Germán Martínez Cázares se autodefine como un rebelde; un político que va contra el estatuto quo. Así es como justifica sus cambiantes estados de ánimo y su inestabilidad en los cargos públicos. Con Felipe Calderón, duró nueve meses como secretario de la Función Pública para luego irse a dirigir el PAN, donde estuvo un año y ocho meses.

Su camaleónica reaparición como senador de Morena, donde se mantuvo dos meses antes de pedir licencia, levantó más de una ceja: ¿cómo era posible que un político de ultraderecha, por momentos muy cercano al ex presidente Felipe Calderón, se vistiera con la túnica de la cuarta transformación?

Así de sorpresiva fue su designación al frente del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), al que renunció hoy, después de seis meses, con una carta que evidenció la descomposición que hay al interior del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Martínez Cázares es un abogado hábil con las relaciones públicas y políticas, pero poco eficiente y sin experiencia en la administración pública. Sus cercanos lo describen como un hombre impulsivo y revanchista: “quien se la hace, se la paga”, lo cual se refleja en la carta de renuncia que envió al al Consejo Técnico del IMSS.

Le bastaron cuatro párrafos de introducción para lanzar la primera bala que debe de tener al secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, trinando en su oficina de Palacio Nacional. “Quiero decirlo lo más claro que puedo y debo: algunos funcionarios de la Secretaría Hacienda tienen una injerencia perniciosa en el IMSS y ponen en riesgo la vocación igualitaria, de justicia y, concretamente, de prestación de servicios de salud que tiene el Seguro Social”.

Y luego, un dardo envenenado para Andrés Manuel López Obrador: “El Presidente del Gobierno de México proclamó el fin del neoliberalismo, pero en el IMSS algunas injerencias de Hacienda son de esencia neoliberal: ahorro y más ahorro, recortes de personal y más recortes de personal, y un rediseño institucional donde importa más el ‘cargo’ que el ‘encargo’”.

La incontinencia verbal de Martínez Cázares se parece mucho a la del Presidente, tal vez por eso chocan. Pero más allá del fondo de su renuncia: por los recortes absurdos que hacen inviable la operación del Instituto y el desabasto de medicamentos que tiene a miles de personas sufriendo, lo que realmente evidencia la carta del ex titular del IMSS es que la política de austeridad republicana tiene al borde de la crisis a las dependencias federales.

No sólo Germán Martínez se ha quejado de la falta de personal –en general–, pero sobre todo de personal capacitado para realizar las operaciones básicas de las secretarías e instituciones federales. No es el único que se queja del cuello de botella que se ha generado por concentrar todas las compras del gobierno en la Oficialía Mayor de Hacienda que lleva a cuestas Raquel Buenrostro.

¿A qué costo está pagando la sociedad la austeridad republicana –o franciscana– del nuevo gobierno? ¿Nadie le advirtió al Presidente de lo contraproducente que podría ser esta medida? ¿El secretario de Hacienda tiene la suficiente influencia en el titular del Ejecutivo para decirle que no a sus propuestas?

Como lo expuso Martínez Cázares en una párrafo lacerante para la cuarta transformación: “Ahorrar y controlar en exceso el gasto en salud es inhumano. Ese control llega a escatimar los recursos para los mexicanos más pobres”.

Y siguió, con dedicatoria al secretario de Hacienda: “No soy lambiscón, ni barbero de nadie (...) tampoco yo seré florero en el IMSS de decisiones tomadas fuera del IMSS”.

@MarioMal

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