A unos días de que el ciclo de debates presidenciales termine, con su tercera edición que tendrá como sede la ciudad de Mérida, hay muchos aprendizajes para todos los mexicanos.

En muchos casos son aprendizajes políticos y sociales, en otros son técnicos y logísticos sin duda para todo serán aprendizajes de vida los que tendremos a partir de este 2018.

En lo personal mi aprendizaje personal tuvo que ver con desvestirme de mi clásica posición escéptica y algo ácida sobre el papel al que están llamados los jóvenes de nuestro país en la actualidad.

Como buen chavorruco que ya va a la mitad del cuarto piso caí en el típico error de vanidad generacional al pensar que eran pocas las cosas positivas que los millenial tienen para sacar a flote a nuestro país.

Me declaro arrepentido de tan estrecha forma de pensar y permitan que les explique por qué.

Todo inicia en el debate presidencial de Tijuana, el pasado 20 de mayo. Cualquier persona que haya realizado una producción para medios de comunicación sabe que la imagen que se presenta en una pantalla de TV, de una tablet o en un Smartphone es solamente el producto final de un arduo proceso de trabajo creativo y logístico de equipos de decenas de personas.

En el pasado debate presidencial más de 10 millones de mexicanos vimos por algunos de estos medios audiovisuales cómo los cuatro candidatos que se conservan en la carrera presidencial emitían juicios, hacían propuestas y trataban de atraer a la audiencia hacia su candidatura.

Lo que muy pocos pudimos ver fue el esfuerzo que se realizó tras bambalinas, esfuerzo que arrancó en diciembre de 2017 con los acuerdos del INE que daban banderazo de salida a lo que sería un cambio sin precedentes en la forma de hacer campañas políticas en México.

La Universidad Autónoma de Baja California (UABC) además de ser la sede del primer debate con formato de Town Hall Meeting de la historia electoral del México moderno apoyó al equipo de producción y logística del INE ofreciendo con estudiantes voluntarios.

Por supuesto que mi reacción inicial fue de resistencia. Pensé que sería mejor que no intervinieran, que lo dejaran a las personas que ya sabemos de qué lado masca la iguana y mil lugares comunes más que tenía llenando mi cabeza. Que equivocado estaba.

Los estudiantes con los que tuve el privilegio de trabajar me demostraron que todas esas tonterías mías eran meros productos de mi imaginación.

Desde el minuto uno que trajeron a los chicos no vi nada más que buena disposición, sentido del humor ante las dificultades, buena disposición a apoyar en un área delicada y compleja, mostrando cortesía e inteligencia para resolver los problemas que inevitablemente surgían por la magnitud del evento.

Sin embargo, la cosa no paro ahí.

Al momento del debate pude contemplar los pronunciamientos de los cuatro candidatos mientras compartía una sala de la biblioteca de la UABC con un centenar de los voluntarios de esa casa de estudios y debo decir que, más allá de formatos o quién consideremos vencedor del segundo debate presidencial, pude recuperar mi fe y mi esperanza en al futuro de nuestro país.

Aún más que la final del fútbol que antecedió al debate, los muchachos que se encontraban ahí aplaudieron, se rieron, cuestionaron, apoyaron y atacaron a los cuatro aspirantes presidenciales con un convencimiento completo.

El orden y respeto nunca se perdió entre ellos a pesar de las diferentes preferencias que mostraban, tanto los del giro como los del colorado se encontraban convencidos de que su gallo era el mejor pero no recurrieron a insultos ni ataques entre ellos para demostrarlo.

Fue en esas dos horas con ellos que mi esperanza se restauró, supe que no era cierto que ser millenial era sinónimo de desinterés por la política y comprobé que, parafraseando a Sandino, somos muchos más de cien los que amamos a nuestro país.

Quizá lo que nos falta es voltear a ellos y tratar de aprender como dejar atrás nuestros odios y prejuicios arraigados, a estar convencidos de nuestras ideas políticas, pero sin añadir agresión u encono. A entender que la democracia es un juego donde a veces se gana y a veces se pierde y que eso no debe impedir que juntos construyamos un país cada vez mejor

El debate nos proporcionó mucha información para emitir nuestro voto en unas cuantas semanas, Pero el aprendizaje verdadero lo obtuve de personas a las que le doblo la edad pero que me superan en ganas de revertir la mala situación de nuestro México

Creo que todos deberíamos ver más de cerca a nuestros jóvenes, en ellos está la solución a nuestros errores. Aprendamos a amar México como si fuéramos jóvenes siempre.

Gracias, muchachos.

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