Diversos estudios han alertado de la caída de la productividad en México en las últimas décadas, la cual ha limitado el crecimiento económico del país.

La productividad no sólo es clave para el crecimiento de la economía, también lo es para la creación de valor en las empresas, industrias y mercados. Además, al ser fuente de las rentas de los factores de la producción utilizados, influye decisivamente sobre las ganancias de las empresas y los ingresos reales de los trabajadores.

Desde 1993, la productividad total ha disminuido a la vez que se ha ampliado la brecha de productividad entre diversos tipos de empresas, industrias y regiones del país, acentuando la desigualdad crónica en la economía mexicana.

Así, las grandes firmas han aumentado sensiblemente su productividad, la cual se ubica en estándares de excelencia a nivel global, en contraste con las micro y pequeñas empresas.

Si bien la productividad se observa en empresas individuales, tiene causas y consecuencias en un nivel más amplio, siendo objeto de la política económica y social a nivel macrosectorial y regional.

Un reto en este sentido es el crecimiento de la economía informal, cuya productividad es significativamente menor que la del sector formal. Incentivar una mayor tasa de formalización de las unidades económicas impactaría positivamente en la productividad promedio de la economía.

En México, el crecimiento económico de las últimas décadas se debe, principalmente, al incremento en la mano de obra más que a la productividad.

El bono demográfico explica dos terceras partes de este crecimiento, no obstante, el Consejo Nacional de Población estima que, a partir de 2025, la tasa de dependencia poblacional aumentará y se necesitará impulsar la productividad para dinamizar la economía.

Por lo tanto, el reto está en que las micro y pequeñas empresas, ampliamente mayoritarias en el universo empresarial, pero también las medianas, incrementen su productividad; sin embargo, ¿cómo pueden hacerlo?

1. Atrayendo y desarrollando capital humano con conocimientos técnicos y habilidades de gestión empresarial que les permitan adoptar mejores prácticas de administración e innovación, así como estrategias competitivas claras y consistentes.

2. Accediendo a financiamiento que les permita ampliar su capital y adoptar tecnologías de información, producción y distribución que eleven su eficiencia y reduzcan sus costos unitarios.

3. Desarrollando productos y servicios innovadores con mayor valor agregado.

Finalmente, si bien es cierto que la política económica en años recientes ha puesto especial atención al fomento de la productividad mediante la reforma educativa, los estímulos a la formalización de negocios informales, la mejora en los servicios de salud, los programas de fomento al emprendimiento, al aprendizaje de largo plazo y al (re)entrenamiento, y la promoción a la innovación y adopción de tecnologías, es fundamental enriquecer y ampliar las políticas públicas desarrollando una iniciativa de gran visión que integre verdaderamente los esfuerzos de instituciones públicas, privadas y sociales con las iniciativas de empresarios, emprendedores, ejecutivos, empleados y trabajadores.

En particular, la educación, capacitación y desarrollo de habilidades para la innovación y la mejora de las prácticas productivas, gerenciales y administrativas es una tarea que debe ser impulsada desde los centros educativos en coordinación con las empresas mediante un gran esfuerzo integral.

Profesor titular de EGADE Business School

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