Ella es víctima de trata desde los 9 años de edad y hoy está acusada por ese delito, Trata de Personas, y recluida en el Centro de Readaptación Social femenil Santa Martha Acatitla. Tiene 26 años de edad. Su historia, su falta de conocimiento y sus sueños ahogan mi corazón en una profunda tristeza.

Platico con Lili*. Me cuenta su historia. Podría sonar un tanto cliché, porque repite los patrones de muchas otras, pero no por eso es menos desgarradora. Al contrario. Es trágica. Nació en Puebla y, cuando niña, fue vendida por su familia a un tratante. Un hombre (sí es que así se le puede llamar al sujeto) de Tlaxcala, dedicado, junto con su familia, al tráfico de menores y la trata de personas.

El lugar de sus pesadillas es la Merced.

"Yo no sabía que la prostitución era un delito. A mí me acusan de trata de personas con otras compañeras, pero realmente mi delito es la prostitución", me cuenta. De nuevo, la impotencia y coraje de escuchar otra historia de injusticia social y violencia de genero.

Tras cuatro abortos (nunca en un hospital o clínica, todos producto de los golpes que su tratante le propinaba, pues no era “negocio” para él tenerla embarazada) y tres embarazos, a su corta edad, Lili ha experimentado el infierno en vida y ella ni siquiera lo sabe.

"¿Mi miedo más grande?", repite mi pregunta, "no poder encontrar a mi hijo de tres años (los que lleva recluida), ya que mi pareja (su tratante, pues) me lo quitó cuando di a luz y ahí fue la redada en el prostíbulo donde me tenía trabajando”, relata. El padre de su hijo y tratante es buscado por el gobierno estadounidense por tráfico de menores.

Lili es una de las 12 mil 132 mujeres que están presas en México, y forma parte del 88% que son madres.

En Reinserta, de la mano con INMUJERES, elaboramos el Diagnóstico de las circunstancias en las que se encuentran las hijas e hijos de las mujeres privadas de la libertad. Las cifras tendrían que obligar a las autoridades a mirar una realidad que, para no pocas, permanece invisible.

Lili, como el 73% de las mujeres madres en prisión, era el sostén económico de su hijo, antes de ingresar a prisión. Por desgracia, ella forma parte de la inmensa mayoría de mujeres –el 76%- que, encarceladas, no reciben la visita de sus hijos.

Ella no entiende en qué momento de su vida, la injusticia social, la violencia y el maltrato se normalizaron para ella. Lo que es un hecho es que su encarcelamiento, no solo tuvo impacto en ella sino en su hijo quien, desde que su madre está detenida, no sabe nada de ella ni la ha vuelto a ver.

Al terminar su historia, la esperanza de buscar a su hijo le llena de luz esos ojos tan obscuros que la caracterizan.

Las cárceles de nuestro país están llenas de historias como la de Lili. Historias que gritan la urgencia de visibilizar lo invisible. Solo así, podremos tener un país donde se hable de justicia social y derechos humanos para todas y todos.

*respetando su anonimato, Lili es un nombre falso

Presidenta y cofundadora de Reinserta AC

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