Algo se ve venir desde que la cámara de televisión enfocó a los seleccionados mexicanos entonando el himno nacional, especialmente a Javier Hernández, el Chicharito , previo al encuentro contra Alemania . El ex jugador de Chivas , del Manchester United, Real Madrid, Leverkusen y Westham , sonreía, lloraba, respiraba hondo, reía, cantaba, imaginaba.

Por ahí está el video, sumando likes y compartiéndose por las redes, dejándonos claro a todos que el tipo tenía que estar ahí. Se le ve firme con toda su presencia, de pronto mirando adentro, haciendo un recuento de todos los océanos y desiertos que ha atravesado para encontrarse en ese sitio que ocupa ahora mismo: el centro de las miradas de todos los mexicanos.

Vaya responsabilidad que tiene. Y fortuna. Sus goles rara vez son pulcros. Si uno busca en el almanaque de la memoria, o en Youtube , hallará goles de machucón, de oreja, nuca, de ballet, de panza o rostro. Golazos también, sin duda y, eso sí, todos enjundiosos. Pero ninguno de sus tantos ha sido una casualidad, no, cada que Javier marca un gol es una coincidencia, pues, si algo tiene Javier es que ha sabido encontrar su lugar en la vida y en la cancha en el momento justo, y ese es, claramente, el único elemento humano que interviene en la fortuna: estar en el sitio indicado a la hora precisa. Lo demás son enigmas o milagros que se manufacturan en una dimensión desconocida.

Sí, el Chicharito es puntual, y lo fue también en el otro video que circula por los whatsapps, el de su entrevista con Faitelson : “Hay que imaginar cosas chingonas”, le dijo cuando el periodista cuestionó su convicción de que teníamos una posibilidad de ser campeones del mundo.

Algo se respira en el aire, hay una sensación especial, una sospecha común: puede pasar, va a pasar. En estos días que llevamos de Mundial se han roto maleficios, como el de no ganar un partido desde el 86 con la playera de visitante o el de no ser capaces de vencer a los teutones en partidos oficiales; se han derrocado creencias hondamente arraigadas en las mentes de muchos pesimistas. Aunque algunos no se atrevan a reconocerlo, todo mundo comienza a creer.

El ambiente se llena de magia y misterios, como el del niño ángel que hace volar a Ochoa por los cielos, el del abuelo de Carlos Vela que ya no está con él, pero sí, o el de la ola mexicana que se ha convertido en una poderosa marea.

Y también hemos aprendido a pedir perdón, gracias a Osorio , el colombiano que canta el himno mexicano en silencio antes de cada partido, así como cantó el gol contra los germanos, suspirando bien profundo para que no se le saliera por los ojos y poderlo conservar en el alma, porque fue el primer gol de un mundial en el que vamos a romper redes, enredos e historias, para abrirnos una puerta como la de Guillermo del Toro , pero en el futbol.

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