Paco Jémez justificó su seña obscena estableciendo que una persona en la tribuna insultó a sus hijas.

Nada más bajo que utilizar a los hijos para dañar a los padres, cierto, pero cierto también es que como líder del grupo, estás obligado a duplicar la cuota de prudencia y la que tiene que ver con la inteligencia emocional.

Me queda claro que todos podemos reaccionar ante una provocación, pero nunca escuché una disculpa por parte del entrnador, no hacia el destinatario de dicha seña, sino como representante de una institución y como figura pública, pero más decepcionante resulta no haber visto, escuchado, leído o al menos sabido, de una postura del club ante los hechos del sábado.

Cruz Azul, como una de las empresas más grandes del país, y como uno de los equipos más influyentes del futbol mexicano, tenía la obligación de manifestarse al respecto, pero simplemente se quedó callado, sólo fue testigo.

Lo mínimo indispensable era comunicar que como institución seria y con valores, reprueba cualquier manifestación de violencia de quien venga, y conste que no hablo de sancionar al entrenador y hacerlo del conocimiento público, porque como bien dicen, la ropa sucia se lava en casa, pero tal es la cantidad de ropa sucia que hay en dicha casa, que una mancha más no parece incomodarles.

Era simple y obligatorio a la vez, pero como institución volvió a fallar, y eso dice bastante de lo que hoy es el equipo. ¡Qué pena!

Ya de salida, Jémez solicitó la ayuda de los medios para localizar a la persona que lo insultó, aunque lo conducente sería que él mismo acudiera a las autoridades a hacer la denuncia correspondiente ¿no?

La otra, establece que su intención ha sido siempre defender al club, pero la mejor manera de hacerlo es con resultados, así que en eso, la tarea sigue pendiente.

futbol@eluniversal.com.mx

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