Texto: Magalli Delgadillo y América Benítez

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Miguel Ángel Garnica

Valentín Benítez, quien ahora tiene 80 años, conoció a David Alfaro Siqueiros hace poco más de cinco décadas. No sabía quién era ni se percató, en su momento, de la gran obra que estaba realizando en el Polyforum Siqueiros. Sólo los saludó algunas veces de mano y otras de lejos. Lo recuerda como una persona amable y educada:

“Nos ‘rozábamos’ seguido: él pintaba y yo trabajaba como maestro en la decoración, cuando comenzó (el mural)”, dice con voz firme al revivir el recuerdo.

Benítez se dedicó cerca de 60 años a embellecer lugares: realizaba bocetos y planos de teatros, oficinas, restaurantes, entre otros espacios para saber qué mobiliario y alfombras pondría, combinaba colores, diseñaba las mesas, escritorios, tapicería y sillones de acuerdo al sitio y su uso.

Su oficio lo llevó a trabajar en el entonces nombrado Hotel de México (hoy World Trade Center). Benítez era el encargado de dirigir los detalles que harían más elegante ese edificio y el teatro que se encuentra dentro del Polyforum.

En ese lugar conoció al controvertido pintor: David Alfaro Siqueiros. Recuerda que él siempre era cordial con las personas: “y como yo era el maestro nos saludábamos mutuamente. Era amable, (pero) enojón con sus ayudantes de la pintura”.

El muralista mexicano rebelde y revolucionario
El muralista mexicano rebelde y revolucionario

El señor Valentín Benítez siempre había sido aficionado al balompié y, en esa época, tenía un equipo de futbol con personas que trabajaban en la obra: “Necesitábamos una recomendación firmada para el administrador de La Ciudad Deportiva y que nos dieran permiso de realizar algunos juegos y una cancha con pasto”. Siqueiros firmó con gusto ese documento y los empleados quedaron agradecidos con el genio rebelde, de quien quizá desconocían su historia.

La vida del artista, era ocupada y de disciplina, pues tenía en sus manos un gran proyecto: El Polyforum (que después llevaría su nombre), el mural más grande del mundo (con ocho mil 700 metros cuadrados), compuesto de 18 obras sobre la industria y el campo (comenzado a planear en 1965 e inaugurado en 1971).

El muralista mexicano rebelde y revolucionario
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Por ello, pasaba largas horas en aquel sitio y completaba su labor en su taller ubicado en la calle Tres Picos, Polanco. El señor Valentín recuerda la rutina del genio rebelde así:

—¿Qué hacía además de laborar?

—Todos los días el artista checaba el espacio donde iba a pintar y colocaba andamios, comenzaba a trabajar, se iba a comer y regresaba. Ahí comía en algunos de los restaurantes cercanos.

—¿Fumaba?

—Que si fumaba. Sí, siempre andaba con el cigarro. Trabajaba con unas 15 o 20 personas (también dibujantes o pintores) y sí los regañaba.

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Valentín Benítez, quien a sus casi 80 años, recuerda cuando trabajó con David Alfaro Siqueiros.


Su vida fue un pincelazo con muchos colores
 

Pero la historia del gran pintor José de Jesús Alfaro Siqueiros (mejor conocido como “David”, sobrenombre puesto por su esposa, Graciela Arenal, por considerarlo tan atractivo como la escultura de Miguel Ángel) comenzó el 29 de diciembre de 1896, cuando nació en Camargo, Chihuahua.

 

De acuerdo con el artículo “Siqueiros antes de Siqueiros” de Xavier Moyssén, Alfaro tampoco nació donde dijo que sucedió (en el norte del país), sino en Arcos de Belén, Ciudad de México; sin embargo, por su gusto y admiración por lo revolucionario, empatía con el pueblo y disgusto con las injusticias de las autoridades, decidió que su lugar de origen fuera el mismo que varios caudillos que admiraba.

Sus padres fueron Cipriano Alfaro y Teresa Siqueiros, ambos muy dedicados a la fe católica. Con estas bases religiosas lo inscribieron en un colegio de Maristas, pero esta manera de pensar se fue saliendo de su cabeza conforme el comunismo ocupaba sus ideas y la pintura le daba color a su vida.

Fue educado por su padre y, después, desde muy pequeño, se fue a vivir con sus abuelos a Guanajuato, pues su madre murió cuando él era muy pequeño. Incluso tuvo medios hermanos, pues su padre, quien era abogado, se volvió a casar en 1913, pero no le gustaba hablar sobre el tema.

La formación liberal fue heredada por su abuelo Antonio Siqueiros, quien además lo metió en el mundo de las figuras y tonalidades. A los 15 años se fue a vivir a la Ciudad de México para estudiar, por las mañanas, en la Escuela Nacional Preparatoria y por las noches, pintura en la Academia de San Carlos. Ahí, comenzó a ser más visible su pensamiento rebelde (para la época), pues de esta última institución, lo expulsaron por participar en una manifestación política para cambiar el sistema de enseñanza.

