Cierre los ojos. No piense en ningún país ni en ningún nombre propio. Si le dicen que una medida presidencial generó desabasto de gasolina a los ciudadanos, ¿qué respondería si le preguntan si algo así baja o sube la popularidad presidencial? Si le dicen que una medida del mismo mandatario hizo que se debilitara la moneda de su país, ¿qué respondería sobre la popularidad del presidente?

Abra los ojos. Al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no le pasa lo obvio. La manera de evaluar y calcular los costos políticos es distinta. A él, cancelar el aeropuerto lo volvió más popular, aunque generara una mala señal a los poderosos mercados financieros. A él, el desabasto de gasolina que se agudizó por la mala implementación de la estrategia contra los huachicoleros lo volvió todavía más querido y aprobado entre sus gobernados.

Mientras los mercados financieros dudan, la confianza de los consumidores alcanza niveles no vistos en doce años, según el índice que la mide mes a mes. Mientras enfrenta críticas de especialistas, opositores y analistas sobre la implementación de su plan anti-huachicol que agudizó el desabasto, las encuestas reflejan que aun cuando el 60% de la gente ha sufrido en carne propia el desabasto, la inmensa mayoría apoya su estrategia, y su popularidad —que había caído tras la muerte de los Moreno Valle en el helicóptero en Puebla— repuntó a una nueva marca.

Frente a este decidido respaldo social, los efectos políticos que genera el gobierno del presidente López Obrador no se pueden seguir midiendo con los parámetros y fórmulas tradicionales. La gente le cree y le confía. Se lee rápido, pero es todo un cambio con respecto a otros presidentes. El presidente de México goza de un capital moral que por lo que parece hasta ahora, no necesita datos duros, explicaciones profundas, justificaciones sofisticadas, análisis técnicos. Basta con que lo diga él. La gente lo quiere, lo respalda, lo reconoce.

Recojo lo que publiqué el 9 de mayo del año pasado, en plena campaña presidencial, cuando todos los cálculos habituales decían que AMLO cometía demasiados errores que lo llevarían a caer en las encuestas:

Decían que ahora sí iba a bajar López Obrador porque se alió con El Napito y Elba Esther Gordillo, pero quizá para el grueso de la gente no representan nada, o incluso muestran a un Andrés Manuel que está dispuesto a negociar.

Decían que ahora sí iba a bajar López Obrador porque se opuso al aeropuerto y eso genera miedo en los mercados. Pero la inmensa mayoría de los mexicanos no se ha subido a un avión en su vida y no quiere que se destinen miles de millones de pesos a algo que no le sirve, y encima de todo, con el tufo de corrupción que emana de cuanta obra pública se hizo en el sexenio de Peña Nieto.

Decían que ahora sí iba a bajar López Obrador porque propuso la amnistía a los criminales. Pero en muchas partes del país se han cansado de las balas y los muertos y los desaparecidos, y de las estrategias de siempre con soldados, marinos, policías que no les acaban de resolver el problema.

Muchos “ahora sí va a bajar” siguieron después. Y nunca bajó.

Creo que vale la pena acordarse.

historiasreportero@gmail.com

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