Bajos del Norte, en el Golfo de México, forma parte de los corredores biológicos activos, cuyos procesos ecológicos mantienen un flujo continuo de vida marina, una postal multicolor, donde viaja, por ejemplo, la biomasa larvaria, fundamental en para la supervivencia de poblaciones de moluscos, crustáceos y peces.

En este lugar que funciona como zona de transición entre las especies del Golfo de México y el Mar Caribe hay arrecifes de coral únicos, y también es un sitio de reproducción de diversas especies de meros. Este resguardo de vida marina aún se mantiene fuera de la interacción antropogénica y es una de las 20 nuevas Áreas Naturales Protegidas (ANP) decretadas a principios de este año y con las que el país suma 225.

Ciencia y medio ambiente

De acuerdo al Artículo 44 de la (LGEEPA), las Áreas Naturales Protegidas son zonas del territorio sobre las que la Nación ejerce soberanía y jurisdicción, en las que los ambientes originales y representativos del país no han sido significativamente alterados por la actividad del ser humano, o cuyos ecosistemas necesitan ser preservados y restaurados.

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En 2021 y 2022, Oceana lideró expediciones científicas para demostrar la importancia de los ecosistemas de Bajos del Norte, utilizando técnicas como el análisis de ADN ambiental y mapas 3D a través de la fotogrametría. Estas herramientas proporcionaron información valiosa para guiar los esfuerzos de conservación y seguir generando estudios científicos de los arrecifes.

Las barreras arrecifales sirven como importante protección natural ante huracanes. Otro de sus servicios ecosistémicos es que absorben grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2). Bajos del Norte se convierte en la primera ANP 100% marina en el Golfo de México, con los que el país buscaría acercarse a su objetivo de proteger el 30% de su territorio marino para 2030.

En el mundo, muchas de las áreas naturales protegidas en zonas marinas buscan proteger el patrimonio arrecifal. En Egipto, en el Parque Nacional Ras Mohammed, los arrecifes cuentan con una cobertura del 90% de corales vivos, en comparación con el 30-40% en promedio para los arrecifes no protegidos en el Mar Rojo. El secreto: estrategias integrales de conservación efectiva.

Establecer áreas protegidas sigue siendo uno de los esfuerzos más eficaces para conservar especies en peligro de extinción. Según datos de ONU Ambiente y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), se han establecido más de 200 mil áreas de este tipo en todo el mundo.

La Lista Verde de la UICN proporciona un punto de referencia global para las mejores prácticas de protección. Francia es el país con más sitios en esta lista, desde pequeñas áreas cercanas a ciudades hasta vastas reservas marinas. En las Tierras Australes Francesas, cerca de la Antártida, una acertada gestión resguarda el acceso y las actividades humanas, a pesar del enorme tamaño del sitio: 2.2 millones de hectáreas. El sitio es fundamental para la investigación científica y para la crianza de especies de peces comercialmente viables.

La conservación se dedica a la preservación y restauración de la biodiversidad del planeta, pero desde una visión socioecológica sobre las personas y la naturaleza, un vínculo integral de ayuda mutua. Los recursos económicos son necesarios para el mantenimiento de estas áreas, pero también estrategias y alianzas muy bien diseñadas.

En la Reserva de Cedro Al Shouf de Líbano, el amenazado cedro, un símbolo cultural del país, prospera gracias a proyectos de restauración y conservación. La gestión de la reserva se ha adaptado con éxito a la actual afluencia de refugiados de la vecina Siria, quienes son integrados a programas de conservación. La reserva también contribuye a la economía local proporcionando recursos para productos tradicionales y alimentos orgánicos.

Fuente: Diario Oficial de la Federación
Fuente: Diario Oficial de la Federación

Retos regionales y globales

Es así que más allá del decreto y las buenas intenciones, un área de este tipo enfrenta diferentes retos para que realmente se puedan conservar sus condiciones originales y funciones ecológicas, continuar con los procesos evolutivos de biodiversidad de sus ecosistemas y potenciar servicios a las comunidades.

Una ANP es clave para mitigar los efectos del cambio climático. En México, el monto asignado para acciones de mitigación y adaptación para el 2024 es de 233 mil 961 millones de pesos, pero para algunos ambientalistas, como el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), se mantiene el riesgo al asignar los presupuestos a proyectos que no comprueban tener esta vocación. Más del 50% de este presupuesto está destinado a proyectos de la Secretaría de la Defensa Nacional, a cargo de la construcción y administración del polémico Tren Maya.

