Se ha votado una elección en México que manda un mensaje al presidente: que las cosas se lleven a cabo de manera diferente. Tanto la forma como el fondo tienen que ser diferentes a como se desarrollaron en anteriores regímenes. La manera de gobernar debe ser diferente. Ampliando la información, podemos decir que lo que gusta del presidente en buena parte de la población es que 1) no salga hasta el momento y en el futuro con frecuencia al extranjero, 2) sea parsimonioso para hablar y para caminar, 3) y tenga ese temple para tomar asuntos delicados de frente y con decisión tenaz. No ha de gustar su conferencia mañanera, porque los refranes de “a quien madruga Dios le ayuda” pecan de reminiscencias del pasado cuyo propósito era hacer trabajar a un pueblo a costa de la explotación de su clase dirigente.

El cambio debe ser la fuente de inspiración de muchos mexicanos que le apostaron a la modernidad de México, a su expectativa de desarrollo y a su perspectiva económica. El sentido utilitario que la política monetaria del pasado le quiso imponer a una población marginal, ahora se ennoblece con un presidente salido de una votación en donde se participó conspirando en contra de los organismos electorales. Para colmo de buenas, el gabinete del actual presidente fue conocido con anticipación y la elección se centró en alguna proporción, en los equipos que acompañaban a los candidatos y competían dejados a la suerte de afianzarse mientras duraba la campaña.

De ese gabinete legal, salió a relucir la figura de la ex ministra Olga Sánchez Cordero, ahora Secretaria de Gobernación. Proveniente de una familia del notariado de la Ciudad de México, su extracción social es privilegiada. Arriba a este puesto mediante una decisión personal que todavía no se alcanza a comprender si fue producto de una intuición aventajada o de una gerontocracia que aunque no se haga acreedora de privilegios, piensa, siente y vive sin olvidar su origen de encumbramiento cuando el precipicio de los pobres se hundía según el palacio edificado arriba a costa de la existencia maltrecha de los de abajo.

Ahora que circula la noticia de que su remuneración como Secretaria de Gobernación, sueldo previsto en el orden de los $107 mil pesos, se donará a una casa hogar de Querétaro, muchos abrazan con esa cotidianidad que raya en la apariencia legal, haber considerado la mejor decisión en plena coyuntura de desacato judicial a la ley de Remuneraciones; en contraste con lo que ocurre en el mismo tenor con el pleno de ministros. El hecho de amplificar que los ministros impugnen una ley que les restrinja sus percepciones, y ofrecer un ejemplo de templanza y lucidez encarnados en una anterior miembro de ese colegiado judicial máximo de nuestro país, hace suponer que México sigue viviendo de argucias legales del pasado, en donde se sirven con la misma cuchara filantrópica, quienes han tenido por generaciones una vida desahogada, haciéndonos creer que si ella lo realiza, se encuentra en cualquiera de nosotros secundarla.

Por Ley, la institución filantrópica por excelencia es el Monte de Piedad, y muchas sedes altruistas no necesariamente hablan de mejor distribución de la riqueza, pues una deficiente planeación del gasto comienza por dejar a los servidores públicos que declinen un sueldo que en derecho les corresponde, con tal de prevaricar con el sentimiento de los gobernados. Muchos de los electores esperaron que manipular el sentimiento nacional quedara en el pasado. Ahí se encuentra el caso del ex presidente Calderón cuya pensión la dona a una casa de beneficencia y que nos restriega en la cara su poder de hacer con ese dinero lo que le venga en gana, dinero que pudiera caer bien al erario público por el carácter central que tiene una planeación del gasto con las prioridades para las cuales delegamos los gobernados la legitimidad a un régimen.

El marco legal debe modernizarse y usar nuevas reglas para nuevos tiempos de actuación en los espacios públicos. Si bien algunos ciudadanos que votaron o no por el recién estrenado presidente ven con buenos ojos el aporte altruista de la ahora Secretaria de Gobernación, ese gesto de aprobación también puede significar que parte del pasado se quedó en la mentalidad de esos electores, ahora gobernados. Esos mismos electores no opinan lo mismo de la negativa del presidente a renunciar a su sueldo, pues como ya lo dejó asentado en comunicaciones recientes, “de eso vive”. Si vamos a ser un pueblo diferente, las donaciones podrían ser pauta discrecional de otorgar ese beneficio y sólo declararlo en el constitutivo patrimonial que legalmente exige el sistema político mexicano.

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