El 31 de julio, J. Santos Juárez Rocha, director de la policía municipal de Celaya, Guanajuato, salió temprano de su casa para asistir a una reunión. No llegó muy lejos: al subirse a su camioneta, unos pistoleros lo emboscaron y lo cosieron a tiros. Le llovieron cincuenta balazos, según reportes de la prensa local.

El asesinato del jefe policial no es el único evento de alto impacto que ha sacudido a Celaya en los últimas semanas. El 2 de julio, dos hombres fueron acribillados a las afueras de un bar conocido como “El Tropidisco”. En junio, tres personas fueron asesinadas con arma larga en un vehículo estacionado junto a una taquería.

En mayo, un hombre fue ejecutado al estilo mafioso, mientras comía en un restaurante. Un mes antes, en una cantina llamada “Canaca”, unos sicarios abrieron fuego, mataron a cuatro personas e hirieron a cinco más.

Todo esto es parte de una oleada de violencia que sacude a Celaya desde hace más de un año. En 2015, según datos de Inegi, 99 personas fueron asesinadas en ese municipio guanajuatense. En 2016, se contaron 135 víctimas, el mayor total de la historia de esa ciudad. Este año pinta similar: en los primeros seis meses de 2017, se abrieron 50 carpetas de investigación por homicidio doloso, el mismo número que en el mismo periodo del año pasado.

¿Qué hay detrás de este ascenso de la violencia? Robo de combustible, en primer término. El estado de Guanajuato se ha convertido, como Puebla, en zona de crecimiento de la industria del huachicol. Eso es particularmente cierto en los municipios de Salamanca y Celaya. Allí opera un personaje llamado José Antonio Yepes de la Cruz, alias El Marro, ubicado por las autoridades federales como uno de los principales huachicoleros del país. Además, cuando no están robando gasolina, Yepes y su banda se dedican, según reportes de la prensa local, al secuestro y la extorsión.

Esa actividad criminal ha atraído a peces más gordos. El fin de semana pasado, apareció, colgada de un paso peatonal, una manta firmada por el Cártel Jalisco Nueva Generación “Sucursal Celaya Guanajuato”. En ésta acusan al Marro de ser responsable de la muerte del director de la policía y anuncian de manera ominosa que “no pararán hasta terminar” con la banda rival.

No es la primera muestra de la presencia del CJNG en Celaya y sus municipios vecinos (Apaseo el Alto y Apaseo el Grande). Por ejemplo, un presunto integrante de ese grupo fue detenido en septiembre de 2016, como parte de la investigación de un homicidio cometido en el municipio de Salvatierra.

¿Y qué dicen las autoridades de esta oleada de violencia? Pues el secretario de Seguridad Ciudadana del municipio, César Vázquez Rivera, soltó esta joya a principios de julio: “No hay riesgo, pueden ir tranquilamente. Todas estas personas (asesinadas) traen ya de antemano antecedentes de que han estado involucrados en algunos eventos”. Un mes después, caía a balazos su jefe de policía.

Ante ese incidente, el gobernador de Guanajuato y posible precandidato presidencial panista, Miguel Márquez, hizo lo que ya es de rigor en estos casos: le aventó la responsabilidad al gobierno federal, por la falta de apoyo. El delegado de Segob, por su parte, se había enfrascado un par de meses antes en una controversia con el gobierno estatal, criticando que “el gobernador asuma una postura de eximir a su administración en el tema de seguridad”.

Y mientras todos se pasan la bolita y todos tratan de eludir su responsabilidad, arde Celaya y con ella todo Guanajuato. Esta batalla no tiene para cuando acabar.

alejandrohope@outlook.com
@ahope71

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses