Debería causar mayor indignación, pero es algo tan normal, tan casual, tan de siempre en la política mexicana, que las notas pasan, incluso, un tanto desapercibidas.

 

En síntesis: existe una investigación que apunta a que durante al menos cuatro años, un dirigente del Partido del Trabajo en Aguascalientes, recibió recursos, aproximadamente cien millones de pesos, que tenían como destino final apoyar a los Centros de Desarrollo Infantil en el estado, parte del dinero terminó en la cuenta de la esposa del dirigente nacional y, lo más sospechoso, la lana provenía del gobierno de Nuevo León con partidas etiquetadas en presupuestos federales.

 

El Partido del Trabajo ha sido algo así como una rémora de la política mexicana, un partido de corrientes y cargadas que igual le sirve a la izquierda que al centro, incluso, había perdido el registro al no contar con votos suficientes pero, cosa curiosa, en la elección extraordinaria, justamente, en Aguascalientes lo pudo recuperar, el vox populi local apunta a que fue el PRI el que le ayudó, pero, como dice la canción: son rumores.

 

Cuando su dirigente por más de dos décadas, Alberto Anaya, acusa de un complot la investigación en contra de su esposa y de su dirigente estatal, debe saber que nadie, con dos dedos de frente, puede tomarlo en serio, en los últimos 23 años el partido nos ha costado, a usted y a mí, más de 5 mil millones de pesos de nuestros impuestos que han servido para… ¿la historia mexicana cambiaría mucho sin el Partido del Trabajo?

 

Es la historia que se repite una y otra vez en la clase política mexicana, un partido negocio, que no aporta, que no ayuda, que no es responsable de sus acciones, que usa la doble cara, la doble cachucha, la doble moral para todo, que mama dinero sin cesar en el país de los más de cincuenta millones de pobres, que se enrolla en la bandera de la marginación mientras sus dirigentes viajan a Norcorea como invitados de honor y viven cual reyes en un país donde mucha gente no puede ganar siquiera lo suficiente para comer.

 

Y ahí seguirá, porque a punta de robos y desfalcos, cien millones se antojan, una bicoca en comparación a lo despojado por todos los partidos de todos los colores con sus gobiernos corruptos y se unirá a quien le convenga más en el 2018 y seguirá succionando recursos hasta que, de plano, su transa sea de tal tamaño que pierda la posibilidad de la boleta y no habrá problema, porque mañana se llamarán de otra forma.

 

Por eso se han ganado a pulso la desconfianza, no es un asunto exclusivo del PT, sino de toda la clase política, la que chifla en la loma cuando sienten el agua en el cuello, la que vive en la clase de élite y se olvida de las realidades porque, simplemente, no las conocen.

 

¿Hace cuánto que no llegan a fin de mes los dirigentes de cualquier partido?, ¿que se privaron de una comida?, ¿que no les alcanzó para los útiles completos de sus hijos?, ¿que sintieron muy caro el recibo de luz?

 

La empatía de la clase política, en este país, no es más que una utopía.

 

DE COLOFÓN.— En el PRI había algunos senadores que votarían a favor de la restitución de Santiago Nieto, no eran muchos pero sí de gran influencia, los suficientes para ganar. El tema recuerda a Pedro y el lobo. 

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