La reacción nunca duerme… El clero católico convirtió a los púlpitos en tribunas políticas, controló el funcionamiento de los poderes públicos, así como las relaciones sociales y familiares; acaparó la riqueza en detrimento de la prosperidad social; utilizó los confesionarios para cuidar sus intereses políticos y económicos; concentró la educación entre ciertos privilegiados, impidió la alfabetización y retrasó la evolución de la nación; organizó fiestas religiosas obligatorias para aumentar la recaudación eclesiástica por medio de las limosnas; se opuso al ingreso de extranjeros no católicos, amuralló a nuestro país e imposibilitó el flujo migratorio para poblar el norte de México ante Estados Unidos, un vecino voraz ávido de territorios. El clero católico luchó con las armas en la mano en contra de la libertad de expresión, saboteó con todo su poder económico, político y militar cualquier avance liberal para lograr la separación Iglesia-Estado y se negó a permitir violentamente la libertad de cultos, la libertad de conciencia y la de pensamiento… ¿Qué hubiera sido de nosotros como país si Juárez hubiera perdido la Guerra de Reforma?

¿En qué se debe convertir una sociedad educada y dirigida por un clero traidor, inescrupuloso, prejuicioso con las ideas modernas, enemigo de la evolución y del progreso, retrógrado, cerrado a las corrientes ideológicas, aliado a la “Inquisición” que justificaba su existencia al destruir al hombre y a su intelecto, es decir, lo mejor del ser humano? ¡Cuidado con los espíritus libres, almas descarriadas que pueden conducir a las sociedades civilizadas al abismo! Los marginados y analfabetos, lamentablemente, son fanáticos en lo político y en lo religioso: ahí está la verdadera materia prima explotable.

El clero católico excomulgó, torturó, mutiló y fusiló a Hidalgo y a Morelos, los padres de la patria; excomulgó a diversos insurgentes luchadores de la libertad y de la soberanía de la patria y también excomulgó a los compatriotas que defendieron a México cuando los norteamericanos y los franceses nos invadieron en el siglo XIX. El clero derogó la Constitución de 1824, atentó en contra de la de 1857 al armar y financiar la Guerra de Reforma y luchó con las armas en la mano para derogar la de 1917 cuando hizo estallar la Rebelión Cristera. Tres Constituciones liberales y tres movimientos clericales armados para derogarlas… El Santo Oficio declaró que la teoría de la soberanía del pueblo era una herejía, un anatema, de la misma manera que sentenciaba aquello de que la libertad era un cáncer que devoraba a los pueblos… ¡Horror!

El clero católico se negó a impulsar la democracia, apoyó a tiranos, como Iturbide, Santa Anna, Paredes y Arrillaga, Zuloaga, Miramón, Maximiliano, Porfirio Díaz y Victoriano Huerta, el chacal asesino de la democracia maderista.

El clero maldito cobró impuestos como el diezmo; era propietario de 52% de la propiedad inmobiliaria de México; contaba con cárceles clandestinas, policía secreta, ejércitos privados, salas de tortura y fueros constitucionales para que los sacerdotes pudieran escapar de la jurisdicción civil. El clero maldito detentaba bienes de manos muertas, interminables extensiones de tierra de su propiedad que permanecían sin explotar, mientras la población moría de hambre. El clero maldito utilizaba los secretos de confesión transfiriendo información a los tiranos para acrecentar su poder y sus riquezas al tiempo que practicaba la usura como banquero al cobrar los llamados “intereses piadosos”…

El clero católico contaba hasta con 4 veces más ingresos que el propio gobierno federal. Financió el levantamiento armado de los Polkos para derrocar al propio Gómez Farías cuando México estaba invadido por el ejército de Estados Unidos en 1847, en lugar de apoyar la defensa de la patria.

El clero católico organizó el Plan de la Profesa, el Plan de Iguala, la Conspiración de Tehuacán, el Plan de Cuernavaca, el Plan de Huejotzingo, el Plan del Hospicio, el Plan de San Luis Potosí, el levantamiento de Zacapoaxtla, el de Puebla de marzo 1856, el de octubre del mismo 1856, el Plan de Tacubaya de diciembre de 1857 y el de enero de 1858, la Guerra de Reforma de enero de 1858 y el Plan de Tuxtepec, entre otros tantos más. El clero católico violó sus votos de pobreza al acaparar tierras y riquezas propiedad del pueblo de México.

El clero católico estuvo en contra de los derechos universales del hombre, una conquista liberal de la Revolución francesa; prohibió la impresión y la importación de libros relativos a la Reforma, a la Ilustración, al Enciclopedismo e impidió la lectura de clásicos como Voltaire, Rousseau, Montesquieu y Diderot, entre otros más. El clero católico detentó el monopolio del mercado espiritual, realizó actos de comercio sin pagar impuestos, gozó y goza de fuero tributario y, sin embargo, hace uso de los servicios públicos.

El clero católico vendió indulgencias a los ricos cuando supuestamente “lo que Dios une solo Dios lo puede desunir”, y no sólo cerró las iglesias para privar de auxilio espiritual a los fieles durante la rebelión cristera, sino que todavía ejecutó un paro nacional de consumidores para evitar el pago de impuestos y tratar de poner al gobierno callista de rodillas.

El clero católico, apegado al dogma, nos apartó de la razón y forjó generaciones de supersticiosos manipulados por medio de la culpa; estimuló la existencia de cínicos, quienes después de cumplir con ciertas penitencias, reinciden en el pecado sin construir ninguna responsabilidad individual, en lugar de intelectuales lúcidos, amantes de las ciencias y de las verdades científicas requeridas por el país para su sana evolución.

Ahí están Benito Juárez, Ocampo, Santos Degollado, Manuel Ruiz, Guillermo Prieto, González Ortega, Sebastián Lerdo de Tejada, Ignacio Ramírez, Ignacio Altamirano, Matías Romero, Ponciano Arriaga, Ignacio Vallarta, León Guzmán, José María Mata, Valentín Gómez Farías, Isidoro Olvera, Blas Valcárcel, José María Castillo Velasco, entre otros tantos más, auténticos salvadores de la patria.

¿A dónde estaba el clero cuando la población casi se sextuplicó al pasar de 20 millones de mexicanos de 1950, a 125 millones en nuestros días, una marea humana que el propio clero estimuló al oponerse a los anticonceptivos? ¿Va quedando claro por qué el clero católico ha sido el peor enemigo de México?

fmartinmoreno@yahoo.com
@fmartinmoreno

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