Ayer, publiqué en la edición digital de EL UNIVERSAL (http://bit.ly/2Ucr3YT) unos comentarios a bote pronto sobre el nombramiento del jefe de la Guardia Nacional y los miembros de su coordinación operativa interinstitucional. Van hoy algunos apuntes adicionales:

1. El general Luis Rodríguez Bucio, designado por el presidente Andrés Manuel López Obrador como primer comandante de la Guardia Nacional, es un espléndido oficial, con una carrera muy distinguida y una amplia experiencia. Con las diferencias del caso, lo mismo vale para los miembros de la coordinación operativa interinstitucional. No tengo nada en lo personal en su contra.

2. Sin embargo, los nombramientos resultan problemáticos por varias razones. En primer lugar, se va a crear una suerte de mando dual en la Guardia Nacional. Dada la ubicación administrativa de la nueva corporación, el mando lo tendría que ejercer el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana. Pero, al ser un militar en activo, el comandante de la Guardia Nacional va a tener como superior jerárquico al secretario de la Defensa Nacional. Y aún después del próximo retiro del general Rodríguez Bucio (en agosto, según se informó), va a persistir la influencia de Sedena en la nueva institución. Eso va a debilitar al mando civil. Piénsenlo de este modo: si en un año, el general Rodríguez Bucio no da los resultados esperados, ¿el secretario Alfonso Durazo va a poder removerlo de su cargo? Francamente lo dudo.

3. Por otra parte, tal vez los nombramientos se apeguen al texto de la reforma constitucional (eso probablemente tenga que dirimirse en la Suprema Corte), pero ciertamente violentan el espíritu del acuerdo alcanzado en el Congreso de la Unión. La oposición aprobó la creación de la Guardia Nacional porque el gobierno y la coalición mayoritaria aceptaron que la nueva corporación tuviese un mando civil. Ese fue el corazón del arreglo. Y lo saben en el gobierno: por eso insistieron en que el general Rodríguez Bucio se encuentra “en proceso de retiro”. No lo presentaron como militar en activo, porque eso hubiese desnudado el engaño.

4. Todavía peor, ni siquiera se cuidaron formas mínimas. Si el retiro del general Rodríguez Bucio es inminente, ¿por qué no esperar algunos meses para hacer el anuncio? ¿Por qué la urgencia? Hoy por hoy, la Guardia Nacional no existe: no tiene ley orgánica, no tiene integrantes, no tiene instalaciones, no tiene presupuesto, no tiene nada ¿Por qué era indispensable nombrar a su comandante desde ya? ¿Por qué la provocación? ¿Por qué la bofetada?

5. Además de los temas de forma, me preocupa que estos nombramientos tengan efectos en cascada en estados y municipios. Múltiples policías y secretarías de seguridad pública estatales y municipales ya son encabezados por militares. Dada la clarísima orientación castrense de la Guardia Nacional, es probable que esa tendencia se acentúe. Con efectos perversos: en la medida en que se cierren espacios en las corporaciones policiales, se va a desincentivar la formación de mandos civiles. Eso a su vez reforzaría la primacía de los militares en las posiciones de mando, generando una tendencia irresistible hacia la militarización de todo el aparato de seguridad pública del país.

En conclusión, el presidente López Obrador ganó en este lance. Por la puerta trasera, impuso el modelo que quería desde el principio. Pero espero que se dé cuenta del costo de su victoria: debilitó el ya frágil control civil sobre las Fuerzas Armadas, envenenó la relación con la oposición y desaprovechó una oportunidad tal vez única para una reforma democrática de la seguridad en México. Ojalá no se acabe arrepintiendo de las decisiones tomadas en estas semanas.

alejandrohope@outlook.com.
@ahope71

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