México está lejos de haber obtenido una victoria en las negociaciones con el gobierno de Donald Trump. Lo que logramos fue ganar tiempo. Como señaló en la mañanera de ayer el canciller Marcelo Ebrard, teníamos un margen de unos cuantos días para evitar una imposición unilateral de aranceles y se logró extender el plazo a 45 días, cuando tendrá lugar la primera revisión sobre lo acordado.

Desde luego que es importantísimo haber evitado que ayer se estableciera un primer tarifazo de 5% a nuestras exportaciones a Estados Unidos. Según cálculos del propio gobierno mexicano, la imposición de tarifas eventualmente generaría una caída de 1.12 puntos del PIB, una disminución considerable de las exportaciones, la pérdida de un millón 200 mil empleos y un incremento del IVA en 10 puntos porcentuales.

El equipo negociador logró separar la discusión de las tarifas del tema migratorio, y situar las negociaciones en este último terreno, sin tener que entrar en un estira y afloja en materia comercial. Aunque México podría aplicar medidas de retaliación, el gobierno está consciente de que no tendríamos manera de salir triunfantes de una eventual guerra comercial.

Por eso la Cancillería buscó situar la negociación en el terreno migratorio. Desde la primera reunión entre Ebrard y Pompeo, Estados Unidos presentó cifras alarmantes sobre el aumento de los flujos de indocumentados centroamericanos. Los datos del Departamento de Estado mostraban, en particular, un incremento considerable a partir de enero, el cual alcanzó un máximo histórico de 144 mil 278 personas el mes pasado.

Para Estados Unidos, México no solamente ha tolerando un flujo de cerca de millón y medio de migrantes al año, sino también considera que esta administración ha venido promoviéndolo a través de su política migratoria de puertas abiertas.

Aún así, México no aceptó el planteamiento de convertirse en un tercer país seguro. A cambio de eso ofreció tomar una serie de medidas para disminuir los flujos migratorios —que habrán de revisarse en 45 días— a partir de las cuales ambos países tendrán que sentarse a discutir nuevamente. En caso de que el resultado no sea el deseado, deberá retomarse la discusión sobre esa postura inicial.

El gran problema es que no hay una cifra clara a alcanzar, como también reconoció Ebrard durante la mañanera de ayer. Todo parece indicar que Estados Unidos se negó a establecer una meta de ese tipo. Visto así, ¿con qué criterio juzgará el gobierno de Trump si los resultados que se obtengan en 45 días son o no satisfactorios? ¿Con qué criterio y, sobre todo, con qué ánimo político, y en qué coyuntura de la campaña electoral, se llevará a cabo esa evaluación?

Me preocupa que no haya elementos objetivos a partir de los cuales las partes podrán reunirse nuevamente en un mes y medio para definir si el resultado alcanzado fue óptimo o no. Tampoco existe un árbitro, una instancia imparcial o un organismo multilateral que pueda certificar el avance obtenido, tema que al parecer no fue posible siquiera poner sobre la mesa.

La historia se repite: Una vez más nos encontramos solos, débiles y en una situación de extrema vulnerabilidad frente a Estados Unidos. ¿Podremos hacer algo para remediar esa situación?

Si algo ha quedado claro es que Trump está dispuesto a lo que sea con tal de reducir el flujo de migrantes, pero más que eso, que puede recurrir a cualquier estrategia que le permita capitalizar políticamente el tema de cara a las elecciones presidenciales de noviembre.

Al no existir elementos objetivos y claros, no podemos más que ser limitadamente optimistas frente al más reciente avance en las negociaciones y estar preparados para un eventual incremento de aranceles en el momento más inesperado.

@HernanGomezB

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