El lunes 18 de marzo, en el aniversario 81 de la expropiación petrolera, hablaron el presidente, la secretaria de Energía y el director general de Pemex. Lo más importante no fue lo que dijeron, sino lo que no dijeron.

No dijeron nada, y es una mala noticia, respecto a un nuevo o al menos un mejorado plan financiero para apoyar la precaria situación económica de Pemex. Es más, ni al secretario Urzúa ni al subsecretario Herrera se les vio en “la mañanera” o en el evento en Tula. Lo más cercano a los temas económicos fue la mención del ya conocido plan de 5 mil 500 millones de dólares. Pero nada se comentó acerca de una inyección adicional de recursos frescos.

No dijeron nada, y eso es buena noticia, de aquella pésima idea de tomar 15 mil millones de dólares del fondo petrolero. Ojalá no se la estén guardando. Ojalá ya se hayan arrepentido.

Tampoco dijeron nada de que urgen cambios en el estrangulante régimen fiscal para aliviar la presión económica. Ni de la renegociación de la deuda o la cancelación de proyectos sin sentido, como Chicontepec.

Y con todo ello, no me queda claro que hayan entendido que el más grave problema de Pemex es financiero.

Sí dijeron que se respetarían los resultados de las primeras licitaciones de bloques al sector privado. Pero lo que no dijeron, pero se entendió claramente, fue que detrás del reclamo del presidente hacia los ganadores de las rondas de la reforma energética porque no han producido ni un barril de petróleo, parece estar considerando concederles un periodo de gracia para que efectivamente lleguen las inversiones y comience a recuperarse la capacidad de extracción de crudo; de otra forma, entonces quién sabe si se mantendrá el discurso de que respetarán los contratos. La cuenta regresiva de la 4T está corriendo.

Sí dijeron que van a invertir más en pozos. El director de Pemex parece que finalmente identificó uno de los más graves problemas de la empresa que recibió: el declive en la extracción de petróleo crudo. El diagnóstico que hace de la situación es impecable: se dejó de invertir en pozos exploratorios y productores (de mil 200 a sólo 160 en el sexenio de Peña). La conclusión es clara: sin inversión no hay extracción. Por eso, ahora proponen invertir en más de 500 pozos durante 2019. Gran idea. El único problema es que sigue sin quedar claro de dónde van a sacar el dinero, pues las planean hacer sin capital privado y sabemos que Pemex no tiene recursos. Ahí se escuchó otro tropezón: volvieron a la carga contra las calificadoras, argumentando que cuando se invirtió menos se subieron las calificaciones, y ahora que se piensa invertir más, les dicen que les bajarán la calificación. Ese no es el problema. El problema es de dónde van a sacar el dinero para invertir, el problema es que las calificadoras no les creen que lo puedan hacer sin comprometer aún más la frágil economía de Pemex.

Y, ni hablar, sí dijeron que harán la refinería en Dos Bocas. A ver si no se vuelve el “error de marzo”. Llamó mucho la atención que la secretaria Nahle declaró muy orgullosa que los trabajadores de Pemex van a ser los encargados de la rehabilitación. Para ello, anunció, la refinería de Ciudad Madero cuenta con casi ¡5 mil trabajadores!, la de Salina Cruz con ¡2 mil 500! y la de Minatitlán con ¡3 mil 400! Lo que no dijo es que cualquier refinería eficiente del mundo, incluso la de Pemex en Texas, opera con 500 empleados. Eso, junto con decisiones operativas sin sentido tomadas en los últimos meses, como meterle crudo pesado a plantas que no están diseñadas para eso, ha dado al traste con la capacidad de refinación. Eso, por cierto, tampoco se dijo.


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