En 1937, el escritor inglés Graham Greene inició una polémica que lo enfrentó con una de las industrias más prominentes de su época, la del cine hollywoodense. Por entonces, Greene hacía las veces de coeditor y crítico de cine en la revista Noche y Día, en la cual colaboraban personalidades como Elizabeth Bowen, Evelyn Waugh, Osbert Lancaster, Hugh Casson, Herbert Read, Hugh Kingsmill y Malcolm Muggeridge.

El 28 de octubre se publicó una reseña de Greene sobre la película Wee Willie Winkie, protagonizada por la estrella infantil Shirley Temple. El centro de la crítica fue la pretendida sexualización de una niña de nueve años a través de un vestuario compuesto por faldas cortas y de un lenguaje corporal que sugería flirteo con personajes mucho mayores que ella. Su artículo siguió una tesitura mordaz: “Sus admiradores, hombres de mediana edad y clérigos, responden a su dudosa coquetería, a la vista de su pequeño cuerpo bien formado y deseable, lleno de una enorme vitalidad”.

Twentieth Century Fox y los representantes de Temple demandaron a Greene y a la revista por difamación. Los abogados de la niña refirieron que el texto contenía “las calumnias más infamatorias que puedan concebirse. (…) Tan inmunda publicación estaba escrita y era justo afirmar que todo distribuidor respetable de Londres se negó a venderla. A pesar de lo cual, la empresa de la revista, sin duda con el objeto de aumentar las ventas, dio publicidad al hecho de que había sido prohibida”.

Greene relató en Vías de escape: “Hasta que una bomba derribó la pared de mi cuarto de baño, tuve pegada en ella la citación por demanda: alegaba que yo había acusado a la Twentieth de ‘seducir’ a Miss Temple ‘con propósitos inmorales’. (…) Lord Hewart, presidente de la Suprema Corte de Justicia, envió los documentos del caso al fiscal general y desde entonces figuro en los ficheros de Scotland Yard”.

El juicio se prolongó hasta los primeros meses de 1938, cuando Noche y Día ya se había declarado en quiebra y Greene había aceptado un trabajo que implicaba un largo viaje por Estados Unidos y México. De hecho, la fecha en que Greene fue citado a comparecer ante el juez —22 de marzo— se le declaró en ausencia.

Las sanciones que ameritó el caso fueron de 2 mil libras de compensación para Temple y mil 500 para la productora, estas últimas destinadas a la caridad. Los abogados de la demandante declararon que “si hubiera importado el dinero, habría sido difícil estimar la suma compensatoria. Probablemente la señorita Temple no sabía nada del artículo y no era recomendable que se le hiciera viajar a Inglaterra para asistir al juicio”. Concluyeron que, independientemente de la gravedad del artículo, la conciliación acordada había sido la vía idónea para resolver el conflicto.

Hubo una serie de rumores de que Greene viajó a México para huir del proceso legal y evitar ser extraditado, lo cierto es que lo hizo bajo contrato para documentar la represión de que eran víctimas los fieles católicos en los estados del sur del país.

En sus memorias, Shirley Temple hizo un recuento de todas las ocasiones en que Greene escribió sobre aquel disgusto y aseguró que el incidente tuvo un desenlace fructífero para los involucrados: Greene se alejó de la crítica de cine para consagrarse a la literatura y ella invirtió el dinero de su indemnización en bonos que se emplearon en favor de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial.

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