CÁLCULOS conservadores consideran que en Estados Unidos el número de armas en poder de particulares es el mismo que el de la población, es decir, un arma por habitante. Este año suma el mayor número de muertos en masacres (consideradas a partir de cuatro muertos o más). De acuerdo con Masacre Tracking, en agosto hubo 34 muertos, en septiembre 31 y en octubre en Las Vegas se rebasaron todas las tragedias colectivas con 59 muertos y 527 heridos en un solo evento. En tanto, crece el número de armas en poder de particulares y, al mismo tiempo, el número de homicidios.

James Fallows en The Atlantic plantea dos interrogantes respecto al trato de la masacre en el país por tratarse de un asesino estadounidense y blanco. Señala que si el responsable fuera alguien de raíces o nombre árabe o de hispano, la discusión sería en torno al terrorismo o a la seguridad fronteriza. Sin embargo, ahora se cierra el debate.

La Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), los republicanos y grupos proarmas continúan cancelando las discusiones, así lo registran el Washington Post, el New Yorker, The New York Times. No pocos estadounidenses después del horror, las vigilias, los rezos por los muertos, comienzan a preguntarse: ¿Cuándo será la próxima masacre?

Otros países como Australia, Reino Unido y Japón, han tomado otro camino, han sufrido tragedias similares pero ellos afrontaron el problema con nuevas leyes para reducir las muertes por violencia de armas de fuego controlando el acceso, en primer lugar, a las llamadas armas de mano, pistolas y revólveres, pero también a las de alto y mediano poder.

En Australia, en 1996, un pistolero abrió fuego en Port Arthur contra un grupo de turistas, mató a 35 e hirió a 23. Doce días después los gobiernos federal y estatales promulgaron leyes para el control de armas. En 10 años se redujeron 59% los homicidios con armas de fuego. Desde entonces no ha habido otra masacre de ese tipo.

En Dublane, Escocia, en marzo de 1996 un hombre entró a una escuela y mató a seis niños. La conmoción fue profunda y algo se hizo para que no volviera a ocurrir. Se recabaron 700 mil 000 firmas, se discutió en el Parlamento del Reino Unido y el Primer Ministro conservador John Major llevó a votación nuevas leyes que en 1997 introdujeron importantes cambios con la total prohibición de armas de fuego cortas. En Escocia la tasa de muertes por armas de fuego es 50 veces menor a la de EU.

Japón tiene una prohibición total de toda tenencia de armas, es una ley general. Las muertes a balazos quedaron prácticamente eliminadas.

Llama la atención que en Estados Unidos, a pesar de la repetición de las masacres, los gobiernos federales, estatales y locales no hayan podido cumplir con su principal obligación: garantizar la seguridad de los ciudadanos. Durante años se ha hablado de modificar las leyes para evitar que las armas caigan en manos de gente proclive a la violencia, mediante la verificación de los antecedentes de potenciales compradores, lo cual no se ha logrado.

Con campañas públicas paralelas y del lobby en el Congreso la NRA ha abortado todas las iniciativas de control, con el apoyo mayoritario de los legisladores, apoyándose en la Constitución de 1876, Second Amendment, que garantiza el derecho a tener y portar armas a todos los estadounidenses.

Después de cada masacre surge un boom de compra de armas de mano de alto y de mediano poder.

Barack Obama intentó un mayor control en la venta de armas, que siempre han rechazado el Congreso y los republicanos. Por lo menos dos iniciativas apoyadas por los demócratas, activistas, celebridades y jóvenes fracasaron. Al final de su gobierno emitió un decreto que fue cancelado por Trump, que siempre ha contado con el apoyo de la NRA y de los electores blancos que dicen sentirse más seguros con sus armas.

La impotencia se ha extendido por todo el país. Pese a que Estados Unidos ha sido testigo de la peor masacre en su historia cometida por un solo hombre en poder de decenas de armas, la reacción del presidente Donald Trump y de los líderes de ambas Cámaras que se limita a condenar y a orar. El asesino es un demente pero, ¿cómo puede llegar tan lejos? No habrá nuevas leyes, más control, cambio de rumbo.

La NRA apoyó la campaña de Trump y éste ha evitado el asunto, como seguramente evitará nuevas leyes en el Congreso. Ese no es el tema…

La autora es periodista y analista de temas internacionales

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