Primero que nada quiero aclarar que si comparto esto no es para que la gente vea que di una mano, que estuve ahí o que me preocupé, eso la verdad me importa poco. Lo que sí me importa es compartir lo que ví y sentí aquellos días, sin duda alguna, lo mejor que le he visto a mi país.

 Víctor Manuel Aldasoro Favela

También quiero pedir perdón de una vez, por si a alguien le molesta o se siente agredido con algún adjetivo que use, sólo intento ser lo más descriptivo posible.

Y por último te hago las cosas más fáciles, si te da flojera leer todo, o no tienes el tiempo para hacerlo, lee las negritas , es lo mejor de todo.

Día 1: Martes 19 de septiembre de 2017

Aquel día iba llegando al estacionamiento de pasantes del despacho donde trabajo, ya había detenido mi coche y empezó a temblar, pensé que alguien me había golpeado por atrás, pero me di cuenta que el coche de adelante también temblaba y yo no le había pegado, me baje del coche y vi los edificios mecerse de un lado a otro y comenzó el sonido que hasta la fecha no me he podido sacar de la cabeza, la alarma sísmica. Hice la primer y única llamada que hice en ese día, llame a mi abuela, para saber si estaba bien y fue todo.

Me fui a mi casa caminando pues no vivo nada lejos del despacho y por primera vez en los tres años que llevo viviendo en esta ciudad, escuche silencio , algo así como si Estados Unidos nos metiera gol en el Estadio Azteca, pero mucho más frío, también vi caras desconcertadas y que no entendían lo que estaba pasando. Comí y supe que no me podía quedar ahí sentado, así que había visto en WhatsApp que se necesitaba agua en la Roma y en la Condesa, tome los botes de gatorade vacíos que encontré en mi casa, los llene de agua, los eche en una mochila, me puse una playera roja que dice “Yo rezo el rosario” y me fui caminando para allá. Todo lo que vi en el camino fue gente caminar en silencio, posiblemente esperando que todo estuviera bien.

Empecé a entrar a la Condesa y ya se podía ver los primeros rastros del terremoto, vidrios rotos, piedras y cemento en el suelo. Llegue al primer lugar en donde se necesitaba ayuda, el edificio de la Calle Álvaro Obregón, pude pasar el filtro de seguridad pues traía agua para los que estaban ayudando, mande un mensaje de lo que se necesitaba ahí a mis contactos y seguí caminando rumbo a la Condesa hasta llegar al Parque España, ahí había mucha gente, más de lo que me imagine, pero bastante desorganización, para ser sinceros nadie entendía bien lo que pasó, estuve ahí hasta la noche, moviendo víveres y escombros, por último regrese en medio de la oscuridad a mi casa, sólo, incluso Reforma estaba sin luz, fue hasta donde empieza Polanco donde empezó a haber un poco de luz, llegue a mi casa y llore un poco, tampoco sabía bien lo que había pasado, pero estaba seguro de algo, mucha gente había salido mal parada de aquel temblor.

Lo mejor que pensé y vi ese día:
-Vi y escuche por primera vez a una Ciudad que no entendía lo que estaba pasando.
-Vi salir al ejercito y a la marina a toda velocidad por Reforma para llegar a donde se les necesitará.
-Vi la desinformación que causan los medios, pues sí se necesitaban manos esa tarde y en Whatsapp decía que ya no podías pasar.
-Vi la respuesta de una sociedad a una catástrofe, no se quedo sentada, esperando a que alguien más se ocupara del asunto.
-Y aquel día vi gente que en un día normal ni siquiera se hubieran volteado a ver, tomados de la mano, pasándose una cubeta con escombros, dándose una mano, vi de todo, gente humilde y gente muy fresa, vi altos, bajos, flacos, gordos, blancos, morenos, jóvenes, adultos y vi viejos, nadie falto, todos estaban ahí, dándose la mano y compartiendo, eso fue por mucho lo mejor que vi aquel día.
-Aquel día me sentí orgullosísimo de ser mexicano, comprobé que las historias que me contaron mis maestros sobre el terremoto del 85 fueron verdad, la sociedad civil mexicana es muy chingona.

