Podría sonar a una flaca defensa, a un pretexto pueril... de hecho, suena justamente a algo así, aunque es, jurídicamente, verdadero: las irregularidades en la obra del Paso Exprés no son, hasta el momento, actos de corrupción.

Inflaron los precios por más de 116 millones de pesos, sí, pero aún pueden justificarlo en una serie de maniobras burocráticas que terminarán, lo más probable, en un limbo de papeles que sirven como un escudo para que nadie pise la cárcel y todo sea culpa de errorcillos administrativos, pecata minuta, unos pesos más unos pesos menos.

Contrataron por cerca de 50 millones de pesos a una empresa que supervisó la construcción de la obra, sí, pero aún pueden justificar que el desastre fue por causas naturales, una calamidad divina, o que el contrato no incluía, quizá, la supervisión más allá de un esquema que evidentemente salía de las manos de que en unos meses se formara un socavón.

Y dirán misa y pasarán los días y, casi seguro, todo quedará en errores administrativos que pasan con estas obras, es mucho dinero y es muy difícil fiscalizar todo, habrá una tromba de pretextos, así como hubo una lluvia que, al final, será la culpable de todas las desgracias. Insisto, calamidad divina.

Así funcionan las cosas en México, hoy sabemos del Paso Exprés y sus más de mil millones de “irregularidades” (que no es corrupción probada aún) porque hay dos muertos, pero desconocemos de muchísimas obras más, de hospitales, de edificios administrativos, de parques o carreteras, no sabemos tanto de miles de compras y de erogaciones actuales que se pierden en un mar de números.

Lo sabemos tarde, porque así funcionan las cosas en México, porque las auditorías llegan un año después con cientos de observaciones que superan las decenas de miles de millones y que luego se subsanan, se corrigen… ¡ay!, disculpe usted, se me barrieron doscientos millones por aquí y no me acuerdo dónde dejé los cuatrocientos millones de por allá.

Así funcionan las cosas en México.

DE COLOFÓN.— Van a pelear la reversa del gasolinazo, la reducción del IEPS, y tal vez pierdan el debate y los votos en la Cámara, pero es muy probable que ganen el aplauso del respetable y terminen cobrando factura política.

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