“Si en alguna actividad humana se requiere intuición”, escribió Carlos Noriega Hope en Cómo se hace El Universal Ilustrado, “esa actividad es el periodismo. Por más que la práctica logre dar los postulados exactos, hay un margen inmenso, nunca previsto, siempre aguardado con paciencia, que no vacilo en llamar intuitivo. Y es que, a la manera de un observador dramático, el periodista sólo ve al tiempo, con largas miradas interminables... al tiempo, que está siempre preñado de noticias”.

No sin fascinación, en algunos relatos, Noriega Hope recreaba el devenir cotidiano de las redacciones de periódico: el ruido de las máquinas de escribir, en el departamento de linotipos, los hombres trabajando en mangas de camisa, “moviendo palancas y tecleando pausadamente, mejor dicho, deslizando las yemas de los dedos sobre el tablero del complicado mecanismo. En un salón enorme la rotativa funcionaba sin cesar”, los engranajes se mueven y producen un ruido sordo. En la sala de espera, muchas personas solicitan audiencia del director. Los reporteros sólo atienden su libreta de notas. En el corredor, un aprendiz pasa y repasa llevando el “hueso” (el material) desde la redacción hasta los linotipos.

Algún día, refiere en Las experiencias de Miss Patsy, “un joven melenudo, lamentablemente vestido, llega a la redacción.

“—¿Esta el señor Arqueles Vela?

“—No está —contesté.

“Y el joven melenudo, frente a mí, permaneció largos minutos en silencio. Me miraba. Yo, por mi parte, no dejaba de verlo.

“—Señor Noriega Hope —dijo—, usted que escribe cuentos yanquis, aun cuando es de este país, y desconoce lo que es la literatura, puede ayudarme... ¡Necesito un peso!

“El joven estaba ligeramente borracho y, por ende, decía la verdad.

“Le dí el peso.

“—Gracias, señor —me contestó—. Usted, que es un periodista sin literatura y que escribe cuentos ‘gringos’, sabe lo que, en la vida, significa un peso para vencer una noche inclemente...

“Y se fue.

“Pienso que este caballero desconocido y borracho dijo una gran verdad: que yo estoy lejos de la literatura y que escribo cuentos gringos...”

Noriega Hope había sucedido a Carlos González Peña en la dirección de El Universal Ilustrado y confesaba que “no tienen ustedes idea de lo tímido que es don Arqueles Vela. Cuando llegó a esta casa por primera vez, diríase que tenía miedo hasta de las sillas. A la sazón acababa de publicar un libro de versos, El sendero gris y otros poemas, libro que puso en mis manos tembloroso y febril. Luego, durante tres meses, vino diariamente a informarse ‘si por fin saldría la nota’ de aquel Sendero gris... La nota nunca salió, pero acabamos por acostumbrarnos a la presencia de don Arqueles Vela —nombre extraño y helénico— y así fue como una tarde, con la misma timidez de costumbre, se hizo cargo de nuestra Secretaría de Redacción”.

Antonio Saborit ha escrito que “El Universal Ilustrado nació como una forma finisecular en su forma, un tanto anacrónica hasta para la segunda mitad de la llamada Década Armada, pero supo arreglárselas para transitar hacia otra parte gracias a la gráfica, los colaboradores y la creación de una atmósfera, algo que no sucedía en el medio editorial mexicano desde Revista Moderna y la muerte de Julio Ruelas. El Universal Ilustrado propició el diálogo, explotó encuestas, propuso temas, animó reflexiones semana a semana a lo largo de varios lustros”.

Noriega Hope comparaba a los colaboradores de El Universal Ilustrado con los personajes de La casa de fieras, el libro de Alfonso Hernández Cata, “allí desfilan todos los hermanos nuestros que viven oscuramente en los jardines zoológicos. Es un libro franciscano, henchido de ternura, donde las ‘bestiecitas del Señor’ muestran sus pequeñas almas tranquilas. Pienso que esta ‘Galería de Colaboradores’ es una réplica del libro de Hernández Cata. Poco a poco se irán ustedes asomando a todas las almas que se acercan a su alma cada ocho días. Poco a poco desfilarán todas nuestras pequeñas bestiecitas, tan franciscanamente como en La casa de fieras...” Entre esos colaboradores se hallaban Mariano Azuela, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, José Gorostiza, Manuel Maples Arce, Bernardo Ortiz de Montellano, Gilberto Owen, Carlos Mérida, David Alfaro Siqueiros, Saturnino Herrán, Manuel M. Ponce, Alfonso Reyes, José Vasconcelos...

“Lo más difícil realmente en un periódico ilustrado”, sostenía Noriega Hope, “es guardar una proposición juiciosa, una ponderada arquitectura, en cada número. Es decir, debe haber ‘de todo y para todos’, distribuido de tal manera que el lector ingenuo recorra cada página lentamente, sin hojear seis o siete de un tirón para detenerse en una sola... ¡Que todo le interese!...”

Sin embargo, reconocía que “en muchas ocasiones la arquitectura, la ponderación a que me he referido, falla lamentablemente. Parece entonces El Universal Ilustrado demasiado frívolo o demasiado serio, o excesivamente cinematográfico, o tremendamente internacional, Hay que cruzarse, entonces, de brazos con paciencia, porque el error no tiene una rectificación sino hasta los ocho días...”

Significativamente, ese hebdomadario creado consuetudinariamente con intuición certera por periodistas que no habían cumplido 30 años ha derivado en varios libros; el más reciente es una antología, editada por el Fondo de Cultura Económica y coordinada por Antonio Saborit, que escribió asimismo un prólogo muy recomendable, y la investigación hemerográfica de Horacio Acosta Rojas y Viveka González Duncan que importa menos una referencia que una lectura perdurable.

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