Los clavados de altura son una modalidad relativamente nueva en las disciplinas acuáticas. Se caracteriza por un alto grado de espectacularidad y el gran riesgo que representa para los valientes hombres y mujeres que saltan hacia el vacío desde los 27 y 20 metros, respectivamente.

Este es un deporte que, por sus características y los altos niveles de audiencia, ha captado la atención al grado de que cuenta con muchas posibilidades de ser olímpico muy pronto, sobre todo porque ya es parte del programa de los Campeonatos Mundiales de la Federación Internacional de Natación (FINA).

La representación mexicana ha destacado, gracias al excelente nivel técnico de clavadistas como Adriana Jiménez y Jonathan Paredes, quienes se han consolidado entre los mejores exponentes en el mundo.

El domingo, parecía que el sueño se hacía realidad. Miles de mexicanos estaban listos para ver en vivo, en una de las calles más emblemáticas de la Ciudad de México, este imponente espectáculo. Sin embargo, como ya es costumbre, y me duele decirlo, todo quedó en una gran decepción.

Hacer un evento de esta naturaleza conlleva un altísimo grado de responsabilidad. Primero que nada, por la seguridad y la vida de los clavadistas, quienes literalmente se juegan el físico en cada clavado. En segundo término, la imagen de México ante el mundo.

Cabe señalar que nuestro país goza de un prestigio como pocos, entre los más de 200 afiliados a la FINA, en lo que a organización de eventos internacionales se refiere. Prestigio que le valió la elección como sede de los Campeonatos del Mundo de la FINA, que se llevarían a cabo en Guadalajara, en 2017, y que fueron cancelados por razones poco claras.

En los últimos años, México ha sido sede de múltiples eventos internacionales de las disciplinas acuáticas. Incluyendo, precisamente, la segunda edición de la Copa del Mundo de Clavados de Altura, Cozumel 2015, que fue un éxito total.

Sin embargo, en esta ocasión, el evento que se había anunciado para llevarse a cabo en Paseo de la Reforma no formaba parte del programa de actividades de la Federación Mexicana de Natación, y tampoco contaba con su aval. Hay que decir que las federaciones nacionales son la máxima autoridad (de sus respectivos deportes) en cada uno de los países; de ahí la importancia de que tengan conocimiento de las competencias que se realizan.

Dicho lo anterior, no me queda más que esperar que las personas e instancias involucradas en este tipo de acontecimientos deportivos entiendan y se concienticen de la gran importancia que representa para nuestro país hacer las cosas bien, con planeación, con calidad, pero sobre todo con responsabilidad y un amplio entendimiento del impacto positivo, o en su caso negativo, que puede tener un evento de este tipo.

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