Por Óscar Colorado Nates*

La tragedia del terremoto del 19 de septiembre de este 2017 nos ha sacudido en lo literal y lo metafórico. Ya había comenzado todo con los sismos que afectaron al sureste del país a principios de mes. En aquel entonces surgieron memes por doquier y critiqué en su momento a los que se hacían la selfie (políticos y celebridades) aprovechando la desgracia.

Ahora nos tocó de cerca. En esta ocasión la solidaridad fue patente. No había humor ni tiempo para memes. La propia gente rechazó a “zapes” a más de un político que llegó a la escena: si tenían alguna intención de hacerse la selfie, les fue imposible. Y muchas celebridades mantuvieron un perfil bajo incluso en la ayuda para evitar protagonismos. Me pareció especialmente afortunado el actuar de Diego Luna.

Sin embargo, para quienes estamos inmersos en el mundo de la fotografía, surgió un debate: ¿Hacer o no hacer fotos? ¿El levantar la cámara se convierte, en estos casos, en un hecho frívolo, insensible o incluso cruel? Y no hablo de la foto casual con el celular, sino del fotógrafo que encuadra, compone. Por ahí en las redes sociales ví un comentario acre de un amigo que criticaba el cómo se puede hacer arte en medio de la tragedia.

Me parece que hay varios casos que nos pueden servir como puntos de referencia. El primero es de un aficionado: un joven ingeniero que se interesaba por el arte, que desde jovencito usaba la cámara y se había convertido en un fotógrafo de puestas escénicas de primera. Tenía el ojo afinado, dominaba la cámara y respiraba fotografía. Se llamaba y un día recibió la noticia: Praga estaba siendo invadida por los soviéticos con tanques. El joven Koudelka salió a la calle con la cámara y capturó eso que hoy conocemos como Praga ‘68 y se convirtió en un espejo de su dolor y una ventana hacia lo que ocurrió en aquella ciudad. Koudelka no era un profesional, pero utilizó su cámara como un medio de expresión en medio del dolor.

El segundo caso fue el otro 19 de septiembre, pero de 1985. Hace un par de años Ulises Castellanos impulsó la con las imágenes de muchos fotoperiodistas que capturaron la tragedia. Es un documento crucial, indispensable. Las miradas del propio Ulises, Marco Antonio Cruz, Frida Hartz, Francisco Mata Rosas y tantos otros dieron cuenta de una de las catástrofes naturales más importantes en la historia de México. En este caso eran profesionales entrenados, cuya misión era hacer las fotografías.

Así, tenemos dos posibilidades: la del entusiasta de la cámara que sale con su dispositivo a pesar del dolor y la del profesional que tiene un deber informativo.

Creo que ambas son funciones esenciales porque, a veces se puede olvidar, una parte crucial de la fotografía es su destino como memoria y archivo. Sin la labor informativa de los medios de comunicación y sin el trabajo de los koudelkas mexicanos contemporáneos no dejamos una huella visual, fotográfica, sobre este suceso.

Me parece que la labor del fotógrafo en estas tragedias es difícil, incluso habrá quien la pueda cuestionar, pero estoy convencido de que es una tarea urgente, indispensable. En una tragedia de este tamaño, cada quien debe hacer lo que le toca y aportar lo suyo: El que sea rescatista a subir a los escombros, quien sepa cocinar a generar comidas para los encargados del rescate, los médicos a curar. Y los fotógrafos a fotografiar, que es lo que nos toca.

* Óscar Colorado Nates, editor de es crítico, analista y promotor de la fotografía. Miembro de y fundador de. Catedrático de Fotografía Avanzada en la Universidad Panamericana (CDMX).

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