Las relaciones políticas y el comercio no son un juego de suma cero, aun ante la creación de bloques e integraciones económicas es importante entenderlo. Después de 24 años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y tras una tensa y compleja renegociación que ha durado poco más de un año, se ha alcanzado un acuerdo preliminar entre dos de los tres países integrantes: México y Estados Unidos. Este acuerdo no es ajeno a una realidad global donde la Unión Europea, Japón o los países firmantes del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) buscan fortalecerse a través de tratados comerciales que les permitan potenciar su desarrollo económico.

Aunque el TLCAN estipula la eliminación de barreras arancelarias, la administración del presidente Trump contravino el acuerdo al imponer en junio aranceles al aluminio y al acero proveniente de México, a lo cual el país respondió en reciprocidad arancelaria a productos como la carne de cerdo, acero, quesos, algunos productos agrícolas y al bourbon, por ejemplo, con una equivalencia a casi tres mil millones de dólares. Todo esto, sin duda, afectó no sólo a empresas sino también a los mercados.

El escenario de un no acuerdo / Lo que estaba en juego. De no alcanzar un acuerdo estas afectaciones hubieran sido más profundas:

· El sector manufacturero y el comercio minorista de México hubieran sufrido un severo revés, aun cuando se hubieran tenido que sujetar a normas de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

· México pudiera haber impuesto aranceles a productos estadounidenses bajo las normas de la OMC para equilibrar la arena comercial entre economías desarrolladas y en desarrollo.

· Donde por las normas de la OMC estos aranceles en promedio pueden alcanzar 7% para las economías desarrolladas y 3.5% para las economías en desarrollo, pudiendo tener significativas afectaciones en productos de importación clave de la relación comercial como el maíz, por mencionar sólo un caso.

No hay duda del papel que jugó el tiempo en contra, dada la proximidad del cambio de gobierno en México y las elecciones intermedias en Estados Unidos, donde la mayoría parlamentaria podría decantarse hacia el Partido Demócrata, quien ha mostrado empatía hacia el TLCAN.

En la preliminaridad del acuerdo, que ha sido presentado como “un gran día para el comercio” por el gobierno estadounidense, es importante considerar que se avanzó en la no consideración de cláusulas con las que México y Canadá no estaban de acuerdo, como la sunset o cláusula de extinción del acuerdo cada cinco años, o las referidas a temporalidad de comercio en ciertos productos agrícolas.

En el caso del contenido regional en la industria automotriz, se estaría pasando de 62.5% a 75%. También se avanzó en lo referido al controversial tema de compensación y desbalance salarial ligándolo al tema de contenido regional, por ejemplo, y en la incorporación de temas no considerados previamente, como los referidos a la nueva era digital.

Quedan todavía pendientes mayores definiciones y posturas más precisas en varios temas estratégicos y sensibles para los dos gobiernos, como la energía, donde en el caso de México, debido a las reformas, se da una apertura a inversiones extranjeras en el sector, provenientes no sólo de la región norteamericana.

¿Dónde queda Canadá? Canadá está ya incorporándose a las negociaciones, que en esta última fase habían pasado de ser trilaterales a bilaterales, por el enfoque y los destinatarios de los temas complicados en la mesa. Queda pendiente afinar temas como la resolución de diferencias y volver a generar una visión compartida de potencia comercial regional.

La negociación bilateral de lo que ahora el país vecino del norte propone llamar “Acuerdo Comercial Estados Unidos-México”, y la situación de revisión de temas bilaterales ahora entre Canadá y Estados Unidos implican un reto al equipo negociador del gobierno canadiense.

Ante el acuerdo preliminar alcanzando, el gobierno mexicano ha hecho un llamado a la reincorporación de Canadá a las mesas de diálogo para concluir en la negociación del “acuerdo trilateral”, a lo que éste último ha manifestado su disposición a la continuidad siempre y cuando haya condiciones que sean favorables en particular para su clase media.

Por el momento, el acuerdo alcanzado tiene vigencia para los próximos 16 años, con revisiones periódicas cada seis años o posterior a ello con mayor periodicidad, todo ello con el fin de mantener un modernizado acuerdo comercial.

Director de EGADE Business
School Guadalajara

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