En México, un país de reprobados, en donde subsisten penosamente 40 millones de compatriotas atenazados por la pobreza, para ya ni hablar de los 10 millones sepultados en la miseria extrema, se impone la presencia de una izquierda inteligente, progresista, constructiva, propositiva que no pretenda gobernar con recetas extraídas del bote de la basura, sino con estrategias de crecimiento y evolución de auténtica vanguardia. ¡Por supuesto que se imponen “programas sociales” para elevar a los marginados al mínimo nivel de bienestar exigido por la más elemental dignidad humana!

De acuerdo, pero veamos de cerca el caso de Hugo Chávez en Venezuela y pongamos la lupa en la manipulación política de dichos “programas sociales.” Chávez organizó con gran talento político un ejército de promotores del voto destinado a acceder a las zonas más pobres del país con el objetivo de empadronarlos, de modo que no quedaran excluidos de los procesos electorales. ¿No suena de maravilla? Sí, pero, ¿cuál era la verdad escondida en este perverso proyecto de supuesta participación y dignificación política ciudadana? Cada persona que aceptara el empadronamiento en términos de la más estricta legalidad, le sería entregada una determinada cantidad de bolívares, siempre y cuando se comprometiera a votar por Chávez y por su Partido Socialista Unido de Venezuela. A cambio de dinero, millones de venezolanos sepultados en la pobreza aceptaron de inmediato la generosa oferta, se empadronaron como nunca lo habían hecho y obviamente votaron por él en los siguientes comicios, al tener garantizada una pensión mensual, supuestamente de por vida y sin hacer mayores esfuerzos para hacerse de los fondos que revisar en sus tarjetas de débito el saldo de los recursos prometidos. Todos quedaron advertidos que en el evento de votar por un tercero o no presentarse a las urnas el día de las elecciones, Chávez contaba con los controles electrónicos necesarios para detectar la omisión y, por lo tanto perderían de inmediato el importe de una renta con la que jamás habían soñado.

Hugo Chávez, convertido en tirano, al igual que Maburro, perdón, Maduro, garantizaron su estancia legal y democrática en el poder, siempre y cuando no cayera el precio del barril de petróleo, del que dependía la economía venezolana. Pero, ¡oh, sorpresa, sorpresas te da la vida!, el crudo se desplomó, se complicaron las finanzas públicas a falta de dólares, sin embargo, resultaba imposible cancelar los “programas sociales” instrumentados a favor de los desposeídos, por lo que se recurrió a la impresión de dinero que provocó una inflación galopante que al día de hoy se eleva a mil 400% anual (mil cuatrocientos por ciento anual), en tanto el dólar en el mercado negro, llega a 17 mil bolívares, una maravilla populista…

¿A dónde voy con mis afirmaciones? A impedir la socialización suicida de México si los “programas sociales” creados por López Obrador en la Ciudad de México se aplicaran a nivel nacional. Me explico: hoy en día la capital de la República se encuentra secuestrada por una supuesta izquierda aberrante que se sostiene en el poder gracias al proyecto populista y clientelar impuesto durante los años en que López Obrador operó como jefe de Gobierno, aún sin haber cumplido con los años de residencia en el DF impuestos por la ley. Millones de capitalinos votarán por Morena en automático en 2018 con buenos o excelentes candidatos de la oposición. Ante el peligro de perder los beneficios obtenidos a través de los “programas sociales”, Morena tiene garantizado un voto duro ad infinitum, sin importar la delincuencia padecida también entre los sectores de muy escasos recursos, ni la falta de agua en diferentes delegaciones, ni las escasas oportunidades de empleo, ni la patética inmovilidad urbana que padecemos en el manicomio más grande del mundo. El voto duro es el voto duro.

¿Cuál es uno de los grandes peligros adicionales de llegar López Obrador a Los Pinos? Pues que instrumente ya no sólo a nivel de la CDMX, sino en toda la República, sus “programas sociales” al estilo decantado de Chávez, cuyos resultados han quedado reseñados parcialmente en los párrafos superiores. ¡Claro que se requieren guarderías, centros de salud, universidades y tecnológicos, así como amparar y proteger a ancianos, mujeres y desempleados! ¿Cómo negarlo? Sin embargo, me refiero a un proyecto de credencialización electoral a cambio de dinero para aumentar el padrón federal con millones de personas movidas por la obtención de dinero, técnicas originadas en la experiencia chavista.

¿Quién cree acaso que las promesas de López Obrador consistentes en pagar un sueldo de 3 mil 600 pesos mensuales a 2 millones 300 mil jóvenes, además de becas de 2 mil 400 pesos mensuales a otros 300 mil muchachos no tiene un objetivo político para convencerlos de los beneficios de votar por él en 2018? Que hacen falta becas, ¡ni hablar!, y que los jóvenes recibirían esos ciento ocho mil millones de pesos (a ver de dónde salen…) a título gratuito, sin saber su destino final y sin dar nada a cambio, otro ¡ni hablar! El resultado de los programas federales es muy cuestionable en términos de la elevación del nivel de vida de los depauperados. No es través únicamente de dinero como se ataca frontalmente el rescate de los marginados, sino por medio de la creación masiva de empleos y de trasferencia de conocimientos útiles para mejorar el nivel de vida.

La “Socialización” de México de acuerdo a la escuela chavista de catastróficos resultados, se impondría en todo nuestro país si llegara López Obrador al poder, tal y como se secuestró la política en la Ciudad de México, con un clientelismo suicida que ha sepultado en el atraso a la capital de la República, cancelando las oportunidades a la oposición? ¿Quién desea que en todo México se establezca un monopolio político catastrófico como el que hoy padecemos en la Ciudad de México gracias a la compra camuflada del voto? ¿Quién? Que no se expanda el pésimo ejemplo… ¡Cuidado…!

fmartinmoreno@yahoo.com


fmartinmoreno@yahoo.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses