Hace unos días apareció a cuadro televisivo de un noticiero la directora de cine Mitzi Vanessa Arreola que, junto con Amir Galván Cervera, dirigió la película La cuarta compañía, un thriller dramático de corte policiaco y ambiente carcelario de crimen organizado que, nada más se robó 10 arieles.

Por sí solo, esto bastaría para que se hubiera convertido en uno de los estrenos más esperados de 2016 pero, como bien dice Guillermo del Toro: hacer cine en México, además de un suplicio, es un acto de fe. Total que parece que ahora sí, el mes entrante se estrenará esta cinta que también tienen que ver con el rudo deporte de las tacleadas, ya que se trata de jugadores de alto rendimiento: el equipo de Los Perros de Santa Martha Acatitla, cuyos jugadores tienen una doble posición y también, desde luego, una doble cobertura ya que, en el penal además de purgar su condena de día, tienen que sacar jugadas sorpresa en la noche en que salen a robar para para sus comandantes y así estar en el draft.

Con lujo de detalles se muestra el conjunto de esos vicios privados y virtudes no públicas de esos internos buenos para desvalijar carros, asaltos de precisión (y también de ocasión) que le dieron en sus cuatro cuartos de juego y tiempo extra dinero a manos llenas al gobierno de López Portillo, a El Negro Durazo y a todo su staff de coucheo, expertos en jugadas de corrupción, abuso del poder de las que ahora son moneda corriente en boca de cualquier candidato a la presidencia de la República en las elecciones del terror que se avecinan.

Es 1979 y Jolopo, que juró defender el peso como un perro, ve que la cosa esta peliaguda
y mejor, junto con su amigo y compadre, Arturo El Negro Durazo, se dedican al robo en despoblado, asaltos bancarios (con Alfredo Ríos Galeana, otro de sus socios), tráfico de drogas y lo que puedan atracar que les reporte billete. La cárcel como botín de guerra también entra en el negocio. Ahí Zambrano (Adrián Ladrón), quiere ser estrella de los Perros y, para escalar posición y poder, que mejor que el equipo de futbol americano erigido desde el propio autogobierno de los pillos y bribones pobladores del lugar.

Ahí el “couch” Chaparro (Manuel Ojeda) explica la importancia —como Bill Belichick— de que cada quien tiene que hacer su trabajo dentro y fuera del emparrillado. Cada jugada dentro y fuera de la ley es estudiada en el pizarrón, cronometrada y llevada a cabo bajo las reglas que aplican tanto en robos, como en la realidad de la cancha que ni paso real, ni sintético
les ofrece para amortiguar los madrazos.

Amir Galván y Mitzi Vanessa Arreola cuentan el calvario que fue la filmación para no sólo poner primero y 10 en cada una de las secuencias sino llevar el ovoide sin fumblear a las mismísimas diagonales de la corrupción y, al mismo tiempo, del triunfo en una cinta que combina una mística ganadora que ya quisieran los perdedores Cleveland Browns. Su reparto es creíble y de primera, por lo que le debe ir bien en las pantallas grandes, ya que es uno de los
títulos que ni con la carga de los linebackers, ni con jugadas de engaño tenían los piratas.

¿Qué pasaba en ese México de la fuga de Kaplan en helicóptero del penal de Santa Martha? En parte esta película trata de eso y de la consolidación rateril de mi Negro Durazo, con la venia del caco que habitó la Colina del Perro, pendejeado por su vieja.

pepenavar60@gmail.com

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