Recuerdo entrar a la librería Borders del centro de San Diego con enorme entusiasmo por la combinación libros, discos, objetos y café; por lo amable del lugar, porque te podías poner a ojear libros y hasta avanzar en la lectura en los cojinetes y sillones dispuestos para ello. Supimos que cerró en 2011, por bancarrota cuando había llegado a 511 supertiendas en Estados Unidos, la clientela la aprovechó Barnes and Noble, la otra gran cadena librera en Estados Unidos con un concepto similar. Pero había lugar para dos, sin duda. Como cuando cerró la mítica Tower Records, que fue la meca musical de algunos en nuestros primeros viajes a Estados Unidos, y nos sorprendió, el fin de una librería siempre es asunto para condolerse. Los que no entendemos de finanzas y globalizaciones mercantiles sólo podemos evocar la relación personal con los espacios proveedores de los objetos que acompañaron nuestra intimidad y crecimiento.

Borders comenzó como una librería proveedora de libros de texto en Ann Arbor, Michigan en 1971, fundada por los hermanos Borders, que eran estudiantes de la Universidad de Michigan. Curioso que un apellido pueda quedar tan bien en su semejanza con lo que es el encuentro con el libro; el acto de leer. Los dos bordes que se tocan, el del escritor y el del lector, las fronteras que se borran en la república de las letras, en la universalidad del texto. Borders porque no hay bordes. Lo pensé un nombre estudiado no un apellido casual, también me llamó la atención encontrarme con librerías Borders de reciente apertura en la Ciudad de México, cuatro hasta el momento, que además contaron con la presencia de los Kevin J. Anderson y Orson Card, los autores de Star Wars y El juego de Ender cuando recibieron el Premio Internacional de Literatura Escritores del Mañana, con otros escritores mexicanos. Por eso platiqué con Zozer Santana, quien picando piedra, buscando por aquí y por allá, encontró que las librerías Borders seguían vivas en los Emiratos Árabes, en Omán y Malasia, aunque sus dueños no son los originales. Por ello, y después de la aprobación de la empresa, Zozer adquirió la representación para América Latina con la que ahora promueve un encuentro con los libros, no sólo en librerías cafeterías sino en sellos editoriales. Él mismo, egresado de filosofía, es autor de un libro del género fantasy, El séptimo protector, publicado con Rodrigo Porrúa, su socio original, que tuvo un gran éxito de ventas por ese peregrinaje escolar que acerca el libro a sus posibles lectores. Un guerrero, él mismo, cree en brindar la oportunidad a quien quiere publicar. Ese modelo ya lo hemos visto, por lo que le pregunté desconfiada ante sus propuestas en separadores de libros que dicen: Eres escritor y ¿quieres publicar? si se trataba de ediciones de autor donde la empresa sólo funge como imprenta sin verdaderos servicios editoriales, filtro y promoción. No somos Vanitiy Press, me dijo y me gustó enterarme del término que se usa para quien quiere escribir sus memorias para la familia, el libro pendiente porque ha sembrado un árbol y tenido un hijo y tiene ese sueño, por status o gusto, pero no pretende ser reconocido como escritor. Zozer, quien estuvo a cargo de una sección radiofónica De escritor a escritor, me explicó que hay una convocatoria y un consejo editorial que ve las cualidades del material, que hay cursos, que pide que el escritor invierta en la impresión del libro, pero que ofrece los servicios editoriales de calidad, la distribución, las giras en donde el autor debe participar y que las primeras ganancias son para amortizar el gasto del autor, lo demás es una sociedad entre autor y Borders. No hay resultados sin riesgo y la aventura resulta novedosa y emocionante, cuando la comunica Santana, que puede presumir de reimpresiones, nuevas ideas y derroteros. Zozer Santana se define como un escritor que quiere ayudar a otros escritores a publicar: Se trata de formar lectores a través de nuevos escritores. Es cierto, yo lo sé, muchos autores de primeros libros batallan enormemente por encontrar el interés de las casas editoriales grandes y de las pequeñas. No hay lugar para todo texto de calidad, es cierto, por lo que Borders puede ser una opción autor-editor-lectores diferente. Quizás, ahora que la producción del libro, su costo, la formación de lectores, la necesidad de una cultura de bibliotecas, están en el aire, hay que abrirse a ideas imaginativas, a aventuras distintas para que libro y lector se encuentren en ese borde que puede ser una experiencia significativa y formadora de una sociedad lectora. El tiempo lo dirá.

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