Al mismo tiempo, las ideas inculcadas por su abuelo continuaron burbujeando en su cabeza hasta que, a los 17 años, tomó la decisión de integrarse a las filas del Ejército Constitucionalista contra Victoriano Huerta. Ahí, llegó a ser miembro del Estado Mayor del general Manuel M. Diéguez, en la época de la Revolución.

El muralista mexicano rebelde y revolucionario
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En el gobierno de Álvaro Obregón no sólo sobresalieron los reclamos, las balas y luchas, sino un movimiento artístico: el Muralismo Mexicano y años después, Siqueiros resaltó en esta manera de pintar y manifestar sus inconformidades contra el gobierno.

De esta actividad política obtuvo un beneficio para su verdadero gusto, pues en 1919 le pagaron un viaje a París, donde continuó su educación en pintura y conoció a Diego Rivera.

Se casó tres veces: la primera vez en 1918, con Graciela Amador y su relación duró cerca de 11 años; después, con la poeta uruguaya Blanca Luz Baum (1929 a 1933) y a quien aceptó con un hijo de su primer matrimonio; finalmente, en 1937 conoció a la periodista Angélica Arenal, con quien se unió, fue su compañera durante más de 30 años y tuvo una hija, Adriana.

En Barcelona (1922), publicó la revista Vida Americana, donde escribió ideas para renovar el arte plástico. Regresó a México ese mismo año, con una visión diferente para continuar retratando a los mexicanos y la realidad del país.

Además, de que su venida a México fue por la invitación de José Vasconcelos, entonces secretario de educación pública, para pintar un mural (de 42 que realizó en total), donde plasmó a San Cristóbal y una mujer india como representación de la conquista espiritual y el mestizaje. Los temas recurrentes en sus obras fueron la historia mexicana, la lucha social y de clases.

Entre los más destacados están sus murales en el Palacio de Bellas Artes, “La nueva democracia” y “Cuauhtémoc redivivo” (hechos entre 1944 y 1949); en la Ciudad Universitaria, UNAM (de 1952 a 1956) realizó “El pueblo a la Universidad”, “La Universidad al pueblo”, “Las fechas de la historia de México” y “Nuevo emblema universitario”. Su último mural fue “La marcha de la humanidad” en el Polyforum con su nombre inaugurado el 15 de diciembre de 1971.

El muralista mexicano rebelde y revolucionario
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En 1919 realizó, por lo menos, tres portadas para EL UNIVERSAL ILUSTRADO, donde plasma la figura femenina en distintos colores. La primera se publicó el 3 de enero, la segunda el 24 de ese mismo mes y la tercera el 7 de marzo.

En 1958 realizó una pintura futurista que marcó su vida: un lienzo titulado “La futura victoria de la ciencia médica sobre el cáncer” en una pared del departamento de Oncología del Centro Médico Nacional.

Esa etapa quedó encerrado por varios años: la primera en 1930 y la segunda en 1960, condenado a ocho —pero le redujeron el castigo a cuatro por las obras importantes que había pintado—, acusado de alteración social.

El muralista mexicano rebelde y revolucionario
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Su primera visita a “la Peni” fue por ser acusado de “rebelión, motín, sedición y de estar implicado en un atentado contra el presidente Pascual Ortiz Rubio”, de acuerdo con el Archivo General de la Nación.

Sin embargo después de eso continuó visitando países con las maletas llenas de pensamiento comunista y donde su espíritu político volvió para “atormentarlo”. Durante su estancia en Europa, realizó una serie de actividades políticas que, de alguna manera, interrumpió su lado creativo: dos años después de haber estado encerrado, expuso en el Casino Español obras realizadas durante su estancia en la prisión; también viajó a Los Ángeles, donde pintó varios murales, pero no permaneció mucho tiempo, pues el gobierno le negó la renovación de su permiso para estar ahí, así que su nueva casa fue Montevideo, Uruguay. Un año después, vivía en Argentina y fue expulsado y en 1938 participó en la Guerra Civil Española, donde se ganó el sobrenombre de “el coronel” por su entrega en las batallas.

En 1960, volvió a dibujar en los lienzos grises y donde ya se había expresado coloridamente: Lecumberri. Esta vez, acusado de disolución social.

El muralista mexicano rebelde y revolucionario
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Aún ese lugar de lúgubres colores, continuaba pintando en las paredes en caballete. Incluso en el texto Vida, pasión, anécdota y muerte del “Coronelito” de Carlos Sampelayo se menciona que se dedicó a pintar en caballete y en una ocasión realizó un árbol con rosas que regaló a su tercera y última esposa, Angélica, con la siguiente dedicatoria:

“Angélica: en tu día no un ramo, sino un árbol de flores. Angélica: me preguntas con tu bellísimo poema: ¿Fueron tus lágrimas o las mías? La noticia me dejó sin habla. Te contesto: fueron 3 los llantos... pero tú y yo juntos repararemos como creces el ultraje cobarde a los tres. Cárcel Preventiva 5-6-63”.