Para el doctor Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM, es buena noticia que se establezcan nuevas áreas naturales protegidas en nuestro país para tratar de cumplir los compromisos internacionales de protección ambiental; ya que con subidas y bajadas es una tendencia que en realidad se ha mantenido desde el sexenio de Salinas.

Tlachinotepetl, en el municipio de Coscomatepec en Veracruz, Isla Isabel en el Golfo de California, Xicotepec en el estado de Puebla y los manglares de Puerto Morelos en Quintana Roo, son otras áreas que entraron a la lista de protección.

Ceballos señala que en México la mayoría de los terrenos tienen dueño, así que llegar a estos decretos requiere la negociación con los dueños de la tierra y luego tener un plan de manejo, infraestructura, personal para su funcionamiento y evitar el deterioro ambiental de ecosistemas y especies, sobre todo las que están en peligro de extinción.

“Luego viene el reto de trabajar con los pobladores locales, iniciativa privada, gobiernos locales. Se tiene que desarrollar todo un plan para lograr que las ANP sean el corazón del desarrollo de regiones, que se convierta, a su vez, en el eje central del desarrollo de toda la región y eso es fundamental para su mantenimiento a largo plazo”. Ceballos pone de ejemplo Calakmul sumó varias hectáreas para su protección porque a pesar de los problemas de la zona, hizo un trabajo con los dueños de la tierra y comunidades.

Para el investigador, otro punto fundamental es entender que fuera de las áreas protegidas hay muchos ambientes que protegen la diversidad biológica y los servicios ambientales, por lo que deben integrarse en el manejo. “Las ANP en realidad deben convertirse en el motor para que áreas aledañas tengan un mejor manejo y con esto se logre mantener el paisaje a largo plazo”.

En nuestra vasta geografía, ¿cuáles son los criterios de selección de estos sitios? El investigador señala que para detectar en qué áreas hace falta poner la lupa, se realizan ejercicios de priorización que indican vacíos. “Con estas nuevas áreas protegidas se busca llenar algunos de estos vacíos, por ejemplo, al norte del país ahora está incluida una región grande de Sinaloa en la Sierra Madre Occidental. Tampoco había áreas protegidas en Guerrero, en la Sierra Madre del Sur, donde ya se protegió un área de 300 mil hectáreas. En la parte central del altiplano mexicano tampoco había suficientes ANP y ahora está protegida un área en el semidesierto zacatecano”.

Ceballos afirma que la idea es ir llenando huecos, pero es un ejercicio que se tiene que mantener sin importar el sexenio para mantener bien representados los ecosistemas. “No es posible proteger todas las áreas del país, entonces la política que debería seguir después de esto es que la ANP puedan derramar beneficios que puedan ser usados”, agrega que para esto es vital que las áreas fuera de las reservas sean tan importantes como las ANP, pues hay muchas áreas naturales que pueden dar beneficios pasando las fronteras de estos puntos focales.

Ceballos subraya que la integración de estos territorios se debe convertir en un seguro para los pobladores, donde el mantenimiento de la diversidad biológica también ayude a proveer servicios ambientales, como agua, fertilización de los suelos, barrera de huracanes, etcétera. “Si mantenemos las especies en sus ecosistemas se mantiene el bienestar humano”.

El investigador señala que si esta visión se hubiera aplicado a los sistemas de aguas que alimentan la CDMX no estaríamos en la crisis actual que en marzo o abril nos llevará a no tener la cantidad de agua necesaria. Apunta que muchas áreas que alimentan las grandes presas podrían haber cambiado su condición de ganadería y agricultura a la producción de bosques, que manejados correctamente, se pueden explotar sin problema, generando riqueza y agua.

“Dado lo que hemos visto en los últimos años, con mayores tasas de extinción de especies y los efectos del cambio climático, las ANP representan un mecanismo sólido para aminorar el impacto de las acciones del hombre en la naturaleza. Es así que una vez que una ANP se decreta debe haber dos cosas: primera, suficientes recursos para infraestructura y manejo; segunda, desarrollo de proyectos que beneficien a las economía locales y que sean compatibles con las áreas protegidas como el motor del desarrollo regional”, concluye.

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