La pandemia dejó al descubierto que las problemáticas cotidianas de una ciudad, pueden hacer mucho más peligrosa una emergencia de salud pública, como la desatada por la . Los altos índices de contaminación del aire se relacionaron con una mayor vulnerabilidad frente al virus. Por otra parte, la falta de espacios verdes y corredores peatonales limitó las salidas al aire libre, mientras que la mayoría de los lugares de trabajo, donde prevalecen áreas cerradas con ventilación inadecuada, se evidenciaron como espacios de riesgo.

Si bien el llamado por generar nuevos modelos urbanos más ecológicos y funcionales no es nuevo, tuvo un acento frente al SARS-CoV-2 y algunas ciudades tomaron rápidamente iniciativas que habían estado posponiendo durante muchos años. Un ejemplo de esto es Milán. Después de los graves embates que Italia tuvo que enfrentar contra el SARS-coV-2 (mostrando a nivel mundial el primer capítulo de la fortaleza del virus), en esta ciudad de la Lombardía se tomaron en serio proyectos para disminuir sus partículas contaminantes.

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Se aumentaron 35 kilómetros de vías para ciclistas en menos de un año, lo que disminuyó en 50% sus índices de contaminación ambiental. Demetrio Scopelliti, director de Planificación Urbana y Diseño de Espacio Público de la Agencia de Movilidad de Milán ha dicho que la crisis fue una oportunidad para acelerar y fomentar un cambio que ya estaba planeado pero que necesitaba ser impulsado. El plan “Strade Aperte” (carreteras abiertas), convirtió algunas de las calles más concurridas de Milán en nuevos carriles para bicicletas, además de otros 25 kilómetros de áreas con límite de velocidad máxima para autos de 30 kilómetros, para facilitar el movimiento de los ciclistas en otras vías.

La ciudad de los 15 minutos

Estimular el uso de la bicicleta es solo uno de los pasos. Desde hace varios años se ha buscado implementar en todo el mundo nuevos modelos para las urbes que ocupan solo el 3% de la superficie de la Tierra, pero en ellas se congrega alrededor del 60% de la población mundial y se espera que en 30 años este porcentaje se pudiera incrementar a 80%.

Grandes urbes como Tokio y Singapur son ejemplo de ciudades densamente pobladas que han logrado establecer zonas de equilibrio urbano que sirven como oasis en medio de contingencias. China se ha urbanizado a una velocidad sin precedentes. Hace 20 años, solo el 30% de la población china vivía en ciudades; hoy es el 60% y eso se traduce en que aproximadamente 400 millones de personas se mudaron a las ciudades del gigante asiático en las últimas dos décadas. La pandemia agilizó proyectos habitacionales listos para superar crisis sanitarias, energéticas y alimentarias, proyectos basados en la bioeconomía circular que suma viviendas, oficinas, tiendas, escuelas, piscinas públicas y huertos urbanos, sin dejar de lado la modernización de los edificios como una prioridad para reducir el uso de energía e incrementar alternativas tecnológicas que facilitan los recursos cotidianos y el trabajo en casa.

Carlos Moreno, director científico de la Cátedra ETI “Emprendimiento, Territorio, Innovación”, de la de la Universidad Paris1 Panthéon Sorbonne - IAE de Paris y creador del concepto de los 15 minutos señala que no hay ninguna razón para que una metrópoli, por grande que sea, no pueda ofrecer una descentralización lo más grande posible. A una pregunta de EL UNIVERSAL sobre la factibilidad de este tipo de propuestas para urbes de grandes contrastes sociales, como las latinoamericanas, el especialista asegura que, en realidad, de lo que se trata es simplemente de cambiar el paradigma.

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“No estamos hablando de la transformación de la ciudad, estamos hablando de cambiar la vida de la ciudad. Tenemos que identificar el conjunto de servicios, infraestructuras, necesidades, afluencias y demografías porque necesitamos una batería de indicadores que nos permita reequilibrar una ciudad, que permitan concretizar la accesibilidad en un corto perímetro de bajo carbono, 15 minutos en zonas compactas, media hora en zonas menos compactas”.

Moreno sostiene que existen seis funciones sociales urbanas que hacen a cualquier ciudadano y ciudadana feliz: habitar, trabajar, hacer sus compras, acceder a su salud, a educación y cultura, y al descanso en armonía con la naturaleza en proximidad.

La idea, de acuerdo con Moreno, sería gestionar las políticas públicas para avanzar hacia una ejecución más eficiente de las mismas en donde todos los objetivos se integren de manera armónica, pero también cambiando la mentalidad de los habitantes para que luchen por ello: exigiendo transformaciones, pero también formando parte de ellas, quizá simplemente comenzando con algo tan simple como obligarse a caminar más para apropiarse de su ciudad.

“Debemos tener en cuenta que la ciudad de 15 minutos no es una varita mágica, pero puede adaptarse a las condiciones locales de cada ciudad”.

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Las ciudades del futuro

En el más reciente informe regional de ONU Habitat, “Ciudades y pandemias: hacia un futuro más justo, verde y equitativo”, Alicia Bárcenas, Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) hacía mención de que nuestra región ha sido una de las más afectadas por el SARS-CoV-2: 8.4% de la población mundial ha registrado 30% de muertes por Covid-19, debido a sociedades que tienen profundas desigualdades que se subrayan en los territorios urbanos.

Algunas de las conclusiones del informe son que la nueva agenda urbana debe retomar los propósitos para tratar de combatir el cambio climático, pero las ciudades y sus barrios ya no deben incluir solo una tibia interpretación ambiental de sustentabilidad, sino deben tener un enfoque integral. Para lograrlo, faltaría empezar por atender la salud primaria de los habitantes, donde los alcaldes aprendan a reconocer las necesidades microlocales y puntos críticos para las emergencias que vengan.

“La crisis no ha hecho más que reforzar nuestra intuición y podemos ser reactivos, eficaces y útiles”, dice Moreno, para quien cambiar de paradigma, significa, por ejemplo, salir de la movilidad obligada para ir hacia la movilidad escogida; es decir, permitir a cada cual sentirse bien en donde está.

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“Para crear esta base común de servicios, la idea general no es construir o establecer sistemáticamente nuevas instalaciones específicas. Se trata más bien, cuando sea posible, de transformar los lugares existentes para que puedan servir para varias actividades y no para una sola. Esta transformación de los espacios podría basarse en tres temas principales: escuela, cultura y democracia participativa”.