En diciembre pasado, cuando iniciaba el debate legislativo sobre el tema, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, afirmó que “la Guardia Nacional será un modelo internacional como institución de seguridad”.

Dos meses después, tras la aprobación de la reforma constitucional que creaba a la Guardia Nacional, Durazo reiteró el pronóstico: “Se tratará de un cuerpo policial de excelencia con adscripción civil y formación homologada a la militar”.

Esa es, pues, la promesa. Pero la realidad parece estarse desviando del pronóstico

El pasado 13 de mayo, empezó el primer curso de inducción para integrantes de la Guardia Nacional. Está siendo impartido en las bases militares de Santa Lucía y San Miguel de los Jagüeyes, en el Estado de México. Participan 1,584 elementos del Ejército, la Marina y la Policía Federal y tendrá una duración de siete semanas.

De arranque, la corta duración ya es cuestionable. El Programa Rector de Profesionalización, el instrumento guía para la capacitación de policías, contempla una formación inicial de 972 horas de cursos para policías preventivos.

Es decir, los integrantes de la Guardia Nacional recibirán a manera de inducción menos de la tercera parte de los cursos mandatados por la norma. Eso no es problema para los policías federales, los cuales ya recibieron formación inicial, pero lo es para soldados y marinos que no han sido capacitados en los rudimentos del trabajo policial.

Pero el problema va más allá del número de horas de formación. En la última semana, he recibido de manera anónima mensajes describiendo las condiciones en las que están siendo capacitados los elementos de la Guardia Nacional. Transcribo parte de esos mensajes:

“Aquí [en las bases militares] hay carencias como agua caliente, comida muy racionada, falta de aulas. Las clases se están dando al aire libre y sentarse ya sea en una piedra o de plano en el piso. Faltan muchos instructores y muchos grupos se pasan las horas esperando y no llega nadie a dar el curso, y al final dirán que ya todos están capacitados.”

“Envían a los oficiales a capacitar en aulas improvisadas, sin material para los militares, marinos y PF [Policía Federal], sin material adecuado para los instructores”.

Además de las carencias materiales, las tensiones parecen estar a flor de piel entre los integrantes de los diversos cuerpos que integrarán la Guardia Nacional. Esto proviene de los mismos mensajes:

“Otro problema son los mandos militares que quieren ejercer su mando precario con personal de la PF y ayer personal de Gendarmería estuvo a punto de llegar a los golpes por ello porque un mando militar dijo apúrense ahí vienen como pendejos y ¡el compañero de Gendarmería le contestó igual!”

“Los mandos de los militares y marinos están acostumbrados a tratar a sus elementos como animales de corral ¿Creen que los PF somos igual?”

Además de esos mensajes, se difundió la semana pasada en medios una presunta carta de personal femenil de la PF, dirigida a la representante de esa corporación en la Coordinación Interinstitucional de la Guardia Nacional, Patricia Trujillo Mariel, en la que se quejaban de tratos discriminatorios por parte de personal militar en la base de Santa Lucía (http://bit.ly/2WVNpQS).

Estas quejas pueden o no ser representativas de la experiencia de los elementos que están siendo capacitados para formar parte de la Guardia Nacional. Pero las autoridades harían bien en tomarlas en serio. Y ya en ese camino, revisar el modelo de formación.

Un cuerpo de seguridad con capacitación escasa, con serias carencias materiales para la formación y atravesado por tensiones internas es todo menos una policía de excelencia.

alejandrohope@outlook.com.
@ahope71

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