Quizás recuerdes haber dicho en tu adolescencia algo como: “Nunca me voy a comportar como mi padre (o madre) cuando sea mayor”. Y, sobre todo en momentos de enojo, tristeza o desesperación, de repente te encuentras pronunciando las mismas frases de tu padre o madre, escuchadas en tu infancia. ¡Auxilio! Este es el típico llamado de ayuda de quien descubre en sí mismo conductas y actitudes que originalmente correspondían a su padre o madre.

Y es que así como se hereda el tono de voz, las pecas, la forma de la nariz o la delgadez del cabello, también se hereda el temperamento de uno o ambos padres. Quizás tanto tu madre como tú se enojan fácilmente porque comparten una sensibilidad hacia la irritación o una predisposición a reaccionar con rapidez a la situaciones. Las experiencias en el medio en que creces dan origen a ciertos rasgos de tu personalidad.

La influencia de otras relaciones

Parecería que se heredan las formas de actuar y las actitudes. En realidad, más bien las copiamos, pues el ambiente en que crecemos también da forma a la personalidad. La familia y la sociedad en definitiva afectan la forma en que uno se comporta.

De niños imitamos lo que vemos. Por desgracia, no sólo copiamos las actitudes más útiles y agradables. Sin darnos cuenta, repetimos las acciones y actitudes más desagradables o más repudiadas en los padres. De ahí el shock cuando nos damos cuenta, en la vida diaria o en medio de un proceso terapéutico, que estamos actuando como uno de los padres. De repente descubrimos que la impaciencia, irritabilidad o necedad son una mera imitación, a veces con pequeñas variaciones, del comportamiento molesto de nuestro padre.

“Cuando tuve a mi primer hija, juré que nunca la trataría de la forma abusiva en que me trató a mí mi madre. Y he hecho un gran esfuerzo por lograrlo. Pero a pesar de mis esfuerzos, a veces no lo puedo evitar. Les atribuyo una enorme importancia a cosas insignificantes y exploto”, confiesa una joven madre. Es común que tengamos algunos de los rasgos negativos de nuestros padres, a pesar de que tratemos por todos los medios de evitarlos.

De tal palo tal astilla

¿Por qué, aun de manera involuntaria, terminamos actuando como nuestros padres? La neurociencia nos da algunas respuestas. Nos desarrollamos a través de la interacción con los demás. El comportamiento y las actitudes de nuestros padres tienen gran influencia en nuestra mente. Después de todo, la familia, y principalmente los padres, son las personas con quienes más interactuamos en la infancia. Durante esos años se forman en nuestro cerebro rutas de conexión entre las neuronas que se activan cuando vemos una conducta en los padres o repetimos cierta actitud.

Cada vez que interactuamos con los padres, sobre todo por períodos más largos como las vacaciones, se activan estas rutas neuronales que nos resultan familiares. Así se van creando caminos como cuando, al aplastar la hierba una y otra vez al caminar por un lugar, se crea un sendero, dice Daniel Siegel, autor de Cerebro y Mindfulness. La creación de estos senderos explica que de repente nos sorprendamos diciendo las mismas frases utilizadas por nuestros padres, aunque nos hayamos hecho el firme propósito de nunca utilizarlas. Nuestro cerebro recurre a lo más conocido.

¿Estamos condenados a repetir los errores de nuestros padres?

No. Conforme crecemos, cambiamos debido a que nos relacionamos con otro tipo de personas –amigos, maestros, parientes, la pareja. Estas relaciones crean en nuestro cerebro nuevas rutas de conexión entre neuronas. Por esta razón, tenemos el potencial de moldear conductas y modificar actitudes y formas de ver la vida. Los resultados positivos con la psicoterapia prueban que es posible cambiar los patrones de conducta y pensamiento. Estas son algunas acciones para evitar repetir las actitudes paternas:

  1. Hazte consciente de que aunque suenes como tu padre o madre, no eres ninguno de ellos. Visualizar a tu madre/padre y decirle algo tan obvio como: “Tú eres tú y yo soy yo”, ayuda a diferenciarte. Quizás hayas tomado de uno de ellos algunas de las formas especiales de relacionarte, pero también has incorporado conductas de otras personas a lo largo de tu desarrollo.
  1. Algunos pequeños cambios en tu comportamiento pueden hacer una gran diferencia. Parte de la observación de tus acciones y actitudes. Darte cuenta de cuando estás actuando como papá o mamá te da la oportunidad de hacer un cambio. Si no te das cuenta de esto, sigues actuando de manera automática.

En el proceso de convertirnos en individuos auténticos e independientes, libramos una lucha constante a lo largo de nuestra vidas. Como adultos nos corresponde ahora modificar las actitudes que tanto criticamos en nuestros padres por años y que ahora hemos adoptado, sobre todo en el trato con la pareja y la educación de los hijos.

De las conductas imitadas de tus padres, modifica las que son dañinas y poco agradables o desfavorables. Conserva las benéficas o saludables. Seguramente también hay muchas de este último tipo.

Comenta, pregunta, sugiere, discute, argumenta, comparte, cuestiona, explica,  consulta, interroga, objeta, replica. Sígueme en . Sígueme en . Lee mi libro .

Google News

Noticias según tus intereses