A Germán Dehesa, a 8 años de su muerte. ¡Cuánta falta nos haces, Germán, mi hermano!

Cuando Peña Nieto invitó a Donald Trump a México, en su carácter de candidato a la presidencia de los Estados Unidos, cometió uno de los más graves errores diplomáticos desde la fundación de la República en 1824.

Los expertos podrán analizar si la suscripción del Tratado de Guadalupe, mediante el cual México acordó ceder la mitad de su territorio a Estados Unidos, constituyó o no una equivocación; de la misma manera que se podrá discutir si fue un yerro o no el Tratado Mon-Almonte firmado con España para obtener ayuda financiera y naval durante la Guerra de Reforma; o si el Tratado de McLane-Ocampo, pactado unos meses después por Juárez para conceder derechos de paso a cambio de apoyo militar norteamericano para atacar con gran éxito a la escuadra española contratada por Miramón, fue un dislate o no. Ahí quedan, para la vergüenza histórica de México, los Tratados de Bucareli, otra escandalosa pifia, una imperdonable felonía cometida por Álvaro Obregón cuando aceptó renunciar a lo dispuesto por la Constitución de 1917 en materia petrolera, siempre y cuando Estados Unidos lo abasteciera con dinero y armas para imponer a la fuerza a Calles.

En la invitación de Trump no hay nada qué discutir. Peña alegó en estos días de su muy afortunada despedida que “no midió el enorme resentimiento social en contra del candidato republicano”; que la invitación a Trump se había llevado a cabo para evitar el “cobro de facturas” en la parte financiera, depreciación del peso, así como graves daños para México y que había que construir puentes por si aquél llegaba a la Casa Blanca. Peña, por lo visto, ignoró que los mexicanos de nuestros días están más y mejor informados que nunca, hecho que se demuestra con la existencia de más de 70 millones de celulares y, por lo mismo, nosotros sí sabíamos hasta qué extremo había sido severamente dañada la sensibilidad nacional cuando el malvado peleador callejero nos llamó violadores, asesinos y ladrones, entre otros insultos más de la peor ralea. ¡Claro que Peña aislado y risueño en su burbuja opaca del poder estaba impedido de medir “el enorme resentimiento social”! La lejanía del presidente con nosotros, los gobernados, era y es patética y temeraria. ¿Cómo fue posible que Peña no “midiera” que Trump enfureció y humilló a la sociedad en todos sus estratos y que nos arrancó viejas costras de histórico rencor?

¿Construir puentes con Trump? Habría que preguntarle a Xi Jinping, a Trudeau, a la May, a la Merkel y a Macron cómo van en el proceso de construcción de “puentes” con el actual jefe de la Casa Blanca… ¿Puentes? ¿Puentes con Trump? Cuánta miopía no solo diplomática, sino analítica al desconocer en términos absolutos la personalidad de sus interlocutores. Peña se confiesa implícitamente como un mal lector de los hombres y de su entorno. ¿Cuáles puentes construyó con México? Habría que preguntarle también a Ildefonso Guajardo en cuántos momentos Trump facilitó las negociaciones del TLCAN a modo de agradecimiento a Peña por haberlo invitado a México, cuando él más lo necesitaba porque iba muy abajo en las encuestas en relación a Hillary… ¿Un déspota como Trump, con sus delirios de grandeza, puede ser un político agradecido? ¡Vamos, hombre!

Quienes sí midieron y midieron bien, fueron Claudia Ruiz Massieu y Osorio Chong, ex secretarios de Relaciones Exteriores y de Gobernación. En apariencia, ambos presentaron en diferentes términos sus renuncias, sí, solo que no conocen la palabra “irrevocable”. Llegado el caso, sus salidas del gobierno hubieran creado una crisis en el gabinete y, tal vez, se hubiera evitado la desastrosa invitación promovida por Videgaray, el principal consejero áulico que parece tener poderes hipnóticos sobre Peña.

El presidente mexicano perdió la oportunidad de ponerle una trampa insalvable al candidato republicano, solo candidato, porque durante la conferencia de prensa Peña bien podría haberle disparado a quemarropa al candidato obligándolo a disculparse con el pueblo de México, después de habernos insultado en términos obscenos.

—Señor Trump, usted ha ofendido gravemente a la nación mexicana y en este momento ante las cámaras y la prensa de México y del mundo, le exijo una disculpa pública…

Trump, por un lado, no hubiera regresado esa misma noche a Arizona a cantar victoria sobre unos mexicanos acobardados y disminuidos, a quienes podía humillar como se le diera la gana, ya que después sería premiado con una recepción a la altura de un jefe de Estado, reconocimiento que le permitió recuperar una notable posición en las encuestas presidenciales. Una barbaridad. ¡Qué diferente hubiera sido si se le hubiera exhibido mundialmente como un bárbaro iletrado y desconocedor de las formas más elementales de comportamiento protocolario y de ideas descabelladas. De esta suerte Peña no se hubiera expuesto a los desaires de Obama después de que intentó entrevistarse varias veces con él, para ya ni hablar de Hillary.

¿Cadena de errores? Uno, haberlo invitado a la casa de los mexicanos. Dos: el encuentro, de cualquier manera equivocado, se debería haber llevado a cabo en las respectivas casas de campaña de ambos candidatos, pero en Estados Unidos. Tres: haber confundido y decepcionado a la comunidad internacional. Cuatro: haber quedado ante el mundo como defensor, nada más y nada menos, que de Trump. Cinco: decir que el pueblo de México malinterpretó las palabras ofensivas de Trump. Seis: no haber aprovechado la conferencia de prensa con la debida valentía para dejar en claro y en público que México jamás pagaría el muro. Siete: haber tenido que largar a Videgaray de Hacienda (nos hizo un favor), el creador y operador del desastre.

No saber “medir el enorme resentimiento social” constituye una prueba adicional para demostrar la catastrófica debacle priísta del 1 de julio… Ahora ya es muy tarde, tardísimo, para aprender a “medir”... Peña tampoco supo medir el desastre que nos espera…

Twitter: @fmartinmoreno

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