Estoy muy contento con este nuevo encargo que he recibido de Dios a través del santo padre Francisco al nombrarme arzobispo primado de México. Hoy, 5 de febrero de 2018, comienzo esta nueva responsabilidad de la mano de la Iglesia en la Ciudad de México.

Tengo mucho interés en conocer de cerca esta ciudad, escuchar a tantas personas, entender los problemas, las angustias, las situaciones en las que están inmersas y desarrollar un plan de trabajo de acuerdo a las necesidades más apremiantes que tenemos, buscando caminos de entendimiento.

Me interesa aportar desde esta nueva misión que Dios me encomienda a la unidad nacional, creo que el bien de cualquier pueblo radica en la posibilidad de sumar y construir nuestro destino juntos, aportando lo que tenemos y reconociendo lo bueno de los otros.

Me esforzaré por promover las sinergias de los distintos actores sociales en beneficio de la comunidad, promoviendo los valores universales y los derechos humanos, procurando un marco de libertad que permita a los ciudadanos desarrollar las habilidades y capacidades para que podamos lograr una vida digna para todos.

Somos testigos de un “cambio de época” en el mundo, donde existe una fractura cultural que hay que atender. Los grandes referentes de la cultura están siendo cuestionados, afectando la valoración del hombre y su relación con Dios. El “cambio de época” es un momento ambivalente, con luces y sombras, con valores y antivalores, que configuran nuevos ambientes, lenguajes y modalidades de relación. Se ha perdido el consenso de valores que había sostenido la conducta social y que había facilitado la transmisión de la fe.

La Iglesia necesita renovarse para poder hacer frente a los desafíos que presenta el mundo de hoy. El reto está en responder a todas las inquietudes que el mundo tiene de ella. Estoy abierto a propuestas innovadoras que revelen el sentido de la vida y hagan presente a Dios en distintas circunstancias.

No cabe duda que cuando el evangelio de Jesucristo se vive con honestidad y pasión, se promueven la convivencia fraterna, la búsqueda de un orden social justo, y puede ser instrumento para alcanzar la paz mundial y la conservación de nuestra casa común, nuestro planeta: la Tierra.

La Ciudad de México tiene un papel fundamental en la construcción de un país fraterno y solidario, y tiene la potencialidad de contagiar positivamente a Latinoamérica y al mundo.

Pido sus oraciones para estar a la altura de lo que Dios y la virgen de Guadalupe me confían y aprovecho para mostrarme como servidor suyo, anhelante de la unidad nacional.

Arzobispo primado de México

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