El presidente Meade encabezó la ceremonia solemne con doce comunidades indígenas, cuyos sanadores ofrecieron pozol, aguardiente, pollo y hojas de plátano a la Madre Tierra para obtener su permiso de que el gobierno federal inicie la construcción de uno de sus proyectos emblema.

Desde la campaña, pero sobre todo tras ganarle la elección a López Obrador, Meade insistió en su megaproyecto de infraestructura para detonar el desarrollo en el sureste del país: un tren maya.

Serio, concentrado, quizá recordando las palabras del presidente del Congreso, de su partido, claro, que lo elevaron a los altares como “iluminado, hijo laico de Dios”, el presidente mostró su respeto profundo a las tradiciones originarias.

Un día antes, su secretario de Hacienda había entregado el paquete económico al Congreso, con 6 mil millones de pesos considerados para el Tren Maya. “Ya para qué le piden permiso a la Madre Tierra, si ya le asignaron dinero en el presupuesto. Creen que el pueblo es tonto, pero el pueblo es sabio”, criticó el opositor López Obrador.

Fue más allá. El dirigente de Morena ofreció una conferencia de prensa en Palenque, donde arrancará el tren. Estuvo rodeado de científicos, ambientalistas, organizaciones de derechos humanos y colectivos de pueblos originarios que se han manifestado en contra de la construcción por los previsibles daños a la selva. Ahí, Andrés Manuel anunció que, en compañía de todos estos activistas, realizará un plantón sobre las vías que van a ser remodeladas, impidiendo las obras.

En otro punto de la misma localidad, Meade procedió al anuncio esperado: incentivos y subsidios a los empresarios del país que decidan invertir en el tren, porque “no alcanza el dinero público y tenemos que hacer una mezcla de recursos con los privados”.

No escapó a la oposición encabezada por López Obrador el mensaje subyacente: continuaba la era de los proyectos con “recursos mezclados”, con todo tipo de facilidades para los grandes contratistas. Lo peor, la víspera se supo que Juan Armando Hinojosa, dueño de Grupo Higa, formaba parte del grupo asesor del presidente Meade para el tren maya. Ya lo era del nuevo aeropuerto.

“Ni la burla perdonan...”, soltó López Obrador esbozando media sonrisa irónica. “Es el fraude perfecto: el Congreso a modo le aprueba todo al presidente y le garantiza cero vigilancia, luego sus amigos constructores se llevan contratos multimillonarios y aparte les dan ayudas, las instancias oficiales que cuidan el ambiente son mangoneadas y reciben órdenes de no obstaculizar nada, y a los pueblos indígenas no los escuchan y hasta se burlan de ellos con esta simulación”.

Y todo, remató López Obrador, “para construir un tren fifí al que los hermanos indígenas no se podrán subir de lo caro que va a ser”.

La fuerza de la denuncia lopezobradorista cuajó en una plaza llena que gritaba a coro: “¡Yo prefiero la selva!”, un hashtag que se ha vuelto viral entre los morenistas.

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