Si hubiera que condensar la trayectoria de esta administración en unas cuantas palabras, pocas frases serían tan reveladoras como la que escribió hace décadas Jesús Reyes Heroles: “Quien quiere gobernar para todos, acaba gobernando para nadie”. Con el Pacto por México, el presidente Peña incluyó a prácticamente todas las fuerzas partidistas en su agenda de gobierno, pero terminó su sexenio aislado e incluso opuesto a sus otrora compañeros de ruta. La ciudadanía, quien le aprobaba inicialmente en forma mayoritaria, le dio la espalda y hoy 7 de cada 10 mexicanos reprueban su gestión. Quizá el dato más dramático sea la intensidad de la opinión ciudadana: 27% aprueba la gestión presidencial, pero solo 6% la aprueba mucho y 21% la aprueba en forma parcial. El rechazo, en cambio, es contundente: 49% lo reprueba mucho, mientras que 22% lo reprueba en parte (todos los datos mencionados en el texto provienen de encuestas nacionales de Buendía & Laredo).

El priísmo abandonó en forma doble a esta administración: por un lado, desertó del partido y muchos se unieron a otras fuerzas. Al inicio del gobierno de Peña Nieto, 37% de la población se consideraba priísta. Hoy solo son 9 por ciento de la población. Por el otro, quienes todavía se consideran priístas hace mucho que dejaron de arropar al primer mandatario: en febrero de 2013, 87% de los priístas lo apoyaban. A unos días de concluir su gestión, poco más de la mitad lo hace.

¿Cuándo se dio el cambio de ruta en este gobierno? Si hubiera que señalar un año, este tendría que ser 2014. Ayotzinapa y la Casa Blanca son dos eventos que definieron el rumbo de este sexenio, pero la pérdida de apoyo ciudadano empezó meses atrás, con la aprobación de la reforma hacendaria que se tradujo en una mayor carga impositiva para la población. De fines de 2013 a febrero de 2014, la aprobación del presidente Peña perdió 6 puntos y la reprobación aumentó 9 puntos. Quizá más importante aún, el balance de opinión fue por primera vez negativo. Meses después, con Ayotzinapa y la Casa Blanca, se agudizó el declive entre la ciudadanía.

Para inicios de 2015 los principales indicadores de opinión pública ya mostraban un saldo rojo en comparación con el inicio del sexenio: una caída de 19 puntos en la aprobación presidencial (de 56 a 37%), una disminución de 18 puntos en la identificación con el PRI (de 37 a 19%) y una creciente percepción negativa sobre el rumbo del país (de 33 a 51 por ciento).

La reforma hacendaria fue fatídica para el Pacto por México ya que contaminó al resto de las reformas, es decir, se empezó a asociar a las reformas con eventos negativos. Si los beneficios estaban todavía por verse, el aumento de impuestos ya era una realidad. En agosto de 2014, una mayoría de mexicanos (51%) ya señalaba que las reformas iban a perjudicar al país. Más aún, el aumento de impuestos validó la postura de AMLO contra el Pacto por México. El tristemente célebre gasolinazo de enero de 2017 alimentó todavía más la oposición a las reformas: en marzo de ese año 73% de los ciudadanos expresó que las reformas perjudicarían al país (solo 17% señalaba que ayudarían).

En el ámbito electoral, el “gasolinazo” puso más clavos en el ataúd del PRI pero también afectó a PAN y PRD: Morena fue el único partido de oposición que se benefició a raíz del aumento de precios de la gasolina. El voto genérico por Morena para la elección presidencial creció a partir de esa fecha y lo ubicó en segundo lugar por encima del PRI. En abril de 2017 Morena empató al PAN y un par de meses después le arrebató el primer lugar, posición que ya no abandonaría (Oraculus, Poll of Polls, Voto Genérico) .

La debacle del establishment partidista (PRI, PAN, PRD) y el triunfo de AMLO y Morena tienen sus raíces en la falta de popularidad de las reformas y del Pacto por México. A pesar de los intentos de PAN y PRD por desligarse de las reformas más impopulares (impuestos y reforma energética respectivamente), a ojos del electorado terminaron como opciones más cercanas al gobierno que a la oposición. Por ello durante la campaña para la Presidencia les resultó imposible arrebatarle a López Obrador la bandera del cambio. El desenlace lo conocemos todos.

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