Día dos: Miércoles 20 de septiembre

El día siguiente al terremoto, ya sabíamos lo que estaba pasando, donde se necesitaba más ayuda y la gravedad del asunto.

Lo primero que hice ese día fue irme a casa de José Pablo, un amigo, tomamos lo que pensamos que nos sería útil y unos fuimos a la calle de División del Norte. Ahí, como en todos lados ese día, ya había manos de sobra, así que hicimos lo que pudimos, cerramos una calle a petición de unos policías de transito, la verdad eso estuvo divertido y luego nos fuimos a la Condesa, anduvimos por todos lados por ahí ayudando en lo que podíamos e intentando no estorbar. Cuando llego la tarde decidimos que lo mejor que podíamos hacer era irnos a descansar para poder servir de algo más en la noche, cuando creímos que habría menos gente.

Para ayudar en la noche, y hacer relevo a los voluntarios que se encontraban ayudando desde temprano, nos juntamos un pequeño grupo de amigos y amigas en el depa de un amigo en la Condesa, nos decidimos llamar “La Brigada Ultra Mega Pedera”, que de ultra pedera no tenía nada, pues no teníamos nada de equipo, excepto un par de linternas, de guantes y cubre bocas para todos. Por no tener nada de equipo fuimos muy poco requeridos aquella noche, además que sobraba gente ayudando, aún cuando había estado lloviendo por mucho rato, así que dimos unas cuantas vueltas, ayudamos en lo que pudimos y nos fuimos a dormir.

Pero antes de dejar en su departamento a José Pablo, nos enteramos que por Parque Lincoln estaban bajando un camión con varias toneladas de víveres, así que fuimos, preguntamos si necesitaban una mano, ayudamos y cuando se termino de bajar las cosas, desaparecimos, y ahora sí nos fuimos a dormir.

Lo mejor que pensé y vi ese día:
-Ese día me entere que muchos compañeros de la Escuela, se habían ido a sus estados y los entendí, pues de seguro ellos y sus familias estaban asustados. Pero sentí pena por aquellos que no podían huir a ningún lado, por aquellos que el único lugar que tenía quedo en el pasado y sentí pena también por aquellos que se fueron, que aunque no los culpo, espero que el día que lo necesiten, su vecino no prefiera irse a un lugar donde se sienta más seguro a ayudar a que vuelvan a ver un nuevo día.
-Aquel día me sentí por primera vez completamente seguro viajando en el metro, la atmosfera, la caras de la gente, todos estaban pensando en ayudar, nadie en dañar y desee que ojalá así fuera todos los días.
-Vi a muchísima gente en mis redes sociales queriendo movilizarse para dar una mano, para ir a las zonas afectadas, para hacer algo. Eso me hizo amar más a este país.
-Y por último, aquel día cayo un aguacero, pero nadie, nadie, se fue, nadie se retiro, parecía como si el agua les diera fuerza y aunque fueran altas horas de la noche<x-apple-data-detectors://4> y aunque seguía lloviendo, la ayuda seguía llegando. Ahí entendí que el corazón de un mexicano, no tiene limites.

Día tres: Jueves 21 de septiembre

Ese día José Pablo y Ulises, dos de mis amigos, fueron a buscar equipo para poder ayudar, les recomendé que fueran a un lugar por donde vivo y encontraron lo que necesitábamos para poder ayudar. Yo ahí me encontraba en el trabajo y con la ayuda de un amigo y abogado del despacho pude irme con José Pablo y Ulises para dar poder dar una mano. Y antes de salir a ayudar, nos encontramos con mi abuelo y cuando le dijimos a donde íbamos, saco algo de dinero, nos lo dio y nos dijo que ayudáramos en lo que pudiéramos.

