Es un escritor centroamericano que ha desarrollado su obra de los intersticios de las luchas armadas en la región de América donde nació, creció e hizo lo suyo. Un hombre está obligado a ser de su tiempo, a elegir la dirección hacia donde quiere encauzar su vida; sin embargo, hay ventarrones inesperados que alteran los planes mejor elaborados; tal parece ser la premisa de los personajes que se mueven en Moronga, la novela más reciente de Horacio, publicada por Penguin en su colección Literatura Random House, en España en febrero de 2018, y en México en marzo del mismo año. Consta de tres partes. La primera fluye con calma introductoria, la segunda no pocas veces quita el aliento, y la tercera contiene una explicación que pone los pelos de punta.

Horacio Castellanos Moya es un salvadoreño que nació en 1957. Es un experto en crear personajes en vilo. Generalmente se mueven en el filo de la navaja siempre a punto de caer. Ha desarrollado una efectiva estética del delirio. El destino como fatalidad. En la primera parte de Moronga, José Zeledón, chico bien, guerrillero, vigilante de plantaciones de amapola en Guatemala, cerca de México, cuenta en primera persona pequeños detalles de su vida y las nuevas posibilidades que tiene para sobrevivir en Estados Unidos. Trabaja de chofer y en un gabinete de vigilancia de una comunidad escolar en Merlow City, cerca de Chicago. Desde allí vigilan el comportamiento de estudiantes, maestros y trabajadores. Un día aparece la esposa de su jefe, que coquetea con un profesor salvadoreño que se llama Erasmo Aragón, un tipo que le parece desagradable, con quien no establece ninguna relación. La opción frente a este trabajo que no le gusta es una propuesta de un antiguo compañero, El Viejo, que ha sabido sacar partido de sus relaciones con los cárteles mexicanos y centroamericanos de la droga. Zeledón tiene como virtud su excelente puntería con rifle para blancos a gran distancia. Un día su amigo le dice que hay trabajo, se trata de comprar un cargamento de armas para cruzarlo a México y cargarse a Moronga, un narco guatemalteco que opera en Chicago.

En la segunda parte conocemos a Aragón, un hombre que padece constantes delirios, sobre todo de persecución, que viaja a Washington para realizar una investigación en los archivos de una biblioteca para sacar en claro qué hubo detrás del asesinato del poeta salvadoreño Roque Dalton, acusado de traición por sus compañeros de lucha y ejecutado. Es un obsesionado del sexo y de los traseros llamativos. También le gusta la cerveza. Estará cinco días viviendo en el sótano de una casa cuyos dueños tienen dos hijos adoptivos, entre ellos Amanda, una niña guatemalteca que les hace ver su suerte. Aragón nos cuenta su vida y cómo es víctima constante de su inseguridad. Se siente perseguido por la CIA, por Mina, una chica que conoció en un bar, por Amanda, que un día se metió en su habitación y por su pasado que jamás funcionó como él esperaba. Castellanos Moya escribe con una intensidad tal que es imposible pasar por alto cada uno de los momentos vividos por este profesor de Merlow city. Esta parte presenta también una evaluación de lo que son las visiones culturales de dos pueblos como el americano y el centroamericano frente a la relación de pareja, el sexo, la comida y la afición por la cerveza. Es muy certera la forma en que Aragón se va desgajando, víctima del profundo temor producto de su inmersión en una cultura que no es la suya. Aquí Moronga tiene un significado distinto al de la primera parte.

Hay un epílogo que es el perfecto desenlace a esta historia. Trata todo lo que usted quiere saber sobre estos personajes y un poco más. Desde luego es una novela donde la intensidad jamás baja. Cada parte está ligada en el tiempo y en el espacio. En esta aparecen algunos agentes policiacos que juegan un papel decisivo, pero como es mi costumbre, nada revelaré, porque soy incapaz de violar el derecho humano que tenemos todos los lectores a la emoción, y aquí, Horacio trabaja para cerrar con broche de oro. Desde luego que se sorprenderán, pero se sentirán muy bien y comprobarán que vale la pena ser lector, porque es posible encontrar novelas como Moronga, y autores como Castellanos Moya, que se empeñan en escribir para emocionarnos. Ya me contarán. Si alguien quiere acercarse a Horacio, estará en la FIL de Guadalajara charlando de lo que tan bien sabe hacer: escribir.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses