Por Óscar Colorado Nates*

Andrés Manuel López Obrador caminaba por los pasillos del recinto legislativo, a punto de recibir la banda presidencial, cuando parlamentarios simpatizantes le cerraron el paso para felicitarlo. Era notable aquella la imperiosa necesidad de los presentes por generar un registro visual. Desde luego incontables congresistas se hicieron la selfie, pero los dispositivos móviles con cámara inundaron el espacio: teléfonos celulares y tabletas de todos colores y sabores generaban un registro personal en imagen fija o en video.

La creación de evidencia y la necesidad de documentar la vida y los hechos que nos rodean (desde lo banal hasta lo insólito) es un signo de los tiempos que vivimos. Dice Joan Fontcuberta que la fotografía constituye una auto-afirmación vital.

En el momento presente, la fotografía y el video se han convertido en auténticas marcas biográficas, huellas de nuestro paso por el mundo. La cámara se ha convertido en un vehículo omnipresente de auto-exploración y auto-. Y es que ahora ya no se trata de guardar “el momento Kodak”, sino de demostrar nuestra presencia en esos hitos. Hemos pasado del “esto era así” al “yo estaba ahí”.

Y, aparejado al fenómeno tecnológico de la cámara omnipresente en los dispositivos móviles, está el poder de estos ecosistemas visuales. Esto no ha pasado desapercibido por los políticos. Probablemente quien mejor lo comprendió y aprovechó extensamente fue Barack Obama quien se hizo seguir desde la campaña presidencial hasta sus ocho años en la Casa Blanca por Pete Souza. El fotógrafo reveló, con la venia presidencial, a la opinión pública aquello que permanecía cerrado. Si AMLO abrió las puertas de los pinos, Obama permitió al mundo asomarse a la West Wing de la Casa Blanca a través de la mirada de Pete Souza. Si bien este hecho fue un gran hito, no estuvo exento de su dosis propagandística. El fotógrafo oficial representaba siempre a Obama como un gran estadista, exaltaba su cercanía con la gente y le registraba siempre rodeado de símbolos de poder.

Mientras tanto, en la Región 4, Enrique Peña Nieto también abrazó, rápidamente, el poder de la imagen. El equipo de imagen de la presidencia tenía una primera tarea: Bajar las imágenes de las tarjetas de las cámaras, concentrarlas y eliminar las fotografías “memeables”. ¡Oh, iluso! Muy pronto, o quizá demasiado tarde, Peña comprendió que no podría controlar las redes sociales y fue el primer presidente que se vio sujeto al escrutinio del ciudadano común que se carcajeó impúdica, pública y abiertamente de sus pifias, y en incontables ocasiones que le atacó inmisericorde. Esto que jamás habría ocurrido en tiempos de López Portillo o Salinas formó parte de un nuevo momento para el cual el expresidente Peña simplemente no estaba preparado.

Pero la atención desmedida a la imagen de Obama o Peña no constituyeron cambios de paradigma. En cuanto llegó a la oficina presidencial, Trump cerró a cuenta de Flickr de la Casa Blanca.  Ya como presidente en funciones, Donald nombró a una jefa de fotografía (Chief Official White House Photographer, es el título formal) a Shealah Craighead, pero no se le dio, ni de lejos, una preponderancia como la que tuvo Pete Souza duranta la administración Obama. Y sorprende que un presidente de origen tan mediático (pensemos en todos los cameos de Trump en numerosas películas de Hollywood y su serie de televisión), le vuelva la espalda a la imagen de una manera tan franca.

Y, por nuestra parte, ahora tenemos el caso de Andrés Manuel López Obrador. A lo largo de su campaña no se le conoció un "fotógrafo en jefe". Desde luego que López Obrador está rodeado siempre de fotoperiodistas hecho que acepta sin mayor problema, pero él mismo no parece especialmente preocupado en controlar cómo se representa su imagen. No obstante, seguramente su círculo cercano tampoco habrá pasado por alto la importancia de la imagen del Presidente y, sin caer en los excesos propagandísticos de Obama, no sería mala idea contar con un ojo entrenado que asuma las funciones de una suerte de "fotógrafo en jefe". Otro asunto intresante: AMLO se deja hacer la selfie pero no recuerdo haberlo visto haciendo una, mientras que Peña Nieto no tenía empacho en tomar cualquier teléfono ajeno y hacer lo propio. Desde luego, entre las torpezas recientes del expresidente está aquel inolvidable momento en el que se hizo una selfie con un celular cuya caracasa protectora mostraba ostensiblemente el texto “AMLOVE”.

Pero Andrés Manuel, en verdad, no parece estar obsesionado por su propia imagen: Cuando subió a recibir la banda presidencial había quedado ligeramente despeinado ante la marabunta de apoyo que le recibió. Desde luego que Peña no tenía un pelo fuera de su lugar (cortesía del gel, también hay que decirlo).

Podemos recordar a muchos dictadores enamorados cual Narciso de su propia imagen (son tantos los ejemplos que ni siquiera viene al caso citarlos). Y no hay que olvidar que en los tiempos más álgidos de la hegemonía priísta se pintaban murales magnos con la efigie del Presidente en cuanto evento se podía.

¿Se podría hablar de una cuarta transformación de la imagen? Si pensamos en las grandes transiciones históricas de la imagen podríamos encontrar una  primera etapa, de la pintura a la fotografía, luego la evolución de la imagen fija al movimiento (el cine), en un tercer momento de la imagen analógica a la digital, y una carta transformación tenemos la actual convergencia de dispositivos móviles ampliamente accesibles con cámara incorporada, conectados permanentemente a internet y que forman parte del gran ecosistema de las Redes Sociales. De modo que sí es factible hablar de una cuarta transformación de la imagen. Y, a la par de la otra transformación (política, cultural, económica...), valdrá la pena estar con los ojos muy abiertos.

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Óscar Colorado Nates, editor de es fundador de , académico, crítico, analista y promotor de la fotografía. Realizó sus estudios doctorales de Ciencias de la Documentación en la Universidad Complutense de Madrid y de maestría en Narrativa y Producción Digital en la Universidad Panamericana donde es catedrático de Fotografía Avanzada.

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