Teníamos lo que se necesitaba, ahora sólo faltaba encontrar el lugar en donde lo usaríamos, así que fuimos a buscar algo en la Condesa y en la Roma, pero ya todo estaba lleno y en redes sociales no encontrábamos un lugar en el que se necesitara ayuda de voluntarios, así que decidimos ir al centro de acopio de la Libre de Derecho, mi escuela, ahí estuvimos un pequeño rato y recordamos que por ahí estaba la fabrica de textiles de la Colonia Obrera que se había caído. Preguntamos donde estaba y fuimos para allá.

Cuando llegamos nos dijeron que nos formáramos, que en unos momentos entraríamos, así que pues lo hicimos, y después de eso comenzó a llegar muchísima gente, parecía como si hubiéramos llegado en el momento indicado. Mientras esperábamos, también pasó mucha gente, ofreciéndonos agua, café, gatorade o un suero, así como una torta, un sándwich o un plato de comida caliente. Después de estar formado dos horas nos dejaron pasar el primer filtro, ahí se aseguraron que tuviéramos el equipo necesario para estar dentro, casco, botas, cubre bocas, lentes, guantes y por alguna razón no nos querían dejar pasar en el segundo filtro. Así que cuando se distrajeron un poco unos policías y soldados, una policía nos dijo que pasáramos rápido y camináramos.

Para la mala suerte de José Pablo, el no pudo pasar pues no traía botas, pero se quedo ayudando afuera en lo que podía. Ulises y yo entramos y lo primero que nos dijeron fue apaguen sus celulares, así que seguimos la instrucción. Pasamos por unas carpas donde había mucha comida y cosas para beber y seguido de eso estaba la fabrica, totalmente destruida. Cuando entramos no sabíamos en que ayudar, todos parecían saber perfectamente lo que hacían, movían escombros, cargaban cubetas, pasaban cosas, cargaban herramientas. Tomamos unas palas de la zona de herramientas y comenzamos a recoger escombros, después fuimos cambiando de actividad, fue pasando el tiempo, llegaron y se fueron ambulancias, llegaron los perros rescatistas, desenterramos un Bora (Volkswagen) blanco y muchas otras cosas más.

Estuvimos aproximadamente 7-8 horas en la fabrica de textiles y hasta que decidimos que ya era mejor retirarnos sentimos el cansancio.

Lo mejor que pensé y vi ese día:
-Vi muchísima gente pasar dando comida y agua, vi varias señoras, que estoy seguro estaban dando lo que tenía, no lo que les sobraba a los que iban a entrar como voluntarios. Eso me recordó a cuando he ido de misiones, la gente que menos tiene, es la gente más rica de corazón.
-Ese día vi una fila que poco a poco se hacía más grande, todos con la esperanza de poder ayudar. Estando ahí le dije a uno de mis amigos, que era sorprendente que la gente se estuviera haciendo semejante fila por ayudar.
-Ese día trabaje alado de varios militares, me sentí como un niño chiquito que se sorprende por ver a los uniformados. Sinceramente nunca había tratado con alguno de ellos y aquel día era como si tratará con amigos.
-Vi el silencio profundo que puede provocar un puño en alto, en ese momento todo, completamente todo, se detenía y cuando decían listo, vuelvan a trabajar, como pequeñas hormigas todos se movían rapidísimo, no había tiempo para nada más, era como si después de ese silencio de alguna forma o de algún lado hubiera agarrado más fuerzas.
-Aquel día vi a los perros, a protección civil, a la policía local, a los militares y los civiles, trabajar como uno sólo, no había distinciones, no había diferencias, todos buscaban lo mismo, encontrar vida. Eso fue por mucho lo mejor que vi aquel día.
-Y por último, aquel día también me di cuenta que el cansancio no existía en aquel lugar. Tal vez fue la adrenalina, la esperanza o yo que sé, pero la gente no se cansaba, preguntaban quién quería salir que estuviera cansado y nadie respondía, incluso se escuchaban unos “nadie”.

