Son frecuentes las referencias que hace Octavio Paz a mi general Lázaro Cárdenas quien, con Juárez y Madero, es uno de los penates que el presidente AMLO ha colocado en el altar político-económico desde el que gobernará, él solito, a la compleja patria.

Es imposible aportar un cabal resumen. Registro apenas algunas de sus apreciaciones contrastantes sobre aquel a quien en 1950, en El laberinto de la soledad, considera un “excelente y generoso presidente”.

Pero en el mismo libro critica la llamada educación socialista de Bassols, “una trampa en la que sólo cayeron sus inventores, con regocijo de todos los reaccionarios. El conflicto entre la universalidad de nuestra tradición y la imposibilidad de volver a las formas en que se había expresado ese universalismo no podía ser resuelto con la adopción de una filosofía que no era, ni podía ser, la del Estado mexicano.”

Aborreció la alianza que pactó con los sindicatos, pues se convirtió en una sumisión que se “acentuó y consumó, aunque parezca extraño, en la época de Cárdenas, el periodo más extremista de la Revolución.” Los convenios con Lombardo Toledano culminaron en la cancelación de un partido obrero y un sindicalismo libre, y en el origen de los líderes sindicales “que se convirtieron en profesionales de la política: diputados, senadores, gobernadores.”

En 1970 escribe que el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) creado por Cárdenas “tampoco fue un partido democrático. Si no queda memoria de sus debates es porque no los hubo: su política nunca fue el producto de una deliberación pública sino que le fue dictada por el presidente Cárdenas. Incluso el ingreso al partido de las agrupaciones obreras y campesinas, lejos de fortalecerlas, contribuyó a su servidumbre ulterior.”

En 1972 aplaude la reforma agraria y la expropiación petrolera, así como su política exterior antinazi y antiimperialista, pero a la vez reprocha que “no intentó cambiar las estructuras políticas”. Si bien el PRM “eliminó el caudillaje a la hispanoamericana” también se convirtió “en el instrumento de la consagración sexenal del señor Presidente.”

En 1975 lamenta que “la política de Cárdenas en materia cultural padeció de graves limitaciones. No tuvo ninguna simpatía por la universidad ni por los aspectos superiores de la cultura, quiero decir, por la ciencia y el saber desinteresados y por el arte y la literatura libres.” Su gobierno y su gabinete “tendían al didactismo pseudorrevolucionario y al nacionalismo”. Lamentó que Cárdenas “permitió que se echase del gobierno y que se injuriase a los poetas y escritores del grupo Contemporáneos —lo mejor de la literatura mexicana en aquellos días— bajo la odiosa acusación de ser homosexuales y reaccionarios.”

En 1992 argumentó que la reforma agraria “no liberó a los campesinos: los ató a los bancos del Estado y los convirtió en instrumentos de la política gubernamental. También Cárdenas inició una política estatista en materia económica, seguida por casi todos sus sucesores.” La peor de las consecuencias de esta política fue “la aparición de una poderosa burocracia incrustada en el Estado.”

Cuando nació el PRD, criticó la mitología que crearon el PRI y las izquierdas. En 1990 dice que es natural que el PRI haya elegido “la figura de Cárdenas como la expresión final y más acabada de la Revolución mexicana”, pues si bien no fue un intelectual “fue un hábil político, un idealista y, al mismo tiempo, un realista.” Y lamenta que la “mistificación” de Cárdenas en las izquierdas haya contado “con la complicidad y el patrocinio de los gobiernos y del PRI, grandes especialistas en el arte de la beatificación y momificación de nuestros prohombres.”

Por último, un párrafo de 1988 que se antoja especialmente activo en nuestro convulsivo 2018. Al hacer una crítica del neocardenismo, Paz juzga que “no es un movimiento político moderno, aunque sea otras muchas cosas, unas valiosas, otras deleznables y nocivas: descontento popular, aspiración a la democracia, desatada ambición de varios líderes, demagogia y populismo; adoración al padre terrible: el Estado y, en fin, nostalgia por una tradición histórica respetable pero que treinta años de incienso del PRI y de los gobiernos han embalsamado en una leyenda piadosa: Lázaro Cárdenas.”

Leyenda piadosa y, a mi parecer, circular…

@gmosheridan

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