Antes de darle vuelta a la página de este complicado año y hablar sobre las perspectivas de 2018, consideré oportuno hacer un balance puesto que tuvimos un periodo dramático y confuso que se movió entre un acentuado pesimismo en enero cuando ocurrió el gasolinazo y la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos (EU), reflejado en un tipo de cambio que rebasó los 22 pesos, hasta un relajado optimismo a principios del segundo semestre cuando la paridad se apreció hasta llegar a los 17.50, lo que llevó a muchos a pensar en el regreso del “superpeso”.

El arribo de Trump al poder estuvo acompañado de decisiones ampliamente anticipadas desde su compaña como la salida formal de EU del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), las restricciones de entrada a personas procedentes de siete países islámicos, las amenazas de retirarse del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) si no se alcanzaba un acuerdo “justo” para EU, el anuncio de que promovería una reforma fiscal que reduciría los impuestos a las empresas acompañada de una reducción de los gastos sociales y de menores deducciones de impuestos para las clases medias, entre otras. Pronto ocurrirían los primeros tropiezos de Trump y los escándalos que cuestionarían su fortaleza.

Comenzó a alentarse la idea de que podría no concluir su periodo, más llevados por los deseos que por las posibilidades reales, como serían las órdenes judiciales para declarar ilegal las prohibiciones a la inmigración, el fracaso a desaparecer el ObamaCare, las complicaciones para nombrar a su negociador del TLCAN y sobre todo el despido del director del FBI, que le fue tan útil al exagerar el asunto de los correos del equipo de Hillary Clinton como una amenaza para la seguridad nacional.

Con el fallido amago de sacar a EU del TLCAN en abril y la ratificación de Robert Lighthizer, como representante comercial por el Senado de EU, que era el requisito previo para el inicio de las negociaciones, parecía que la estrategia oficial de alcanzar un acuerdo rápido antes del cierre de año para evitar se contaminara con el proceso electoral de 2018 estaba funcionado.

Sin embargo, desde el momento en que se dieron a conocer los objetivos para la renegociación del TLCAN por la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés) el 17 de julio, estableciéndose como objetivo principal el “mejorar la balanza comercial de EU y reducir el déficit comercial con los países del TLCAN” y al proponerse formalmente la eliminación del mecanismo trilateral de solución de controversias (Capítulo 19), estaba claro que vendría una negociación complicada y más larga, aunque la mayoría de los analistas sólo se convencieron de ello, luego de la tercera ronda de negociaciones, cuando se planteó el cambio de las reglas de origen en la industria automotriz.

En el frente interno, el impacto social e inflacionario que tuvo el gasolinazo a principios de año, obligó al gobierno a modificar la estrategia de liberalización plena del precio de los energéticos, posponiendo su decisión de eliminar los subsidios para evitar que se propagaran los efectos en los precios del resto de los bienes y servicios.

Sin embargo, las proyecciones oficiales que la inflación anual comenzaría a declinar en marzo, fallaron porque hubo un traspaso rezagado del tipo de cambio en la inflación, por lo que ésta siguió subiendo en tasa anual hasta agosto (6.66%), por lo que el salario real cayó a lo largo de todo el año.

Esto trajo como consecuencia que las tasas de interés de referencia se elevaran lo que contribuyó a un mayor encarecimiento del crédito repercutiendo en menor crecimiento del consumo privado e inversión, incluso en caídas de las ventas internas de vehículos ligeros, a pesar de que la fuerte apreciación de tipo cambio registrada la mayor parte del año.

La reactivación de la economía mundial y en particular de la de EU llevó a que el motor del crecimiento en 2017 fuese el sector externo y no el interno, al contrario de lo que sucedió el año anterior.

Por su parte, la inversión privada también se ha visto afectada por la incertidumbre asociada al resultado de las negociaciones del TLCAN, como a los efectos negativos de la delincuencia organizada y la violencia que siguen afectando muchas zonas del país.

En lo que respeta a las finanzas públicas, si bien todas las calificadoras de deuda retiraron la perspectiva negativa y la regresaron a neutral reconociendo que el proceso de consolidación fiscal estaba comenzando a funcionar y además de que confiaban en que las reformas estructurales den resultado a mediano plazo, desestimaron los riegos externos e internos.

El recorte del gasto público se ha concentrado en el desplome de la inversión, lo que a la larga podría afectar la infraestructura y los gastos de mantenimiento de las paraestatales.

Los sismos del 7 y el 19 de septiembre vinieron a descomponer todo el cuadro. La escasez de bienes y servicios ocasionó un repunte de la inflación, así como un menor crecimiento del PIB en el corto plazo. En las finanzas públicas, propiciaron una mayor reasignación del gasto para 2018, porque la propuesta original se mantuvo básicamente sin cambios.

Termina el año con tres coaliciones y candidatos a la presidencia, con precampañas de trámite y dos posibles independientes con impactos electorales.

Finalmente, termina un año que será el preludio de grandes cambios en 2018, que esperemos sean positivos para nuestro país y su gente.

Catedrático de la EST-IPN

pabloail@yahoo.com.mx

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