“El amor es un viaje sin garantías”, dice Mónica Lavín en su novela que por el título nos recuerda a José Alfredo Jiménez, publicada por Planeta en agosto de 2017, en la Ciudad de México. También nos trae a la memoria a Andy Williams que cantaba: “Love is a many splendored things”, aunque se vuelve inevitable conectarnos con Paul Muriat y su “L’amour est bleu”, y está bien, porque todos sabemos que, después de Romeo y Julieta, escribir del amor es hacer ficción que sale de y llega a una percepción múltiple de un sentimiento multiforme. El amor está en todas las historias, y aquí Mónica toca muchas partes sensibles para cualquier persona que ha vivido esos momentos en que es posible sentirse lo más grande del mundo.

Es una novela rica en personajes, Maya está por casarse con Julio y recibe asesoría de su abuela Irina, y aparecen Patricia, su mamá, divorciada y sola, su tía Lucía, en la misma situación; Carlos, su padre, con novia veracruzana, su abuelo Joaquín y Eugenia, que es dueña de la tienda de vestidos de novia que más les gustó, que es viuda y con una lista de amantes respetable, entre ellos Germán, un escritor que nos brinda la primera sorpresa de la novela. La historia corre sutilmente y, como en toda su obra, Mónica crea desde su condición de mujer; uno siente que es una mujer quien nos tiene atrapados en las dudas de Maya, en el carácter controlador de Eugenia, en el desconcierto de Alicia, en los recuerdos de Efraín, en la sexualidad de Manuel. Se trata de una sensibilidad que es franquicia. Mónica es un estilo poderoso, una manera de desarrollar el misterio con pinzas para las cejas pero con firmeza que engancha.

Hay una precisión en cada capítulo que poco a poco devela las intenciones de la narradora. Las perturbaciones que quedarán explicadas por sí mismas en la última parte, apenas se notan, de tal suerte que lo único que pasa en la lectura continua es el disfrute de ver esa tropa de mujeres en plena actividad sin dejar de lado los placeres que da la buena mesa y los necesarios tragos con que la mayoría de los humanos enfrentamos el tiempo y toda clase de incertidumbres. Asumen claramente que “una boda es una puesta en escena”. Tienen que verlas en la tienda escogiendo el vestido: “Corte imperio, manga larga, cuello en ojal, satén muy sencillo, el drapeado apenas haciéndolo flotar en la cadera.” Todo con una actitud profesional, quirúrgica, porque, “los vestidos de novia son deseos”, y cuando no es deseo es sueño y ambas cosas son muy importantes en la vida. No pocas veces los deseos y los sueños son la suma de todas las cosas, y en el mundo del vestuario femenino no se puede decidir a la ligera.

Mónica Lavín nos pasea por ese mundo donde los novios sólo se presentan para pagar la cuenta, aunque en Cuando te hablen de amor ocurre algo que estoy seguro les llamará la atención y no querrán perderse las páginas que siguen, porque el ritmo suave y atemperado de la narración se acelera súbitamente y el único deseo es seguir el movimiento de los personajes en ese pequeño mundo que de pronto crece tanto que se desborda. La novela transcurre en la Ciudad de México, en San Ángel, donde se ubica la tienda, y en el centro, donde Efraín queda atrapado por libros y revistas viejas de cuyo comercio vive, que se le vienen encima cuando dos de sus libreros colapsan. Lo sacan los bomberos, Alicia y su esposo le echan una mano, ¿quién creen que lo alimenta hasta que se recupera? Exactamente, veo que son lectores con instinto que han aprendido a confiar en su sensibilidad. Por supuesto que hay cantinas, restaurantes y cafeterías, y el misterio de Aurora que no podrán ignorar.

En esta novela el amor y sus adláteres está por todas partes. En el pasado y en el presente. Para bien y para mal, algunos de los personajes están fuertemente ligados por este vínculo tan motivador. Mónica nos arrastra en pequeños misterios que van creciendo y que en algún momento se convierten en una poderosa razón para reconocer su habilidad y talento para contar historias. Historias de mujeres. Y de hombres, claro, aunque sus personajes femeninos son más vibrantes. En fin, Cuando te hablen de amor es una novela tan intensa que los de mi generación terminarán escuchando a los Bee Gees y brindando, mientras algunos dejarán que escurra esa miel dulce y a veces amarga que enriquece toda historia de amor. Imagino lo que hará la generación de Timbiriche, y para los de José Alfredo es hora de decir salud. A poco no.

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