La toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México tiene muchos significados; uno de ellos, muy relevante, es el fin de la llamada tecnocracia neoliberal. El nuevo régimen trae consigo un ajuste al modelo económico y el relevo de quienes diseñan la política económica. Sepultadas quedarán las generaciones de tecnócratas que por más de 30 años controlaron el país. De Pedro Aspe a José Antonio Meade y José Antonio González Anaya, pasando por Luis Videgaray, les llegó la hora a los economistas a quienes AMLO considera que han sido “malos técnicos”.

Pedro Aspe es uno de los mentores de las generaciones de tecnócratas que desde el salinismo hasta el peñismo estuvieron en cargos relevantes del gobierno, principalmente en la Secretaría de Hacienda, en Economía, en la banca de desarrollo e incluso en instituciones autónomas como el Banco de México y los organismos reguladores, como la Comisión Nacional Bancaria y de Valores.

El secretario de Hacienda con Carlos Salinas de Gortari es un tecnócrata en toda la extensión de la palabra: estudió en el ITAM y en el MIT, cree en el libre mercado, en la desregulación y en la eficiencia fiscal; incluso actúa con cierta arrogancia. Una vez lo escuché decir que pese a las múltiples invitaciones para participar en foros públicos, la mayoría de las veces no asiste porque le representa un costo de oportunidad importante. O sea que las horas destinadas a esos eventos eran mejor aprovechadas cerrando tratos con su fondo de inversión o convenciendo a algún gobierno local de reestructurar su deuda a cambio de una jugosa compensación.

En la columna del lunes hablamos sobre Dani Rodrik, el economista turco cuyos postulados serán utilizados por Andrés Manuel López Obrador y su equipo económico-financiero. El catedrático de la Universidad de Harvard considera que la democracia y la autodeterminación nacional deben ‘triunfar’ sobre la hiperglobalización, es decir sobre lo que dicten los mercados financieros y los organismos internacionales.

Rodrik es un crítico de la tecnocracia neoliberal. La describe como “la fantasía del libre mercado”. “Los tecnócratas hacen oídos sordos a los objetivos sociales con tal de perseguir la globalización”, critica.

Para Rodrik, entre los tecnócratas impera una ideología que daña la democracia y la autodeterminación del Estado. “Los tecnócratas de países emergentes desean alcanzar el nivel de vida de las naciones avanzadas y para ello aseguran que no existe ningún instrumento más potente que reducir los aranceles de importación y relajar otras restricciones al comercio. Es la peor solución. Esto no garantiza ni legitimidad ni beneficios económicos. Los acuerdos internacionales pueden hacer una contribución importante, pero su función es reforzar la integridad del proceso democrático interno en lugar de reemplazarlo”, plantea.

Hace poco, Luis Videgaray, actual canciller y secretario de Hacienda durante casi cuatro años del gobierno de Enrique Peña Nieto, se jactó de que México es el país que tiene más acuerdos comerciales con el mundo, evocando los principios de la tecnocracia.

Para Rodrik, los economistas tecnócratas se perciben como fundamentalistas del mercado, los cuales se preocupan poco por las comunidades, los valores sociales o los objetivos públicos que no sean la eficiencia y el crecimiento económico. “Promueven el consumo material, la codicia y el egoísmo por encima de otras normas éticas y comportamientos de cooperación social”, expone.

“La imagen de un economista que la mayoría de la gente lleva en su cabeza es la de Milton Friedman, que predica sin cesar las virtudes de los mercados libres y los peligros de la intervención gubernamental: en vivienda, educación, salud, empleo, comercio y otras áreas. Esta no es una imagen precisa en absoluto. Los economistas utilizan una variedad de marcos para analizar el mundo, algunos de los cuales favorecen los mercados libres y otros no. Gran parte de la investigación económica está, de hecho, dedicada a comprender los tipos de intervención gubernamental que pueden mejorar el desempeño económico”, apunta Rodrik.

El gurú económico del próximo gobierno describe a los tecnócratas como personas ‘excluyentes’. “Ellos deciden quién está dentro y quién está fuera de su grupo. Se sienten poseedores de conocimiento especializado y tienden a volverse arrogantes”.

Luis Videgaray encaja en la descripción de Rodrik. Personas de su primer círculo de colaboradores lo describen como una persona arrogante. “En los primeros meses del gobierno de Peña Nieto se sentía más que un ‘vicepresidente’: se sentía el presidente”, comenta una fuente.

La soberbia del entonces secretario de Hacienda ocasionó no sólo divisiones al interior de su equipo y del gabinete presidencial, sino que lo llevó a cometer errores que le están costando caro al país, como elevar la deuda pública a más de 50% del PIB.

Sus sucesores en el cargo han tenido que cargar con esa responsabilidad. José Antonio Meade y su mejor amigo, José Antonio González Anaya, no comulgan con varias de las ideas de Videgaray, pero siguen los principios de la tecnocracia.

El actual titular de Hacienda, economista e ingeniero por el Instituto Tecnológico de Massachusetts, y maestro y doctor en Economía por la Universidad de Harvard, me reveló un día que cuando regresó de estudiar en el extranjero no entendía muchas cosas que pasaban en México. Incluso, no entendía los periódicos. Pese a ser uno de los funcionarios más preparados del gabinete, está desconectado de la realidad: vive entre hojas de cálculo y reportes de calificadoras y bancos de inversión.

Jesús Silva-Herzog Márquez describió en un artículo en enero pasado a los tecnócratas de México. “La autoridad de los técnicos se fundamenta en una supuesta superioridad racional. Siguen las órdenes de la ciencia sin imprimir en sus decisiones el sello de la voluntad. Se presentan ante nosotros como siervos de una técnica. No lo quiero yo, lo ordena la ciencia. Los expertos que saben reclaman para sí el poder de decisión porque entienden todo lo que nosotros ignoramos. Con diplomas visten su autoridad. Se disfrazan con palabras esmeradamente incomprensibles. Su fantasía es vivir en una cápsula que los mantenga a salvo de las malignas presiones políticas. De ahí la hostilidad que todo tecnócrata siente por la democracia”.

El destierro de los tecnócratas se comenzó a dar incluso antes del inicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador con la cancelación del aeropuerto, las consultas públicas y las advertencias a los bancos, mineras y a los mercados internacionales.

La gran pregunta es si el nuevo modelo económico que propone AMLO servirá para generar un mayor crecimiento, disminuir la pobreza y mejorar la distribución de la riqueza, o si terminará sumiendo al país en una crisis.

Twitter: @MarioMal
Correo: mario.maldonado.padilla@gmail.com

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