo que hizo la familia Glazer (dueños de los Buccaneers de Tampa Bay de la NFL) cuando compraron al Manchester United, pero hay una gran diferencia entre lo que genera económicamente un equipo de la Premier y lo que genera uno de la Serie A.

Pero todo el temor que causó esta estructura de financiación se disipó (o quizás se olvidó) cuando los nuevos dueños se gastaron casi 250 millones de euros en fichajes: 11 nuevos jugadores han llegado al Milan este verano. Sin lugar a dudas, quien causó más impresión fue el arribo de Leonardo Bonucci (el mejor central del mundo), quien se fue muy enojado con Massimiliano Allegri y decidió dejar a la Juventus.

Bonucci, casi sin quererlo, le ha dado un espaldarazo de seriedad a este nuevo proyecto del Milan.

Italia tendrá cuatro lugares asegurados para la Champions League a partir de la próxima temporada. La presión está ahí para Vincenzo Montella y sus dirigidos. No cabe duda que la única manera de pagar esta inversión es jugar en la máxima competición europea.


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