También pintó en un biombo que hizo especialmente para una obra de teatro escrita y actuada por los reos de aquel lugar. En la representación titulada “Licenciado no te apures” dejó plasmada cada una de las etapas de los prisioneros y la libertad. Esta pintura fue subastada en 2015, a un precio de 3 millones 800 mil pesos.

En el mismo texto de Carlos Sampelayo se encuentra la siguiente respuesta respecto a sus continuas visitas al Palacio Negro:

“Parecía orgulloso de haber estado en la cárcel. No le echaba la culpa ni al Gobierno:

-He estado varias veces en la penitenciaría de Lecumberri. Por cierto, ¿quién sería Lecumberri? En una de ellas, había una celda vecina a la mía un turco, que me daba lástima. Hablando con él, me imaginaba estar preso en una cárcel de Ankara. Yo le daba la fruta que me traía mi mujer, los mangos sobre todo”.

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Imágenes del mitin en apoyo a la Revolución cubana que celebró otro más de los aniversarios de su inicio el 26 julio 1953. En el acto estuvieron presentes: Gabriel Salas, Adela Salazar de Castillejos, David Alfaro Siqueiros, Guillermo Calderón, Gilberto Balan Pereira y el doctor Jorge Carreón en julio de 1964.

“En 1967 se le concedió el Premio Lenin de la Paz, que tiene una asignación de 28.000 dólares, y que Siqueiros envió al Vietcong para contribuir a la lucha por la liberación de Vietnam”, de acuerdo con Sampeyo.

Después de esta complicada etapa de cuatro años, en 1965, el genio de los murales se embarcó a otro viaje, invitado por Manuel Suárez: hacer el mural más grande del mundo: el Polyforum, mural que sólo puede ser observado cuando las personas caminan, lo recorren y descubren sus varias aristas y que además fue declarado, en 2014, por las autoridades capitalinas como Patrimonio Cultural Urbano de la Ciudad de México.

El muralista mexicano rebelde y revolucionario
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Polyforum Siqueiros, el arquitecto Guillermo Rossel, el artista David Alfaro Siqueiros y don Manuel Suárez.

Actualmente, gracias a un fideicomiso (donde los inversionistas son la UNAM, el INBA y la Secretaría de Cultura) de 30 millones de pesos, será restaurada la totalidad de la pintura y se pretende que la obra tenga una duración de tres años.

Para la restauración, Alfredo Suárez Ruíz, presidente del Polyforum, se contempla una “esbelta torre de cristal de 48 niveles, uso mixto, zonas públicas y jardines desde donde se podrán ver los murales”, de acuerdo con una nota de seguimiento EL UNIVERSAL.

Siqueiros murió de cáncer prostático el 6 de enero de 1974. Sus restos fueron inhumados y se le hizo un homenaje en la Rotonda de Hombres Ilustres, en el Cementerio Civil de Dolores. Además, se le rindieron honores en el Palacio de las Bellas Artes, y el INBAL (Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura). Se decretó un duelo de tres meses en todo el país.

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José Emilio Pacheco, José Luis Cuevas y el museógrafo Fernando Gamboa cargando el féretro que lleva los restos del gran artista Daid Alfaro Siqueiros.

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Los restos del artista David Alfaro Siqueiros durante la ceremonia en la rotonda de los Hombres Ilustres, ahora de las Personas Ilustres, donde descansa.

Su taller en Tres Picos, Polanco y el de Cuernavaca fueron heredados al país. Sin embargo, no fue el único patrimonio que dejó a su país. Las creaciones de Alfaro Siqueiros se encuentran esparcidas en muchas partes de la ciudad, sigue presente con sus colores y trazos. El genio rebelde siempre será recordado cada 29 de diciembre, en su natalicio, y siempre que miremos alguna de sus obras.

Fotos antiguas:

Archivo EL UNIVERSAL.

Fuentes:

Archivo EL UNIVERSAL ILUSTRADO. Bibliografía: Siqueiros Humanista: La Marcha de la Humanidad; Vida, pasión, anécdota y muerte del “Coronelito” de Carlos Sampelayo, PDF. Artículo: “Siqueiros antes de Siqueiros” de Xavier Moyssén, PDF. Portal de la UNAM: “Arte en Ciudad Universitaria: David Alfaro Siqueiros”; Polyforum Siqueiros; Academia de artes, consultado en http://www.academiadeartes.org.mx/alfaro-siqueiros. Video: “Entrevista a Angélica Arenal, viuda de Siqueiros”, consultado en https://www.youtube.com/watch?v=sF2GjnR34zo

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