Día cuatro: Viernes 22 de septiembre

El viernes que desperté por la mañana, ya sentía el cansancio de los demás días y también mis amigos. Yo ese día fui a trabajar y luego descanse un poco, pues la verdad seguía bastante cansado, luego de un rato fui al departamento de un amigo y ahí comenzamos a buscar donde necesitarían ayuda.

Vimos que en el Parque España se necesitaba algo de ayuda, así que tomamos nuestras cosas y nos fuimos para allá. Y para nuestra suerte, cuando llegamos ya no se necesitaban más voluntarios ahí, así que estuvimos dando vueltas por la zona para ver si nos necesitaban en algún lugar, hasta que le llego un mensaje a un amigo, en el mensaje decía que se necesitaban voluntarios en el multifamiliar de Tlalpan, así que decidimos ir para allá.

Desde que llegamos, ya se sentía un ambiente de esperanza, lo primero que nos dijeron fue que habían encontrado gente viva. Había varios vecinos de ahí recibiendo a los voluntarios con comida y café. Llegamos al primer filtro aproximadamente a las 10 pm. Ahí estuvimos un rato, hasta que pudimos pasar el segundo filtro. Ya dentro ayudamos cargando escombros. Luego de un rato, como ya había mucha gente a José Pablo y a mí nos separaron un poco y nos formaron en cinco filas de diez personas, así cunado iban a necesitar ayuda iban llamando a cada fila. Yo en ese momento ya estaba muy cansado, además al día siguiente me iba a ir a Tepoztlán Morelos, así que decidí irme. Yo salí del multifamiliar de Tlalpan a las 3 am pero mis amigos se quedaron hasta las 7 am, ya que los sacaron porque iban a entrar los japoneses. Aquel día agradecí tener amigos como ellos.

Lo mejor que pensé y vi ese día:
-Ese día seguí viendo esperanza, a pesar de que ya habían pasado tres días del terremoto.
-Ese día me sentí orgulloso de tener los amigos que tengo, por que una vez más, hicieron exactamente lo que esperaba de ellos y más.
-Ese día me sorprendió la solidaridad de un vecino, pues muchos de los que estaban ayudando u ofreciendo cosas a los voluntarios, eran vecinos del multifamiliar.

Día cinco: Sábado 23 de septiembre

De este día no hablare casi nada, pues la verdad no hice nada. Íbamos a tener una comida del despacho en Tepoztlán Morelos, la cual se iba a cancelar, pero a petición de la gente de ahí, si la hicimos. Pues ellos pedían que se reactivara el turismo lo más rápido posible, pues de eso viven, pedía demostrar que ese lugar estaba de pie y seguía con sus actividades. Así que aprovechamos la vuelta, juntamos víveres y los dejamos ahí.

Lo mejor que pensé y vi ese día:
-Ese día entendí lo importante de no olvidar turísticamente los lugares afectados, pues muchos de ellos, viven del turismo.

Día seis: Domingo 24 de septiembre

Ese día ya todos estaban muy cansado. Pero como creía que el lunes regresaría a clases, convencí a José Pablo de ir en la tarde noche, a ayudar “leve” en lo que pudiéramos a la Condesa y a la Roma. Fuimos y recorrimos varios lugares, en todos hacíamos pequeñas cosas. Pasamos por la fuente de la Cibeles, fuimos a Parque España y Parque México.

Ese día existía otro ambiente, era de paz. Ahí fue cuando me di cuenta que cada día tuvo su propio carácter, fui de la incertidumbre (martes), a la paz (domingo) en sólo unos días y eso se sintió bien.

