“Palabras prohibidas prohiben la historia, la historia/ prohibida/ prohibe la memoria. La vida se marchita y muere.” Escribe Margaret Randall, poeta y fotógrafa que nació en Nueva York, USA, en diciembre de 1936, y que fue galardonada el sábado 21 de octubre con la Medalla al Mérito Literario por el gobierno del estado de Chihuahua en el encuentro de escritores Letras del Bravo. Esta declaración de Margaret aparece en su libro de poemas El Rizoma como un campo de huesos rotos, publicado en la Ciudad de México en 2017, gracias a una coedición entre Quetzatl León Calixto (Ediciones La Herrata Feliz) y la Secretaría de Cultura a través de su Dirección de Publicaciones, y es una traducción de María Vázquez Valdez. Agrego que en este Encuentro también fue reconocido Élmer Mendoza, y que por los pasillos circulaba la revelación de que ambos habían sido elegidos por la fuerza de su obra y porque ambos nacieron un 6 de diciembre.

La poesía de Randall es un vaso que desde el sur se mira medio lleno y desde el norte medio vacío. Pero no es agua lo que se percibe, es una luz opaca en que descansan las palabras. Al menos en este libro nos cuenta una idea del mundo, de la dolorosa historia de la humanidad, donde reconoce que ella misma es su peor enemiga. Se autofagocita con sorprendente alegría. Critica duramente la vocación bélica de su país que hace guerras interminables y que un día su padre marchó a una guerra que era, “la Guerra para Acabar con Todas las Guerras.” Hay un poema que habla de Vietnam como un lugar lacerado, donde infinidad de mujeres sobrevivieron a su holocausto respaldadas por la costumbre de vivir como viniera el día. Nos trae a la memoria lugares, tiempos y climas donde el hombre sólo ha dejado señales negras. Desde luego, menciona varias regiones latinoamericanas donde la vida actual se conecta con recuerdos y posturas de la autora. Como una balsa inhundible, su memoria nos pone frente a los ojos circunstancias que no podrán borrar los años. Desde luego, México, un país donde vivió por años, está presente.

Compara a los seres humanos con otras especies y establece que: “No necesitan reglas y la gula/ no es una virtud/ Nadie compra votos o miente acerca de su adversario.” Es poesía cuyo tema es el mundo, con calentamiento global amenazante y con claras advertencias de que las metáforas somos nosotros mismos: “¿Cuánto tiempo más tendremos/ agua, tierra, árboles, vetas de carbón/ fluyendo bajo nuestros pies…?” Margaret, que fue elogiada por su capacidad de trabajo, por su tenacidad y por sus enseñanzas, es una poeta que ha pasado parte de su vida buscando una pregunta, su pregunta particular, lo que significa que mira desde otro ángulo y no busca respuestas. Las preguntas no encierran falsedades. “Cuando inauguramos la memoria/ dentro de nuestras vidas porosas/ corremos el riesgo de aceptar/ lo que nos dice de nosotros mismos.” Y es algo que está más allá del espejo.

Margaret es una poeta atemperada, a pesar de los años que no ha vivido, se nota la fuerza en su mirada y en su cuerpo. La ubican dentro de los beat y eso es lindo. Convivir con Ginsberg, Burroughs o Kerouac era una puerta hacia la rebeldía, hacia la novedad personal que implicaba a los otros, a los que no encuentran maneras para lavar su rostro. La poesía es un río pequeño donde nacen los espejismos y Randall aprendió rápido cuál era la ruta por donde debía enfrentar lo desconocido. “Nadie calla los sueños que despiertan”, son la revelación de vidas compartidas sin necesidad de colores o falsas sonrisas, una advertencia frente al hecho de que “La astucia se disfraza de consuelo,” y es como reconocer que se está listo para dar el paso al vacío.

Fue un placer leer El Rizoma como un campo de huesos rotos. Placer intenso fue escuchar a Margaret leer sus poemas con esa voz dorada de desierto al atardecer, sentir sus palabras cruzando las paredes y llegar hasta las dunas y reverdecer como cactus en verano, como chollas. Es una poesía sin concesiones, como una piedra rodante en un sueño festivo. El poema que cierra el libro se llama “Colofón” y contiene dos versos que definen su personalidad de arena: “Forma y contenido: dos alas de un mismo pájaro/ que lleva mi corazón en su afilado pico.” Esa es Margaret Randall, una poeta que llegará a su casa con una sonrisa. Abra la puerta, pásela, estoy seguro que será una conversación en que me gustaría estar, pero ni modo, vivo lejos.

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