Estados Unidos y China, las dos economías más grandes del planeta, se encuentran enfrascadas en la mayor guerra comercial de la historia económica; las consecuencias ya están a la vista.

Estados Unidos empezó ésta en marzo y apelando al artículo 301 de la Ley de Comercio de 1974 y argumentado un historial de “prácticas desleales de comercio incluyendo el robo a propiedad intelectual”, aplicó aranceles por 50 mil millones dólares anuales a China a mil 300 categorías de importaciones chinas.

Las represalias del país asiático no se hicieron esperar, imponiendo en un principio aranceles de 15% a más de 128 productos estadounidenses, incluyendo chatarra de aluminio, tubos de acero, frutas, frutos secos, entre otros, para posteriormente aplicar un arancel de 25% a los aviones, automóviles y particularmente a la soya, la más importante exportación agrícola estadounidense a China.

En abril, por esta acción, el presidente Donald Trump ordenó considerar imponer aranceles adicionales por 100 mil millones de dólares anuales, y China en mayo anunció la cancelación de un envío de soya estadounidense. Así que, en julio, Estados Unidos aplicó un arancel de 25% a cientos de productos chinos —de tecnología industrialmente importante— con valor de 34 mil millones de dólares anuales, informando que 16 mil millones adicionales se harían en una fecha posterior.

Esto finalmente sucedió en agosto, aplicándoles 25% a 279 productos chinos, por lo que ese país asiático respondió con una amenaza arancelaria por 50 mil millones de dólares a bienes estadounidenses.

A pesar de que China ha argumentado que su clase media en incremento demandará más alimentos y energía que sugieren mayores compras estadounidenses, y que diferentes grupos del país norteamericano han pedido al presidente Trump se siente a negociar con China, éste alegando la falta de respeto a la “propiedad intelectual” por parte de ese país asiático, anunció que a partir del 24 de septiembre se volverían a aplicar nuevas tarifas aduanales, acrecentando la pugna comercial entre los dos países.

En esta ocasión fue un arancel de 10% a 200 mil millones de dólares anuales a importaciones chinas, y se espera se incremente a 25% a partir del 1 de enero de 2019.

A su vez China respondió con nuevos derechos de aduana por 60 mil millones de dólares anuales a los productos estadounidenses, por lo que Estados Unidos podría ampliar el valor de lo originalmente sancionado.

China representa el socio comercial más importante de Estados Unidos, de todo lo exportado por ese país al mundo (más de 2 billones de dólares), aproximadamente una cuarta parte se destina al mercado estadounidense (506 mil millones de dólares).

El déficit comercial de Estados Unidos con China es de 376 mil millones de dólares (aproximadamente 45% del total) y es esa la razón de la agresión comercial frontal, la cual se recrudece ante la víspera de la elección intermedia y el cumplimiento de una de las promesas de campaña de Trump. Los aranceles que le ha impuesto a China ya impactan a 48% de los bienes importados de esa nación.

Las consecuencias de las guerras comerciales son desastrosas, porque todos pierden: los consumidores porque obtienen productos más caros y a la larga enfrentan mayor inflación y la inversión y el empleo se ven afectados, porque las empresas buscan relocalizarse.

Empero, el mayor riesgo es trasladar esta actitud bélica a una de mayor envergadura estratégica de largo plazo. Esto es, el gigante rojo puede contraatacar tácticamente lanzándose a la toma de control geoestratégico de materias primas y de cadenas de suministro vitales para Estados Unidos.

Por ahora ha decidido bajar la tasa promedio de los aranceles provenientes de la mayoría de sus socios comerciales, a fin de reducir costos y no afectar tanto el consumo en una economía en desaceleración.

Para México, el impacto es de claroscuros. El hecho de que algunas empresas decidan cambiar la sede de sus operaciones podría beneficiar a México, aunque lo lógico es que éstas se mudaran a países cercanos como Vietnam.

Pueden también abaratarse insumos y abrirse mercados que antes gozaban de productos muy baratos, pero también está el riesgo de inundarnos de productos chinos. Asimismo, está el hecho de mayores tasas de interés esperadas, por una reacción más rápida de la Reserva Federal a su normalización monetaria por mayor inflación prevista.

Para que esta escalada proteccionista amainara, lo único que pudiera esperarse es que la agresividad comercial de Estados Unidos disminuyera gradualmente si los republicanos dejaran de tener la mayoría en el Congreso, en noviembre próximo.

Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac,
México Norte. Email: idea@anahuac.mx

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