Caminando encontramos un pequeño altar, entre la calle de Parras y la calle de Ámsterdam, ahí había un chavo, que por cierto después se hizo nuestro amigo, que nos dijo que pusiéramos un mensaje ahí en el arco del altar, lo hicimos, pero regresamos, José Pablo me propuso que cantáramos algunas de nuestras canciones de Schoenstatt ahí. La primera que cantamos fue una que habla del terremoto, fue hecha para el terremoto de Chile de hace poco, si tienen tiempo les recomiendo le escuchen.

Pasamos bastante tiempo ahí, cantando. Hubo gente que se acercaba, toma fotos, rezaba y se iba. Pero hubo algo en especial, que me hizo sentir a Dios. Paso una familia en un coche por el altar, cuando vieron el altar, se fueron a estacionar y se bajaron. Estuvieron ahí un buen rato, los niños rezaron, cada uno por su cuenta, sus papas no les dijeron que lo hicieran y en sus ojos había algo especial, escribieron un mensaje y hubo uno en especial que me conmovió muchísimo, se los dejo ahí abajo como foto de este post, para que lo lean de su propia letra. El papá decidió que era hora de irse, se despidió de nosotros de una forma muy especial, nos dijo ánimo y gracias y nos dio un abrazo. (Por alguna razón me encontré la foto del niño que escribió el mensaje en instagram se los dejo por si la quieren ver https://www.instagram.com/p/BZfTtFVHRKi/?hl=es&taken-by=pulsoonline)

Duramos ahí todavía un buen rato más y aquella sensación de esperanza se quedo conmigo. Así que decidí dar gracias por todo lo que vi y viví aquellos días.

Aquel día di gracias:
- Di gracias por la persona que me acompaño el martes cuando iba de regreso a mi casa, pues no había luz.
-Di gracias, por tener amigos como Ulises y José Pablo, que siempre me demuestran lo grande que son.
-Di gracias por todas las personas que estuvieron en los centros de acopio, aquí, en la Libre, en San Luis o en donde fuera.
-Di gracias por ser mexicano.
-Di gracias por ser parte de la Brigada Ultra Mega Pedera y a cada uno de sus integrantes, todos tienen un gran corazón.
-Di gracias por el señor y la señora que me ofrecieron comida, o algo de beber y que cuando les debas las gracias, te contestaban gracias a ti.
-Di gracias a los restaurantes que abrieron sus puertas y dieron comida o nieve gratis.
- Di gracias a la policía que me permitió ayudar en la fabrica de textiles de la Colonia Obrera.
-Di gracias al Soldado al que le pasaba las cubetas llenas de escombro para que las subiera al camión, pues mis brazos no hubieran dado tanto.
-Di gracias por el chavo del altar, que llevaba ahí doce horas invitando a la gente a que dejara un mensaje o petición.
-Di gracias por todos los que ayudan, porque seguramente a la persona que estaban ayudando jamás la conocerán, ni les de las gracias, pero aun así estaban ahí.
-Di gracias por los que vinieron a ayudar y por los que fueron a los lugares con menos ayuda.
-Y por último le di gracias a Dios, porque por primera vez en mis 22 años de vida, me permitió ver a mi país a los ojos. Alguna vez había visto destellos de ellos, en misiones, en viajes, en vivencias, pero esta vez los vi directamente y eran justo como los imagine, de varios colores, llenos de solidaridad, amor y esperanza. Y pedí porque algún día, ojala en circunstancias mucho mejores me dejara volver a verlos.

Gracias y #FuerzaMéxico
Gracias y #FuerzaMéxico

“Quién convocó a tanto muchacho, de dónde salió tanto voluntario, cómo fue que la sangre sobró en los hospitales, quién organizó las brigadas que dirigieron el tránsito de vehículos y de peatones por toda la zona afectada? No hubo ninguna convocatoria, no se hizo ningún llamado y todos acudieron.” Emilio Viale, para el periódico El Universal el 20 de septiembre de 1985.

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