Ana tenía 15 años cuando visitó México por primera vez y se alojó en mi casa durante una semana, como parte de un intercambio amistoso y en retribución por el hospedaje que su familia le dio a mi hija en Madrid. La llevamos al Zócalo y al Templo Mayor, al Castillo de Chapultepec, a Xochimilco… pero lo que más le impresionó fue el Museo Nacional de Antropología. Al salir de la sala Mexica me dijo: “Tenemos que pedirles perdón”. Sorprendida le pregunté: “¿Por qué?”. Respondió con cara de apuro: “Es que iban tan bien cuando nosotros llegamos a conquistarlos”.

Nadie niega la historia: la violencia de la Conquista, la imposición religiosa, el saqueo cultural… Pero ¿desde dónde; cuándo y cómo se reclaman hechos acontecidos hace 500 años? Y sobre todo ¿con qué fin? Ya en 1992 se dio una gran polémica entre los historiadores Edmundo O’ Gorman y Miguel León-Portilla acerca del “encuentro o encontronazo” de dos mundos. La diferencia es que, en esta ocasión, es el Presidente de México el que la revive. ¿Desde dónde? Desde su tierra, Tabasco. ¿Cuándo? Horas después de una conferencia de prensa en la que, de nuevo, llamó “conservadores”, “ fifís”, y “adversarios” a sus críticos. ¿Cómo? Al detallar en Comalcalco primero, y luego en Centla, el contenido de las cartas que envió al Rey de España y al Papa Francisco invitándolos a pedir perdón a los pueblos originarios por “los asesinatos”, “la invasión”, los “actos de autoritarismo”, la violación a los “derechos humanos”…

¿Con qué fin? López Obrador asegura que es para cerrar heridas y alcanzar una reconciliación con miras a 2021, cuando se conmemoren los 200 años de la Independencia de México. Pero el modo no parece tan cortés ni el tono tan diplomático como para alcanzar ese objetivo. Porque alimenta más el resentimiento, el rencor, la exaltación de las masas (asómense a Twitter) y la polarización, que el diálogo civilizado para alcanzar esa cultura de paz que tanto necesitamos.

El reclamo, además, hace visibles algunas contradicciones. López Obrador asegura que en nombre del Estado él también pedirá perdón a los pueblos originarios por los abusos que se han cometido en los últimos 200 años. Lo invito a leer Flores en el desierto, de Gloría Muñoz Ramírez, y el testimonio de 10 mujeres indígenas, defensoras de su territorio y sus recursos naturales a quienes les han matado familiares, les han arrebatado sus ríos, sus montañas, su aire, el derecho a su lengua, y a veces su propia libertad… casi todo les han quitado, menos su espíritu de lucha y su vínculo sagrado con la vida. Lo invito a que se haga justicia a la comunidad y a los familiares de Samir Flores en Morelos, asesinado por defender su entorno como tantos ambientalistas en México. También lo invito a que haga una consulta auténtica a las comunidades que resultarían afectadas por el Tren Maya y a que se tome en cuenta con toda seriedad el punto de vista de arqueólogos y ambientalistas preocupados por los riesgos de una sobre explotación turística en la región.

En su discurso, el Presidente lamenta la excomunión de Morelos, pero su monumento en la autopista a Cuernavaca se cae en pedazos mientras la estatua que lo representa en bronce sigue embodegada desde la mutilación por robo que sufrió en 2012. Hace referencia al saqueo colonial, pero a las iglesias les siguen robando a diario piezas de arte sacro y el legado que sí conservamos en el Museo Nacional de Antropología pide a gritos la impermeabilización del edificio que lo resguarda. El problema de la falta de recursos se extiende a otros espacios como el Templo Mayor en donde justo antier se dio a conocer el hallazgo que podría llevar a la tumba de Ahuízotl, pero cuyo equipo de trabajadores sufre las limitaciones de un recorte presupuestal de 20%.

¿Será que la conservación del patrimonio cultural y ambiental entran en la categoría de lo “fifí”? ¿Qué diría Ana si supiera que el techo del MNA está a punto de colapsar y que de no recibir apoyo urgente cerrará sus salas?

adriana.neneka@gmail.com

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