México: alerta máxima. Las confesiones y los enjuiciamientos de los tres primeros hombres clave de la campaña de Trump, a menos de un año de su elección (8 de noviembre de 2016), han generado sensaciones comparables a las renuncias —y el posterior enjuiciamiento— de varios hombres clave de Nixon en abril de 1973, un año después de su reelección (1972) y acaso con la vista puesta en la negociación de su renuncia (1974) para evitar su desafuero, deposición y eventual procesamiento. Pero el abogado tramposo que cuatro décadas atrás protagonizó el trauma estadounidense de aquella década, el que aplastó a la mala, uno a uno, a sus opositores hasta llegar a la inauguración apoteósica de su segundo periodo, terminó asumiendo su ignominioso destino, al fin político profesional acostumbrado a ganar y a perder.

En cambio, resulta imprevisible la reacción del empresario chapucero a la cabeza hoy de la superpotencia, entrenado para imponer sus intereses y eludir riesgos legales de su proceder con recursos mediáticos que ya han producido efectos fuera de control para la estabilidad mundial, con consecuencias nocivas en las naciones afectadas. De allí la alerta máxima ante el actual arrinconamiento de Trump. Sus siguientes tuis para distraer a la opinión pública y tratar de romper el cerco del fiscal especial Robert S. Mueller, podrían amagar otra vez con la orden ejecutiva para aniquilar el TLC o anunciar preparativos para alguna irresponsable acción militar en el Pacífico
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El poder de la información. Por lo demás, estamos ante un interesante fenómeno multimedia en que las noticias de diarios y noticieros, sitios electrónicos y conversaciones en las redes sobre la caída de los tres primeros hombres de Trump, aparecen como una prolongación de la película que está ahora en cartelera en el planeta: Mark Felt: The Man Who Brought Down the White House (Mark Felt:. El hombre que derrumbó la Casa Blanca). Titulada en México como El informante, la peli parecería a simple vista una secuela de otra de hace más de 40 años: Todos los hombres del presidente (All the President's Men), sobre el escándalo de Wategate que acabó con la presidencia de Nixon.

Pero la cinta de 2017 rectifica en parte la de 1976. Mientras ésta se basó en el libro de los reporteros del Washington Post, Bob Woodward y Carl Berstein (Robert Redford y Dustin Hofman), y exaltaba el poder de la investigación y la valentía del medio, la película de este año se basa en la biografía de su informante, Mark Felt (Liam Neeson), el celoso directivo del FBI al que le prohiben proseguir la investigación del espionaje ordenado por la Casa Blanca al Partido Demócrata y le bloquean el ascenso a la dirección a la muerte de Edgar J. Hoover.

¿Centralidad de los medios? En la versión actual, este enigmático, indefinible, marginal ‘Garganta profunda’ del libro de los reporteros, es sustituido ahora por un personaje complejo: un sagaz investigador oculto en un hombre apesadumbrado que, tras desentrañar las responsabilidades presidenciales en Watergate, traza y opera la más eficaz estrategia de filtraciones a un par de medios para acorralar a Nixon, mientras se mofa de los palos de ciego de los reporteros. La centralidad atribuida a los medios como disparadores de este naufragio de la Casa Blanca, como en otros momentos políticos críticos en el mundo, resulta al menos matizada por la frecuencia con que el disparo original de las crisis institucionales proviene de la descomposición de las propias instituciones.

Y aquí se ligan otra vez las historias de Nixon y Trump, que comparten un humor colectivo que acelera la desaprobación presidencial, una nación confundida y encolerizada, polarizada como en los tiempos de la guerra de Vietnam, y un gobierno fracturado, con la animadversión bien ganada de la mayoría de los medios y con presidentes con más enemigos que aliados en el establishment político.

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