El Diálogo por la Reforma Cultural que se realizó el lunes en el Centro Cultural Roberto Cantoral es, de muchas maneras, inédito en México.

Imaginemos, a partir de aquello en lo que coincidieron Alejandra Frausto, Raúl Padilla, Consuelo Sáizar y Beatriz Paredes que, como aseguran, la cultura se convierte en un eje prioritario para el desarrollo humano, comunitario y económico del país. El escenario, si cumplen su cometido, se transforma: Dado que somos una sociedad culturalmente diversa, la Secretaría de Cultura se llamará Secretaría de las Culturas. La inversión en el sector crecerá del 0.3% del PEF al 1%. Los artistas y creadores contarán con seguridad social y condiciones laborales justas. Tendrá lugar una profunda descentralización cultural. La transversalidad será un hecho con otras secretarías de Estado. Se generarán más estímulos fiscales para alentar la filantropía cultural y más becas. La educación artística será prioritaria. El sector, que genera entre el 3.4 (según INEGI) y el 7.4 % del PIB (según Ernesto Piedras), será un motor de transformación social y un sector estratégico en la economía, se dará un impulso a las industrias culturales y creativas, también a las artes y comunidades indígenas y más vida al patrimonio.

Salvo algunos cuestionamientos leves, prioridades, enfoques y trayectorias distintas, los representantes de la alianza “Juntos haremos Historia”, de la coalición “Por México al frente”, de la candidata independiente Margarita Zavala y de “Todos por México” coinciden en llevar a la cultura al centro del escenario y en la urgencia de una Reforma Cultural que en realidad ya comenzó, con la creación de una secretaría y las leyes generadas en la última década. Falta que se cumplan, como advirtió Frausto.

Es innegable el lugar que, por primera vez, toma el sector durante un proceso electoral. No es gratuito que, justo después del diálogo, Meade hiciera público el nombramiento de César Moheno, como su vicecoordinador de Cultura. Es gracias a la presión social y algunas prácticas inéditas. ¿Cómo se llegó a un diálogo impulsado por la sociedad civil, como el de antier en el Cantoral?

Eduardo Cruz Vázquez, del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (Grecu) de la UAM, convoca a 40 expertos a escribir un capítulo de su especialidad para integrar el libro ¡Es la reforma cultural, Presidente! que publica Editarte, de Francisco Moreno. El título reúne propuestas para el sexenio 2018-2024, sale a la luz hace cinco meses y se presenta, a partir de la FIL de Guadalajara, en más de 20 espacios a lo largo del país, desde Tijuana hasta Mérida. Se les entrega a los candidatos a la Presidencia. Se abre una petición en change.org en la que más de 2 mil personalidades del sector cultural solicitan un diálogo a los presidenciables. Sus representantes de Cultura leen el libro y aceptan un diálogo abierto al público. La Sociedad de Autores y Compositores de México abre su espacio. El registro electrónico, vía Internet, ofrece 800 lugares, todos gratuitos. El foro se llena y el diálogo tiene 20 mil seguidores vía streaming.

Moderado con serenidad y en tono antisolemne por Eduardo Cruz y Francisco Moreno, el diálogo es resultado de un ejercicio democrático inédito y eso ya es destacable. Los participantes expusieron sus proyectos, con puntualidad, manejo de datos y ancho de miras, a lo largo de tres horas. Se respiró buen nivel, inteligencia, civilidad, un clima respetuoso y sin estridencias. Para algunos “faltó sangre”, les pregunto si no tienen suficiente con la que se derrama en este país.

“Salgamos del tercer mundo con nuestra cultura de primer mundo”, decía Carlos Fuentes, como evocó Padilla al final del encuentro. Yo recordé la cita de Alfonso Reyes: “Entre todos lo sabemos todo”.

adriana.neneka@gmail.com

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