Por: Edilberto Huesca Perrotín

Haber cursado mis estudios en la UNAM ha sido para mí uno de los mejores recuerdos de mi vida y una de las más grandes satisfacciones. La UNAM no sólo nos proporciona conocimientos: nos provee de una visión de vida a través de las victorias y los fracasos que van forjando nuestro carácter, inculcándonos valores de convivencia, de igualdad, de libertad de pensamiento, de disciplina, de honestidad, de respeto, de tolerancia y pluralidad, entre muchos otros.

Si bien al pensar en la Universidad vienen a nuestra mente sus edificios emblemáticos con murales de grandes artistas, la UNAM, nuestra UNAM, va más allá de eso. La UNAM es el conjunto de docentes, estudiantes y trabajadores que viven el día a día forjando el futuro de hombres y mujeres. Allí es donde se encuentran hora tras hora generaciones distintas que modelarán el mundo a través del intercambio de ideas y opiniones. Allí es donde nos entrenamos para ser mejores profesionistas y profesionales; mejores personas, para no perder la empatía que nos hace humanos.

Estudiar en la UNAM debe hacernos conscientes del sacrificio que hacen los contribuyentes para tener la oportunidad de desarrollar nuestras habilidades y aptitudes en bien de la comunidad. Los profesores están allí no por un currículum o una cuantiosa paga, ellos están allí por amor a la enseñanza, a los estudiantes y a la patria.

Ser universitario es gozar de un sinnúmero de beneficios. La UNAM invierte hoy por hoy una cantidad muy importante para ofrecer acceso gratuito a muchas herramientas de desarrollo del conocimiento, fundamental en la formación del ser humano y del profesional. Es gracias a que la UNAM solicita una cuota tan mínima, que muchos podemos pasar por sus aulas. Es innumerable la cantidad de alumnos que, gracias a la gratuidad de la UNAM y sus múltiples servicios, han obtenido un título que en muchos otros lugares del mundo hubiera sido sólo un sueño lejano.

Hoy soy uno de muchos privilegiados en una multitud de páginas que conforman la larga historia de nuestra Universidad Nacional, que ha caminado unido a un mar de alumnos y exalumnos equipado con libros, ilusiones y entusiasmo. Un privilegio que es posible gracias a incontables personas que, por su generosidad, hacen posible que accedamos a estudios superiores de calidad, alcanzando nuestro sueño de forjarnos un futuro digno.

Por todo ello, estar orgulloso de ser universitario es también estar orgulloso de ser mexicano y con ello tenemos un compromiso implícito con las generaciones de universitarios que vienen detrás y las que se seguirán sumando a lo largo del tiempo, buscando a través de sus propias y legítimas aspiraciones personales obtener los conocimientos, las capacidades, las habilidades para ser útiles a la sociedad desde diferentes ángulos del conocimiento y el profesionalismo.

Nuestra benemérita Universidad ha formado en sus aulas una variedad de personalidades en diferentes actividades del conocimiento, destacadas por su gran talento profesional, que han dejado honda huella en el servicio a México.

Hoy más que nunca nuestro país necesita de la unión de todos los mexicanos; de todos los que hemos recibido un beneficio intangible y de inmensurable valor como es el conocimiento, la educación, la visión de vida que ha inspirado y forjado nuestra trayectoria profesional y de vida, permitiéndonos servir al país.

La Fundación UNAM desarrolla una labor difícil y digna de todo encomio, recaudando ingresos para apoyar, mediante programas de becas, a los alumnos de escasos recursos con el fin de que concluyan sus estudios.

Como ciudadano, exuniversitario y empresario, representa no sólo un privilegio; constituye una obligación ayudar a otros a concretar sus sueños, sus aspiraciones, en beneficio propio y del país.

La Fundación UNAM necesita nuestro apoyo; unámonos a tan loable esfuerzo como una expresión de agradecimiento y solidaridad con los que menos tienen y anhelan ser parte de la UNAM.

Y con ese orgullo de ser por siempre universitario, de pertenecer a la UNAM, hoy vuelvo la mirada hacia aquella Ciudad Universitaria, imponente y orgullosa, que me ilusionó, aquella arquitectura que me vislumbró, aquellos años en sus aulas que formaron mi carácter y que me hicieron soñar con un gran futuro; futuro y sueños que deseo cumplan otros jóvenes que vienen empujando por un México mejor y más fuerte.

Miembro del Consejo Directivo de la Fundación UNAM y presidente Ejecutivo y del Consejo de Administración de NRM Comunicaciones

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