En el emocionante episodio de hoy: ¡Plaqueta va al estadio y milagrosamente se la pasa chingón!
 
 
Cumplo varios estereotipos de buga genérica, por los que en cualquier momento me quitan mi licencia de feminazi:
 
-Tengo más zapatos de los que necesito.
 
-En mi baño hay 18 productos para el pelo, de los cuales 17 son míos. Los acabo de contar. Sí, los uso todos. (El número 18 es un champú “dos en uno” de mi novio, que como buen buga genérico no tiene idea de qué es un sulfato ni un silicón ni un fenoxietanol ni le importa y nunca lo sabrá y su cabellera seguirá en perfectas condiciones hasta el fin de sus días).
 
-Cuando veo un insecto grito “¡Ayayayayay!”” y muevo ya-saben-cómo los bracitos.
 
-Leo las etiquetas nutricionales de todos los productos que compro en el súper... y sé qué quiere decir cada cosa.
 
-Y, por último, la que viene al caso con este post: no me gustan los deportes, no comprendo los deportes, no hablo deportes. 
 
En la adolescencia y adultez temprana, cuando creía que la mirada masculina era crucial en mi valoración como humana, me daba tristeza estar imposiblemente más lejos del cliché de la pambolerita sexy (el cual, por supuesto, no tiene nada de malo, simplemente no todas podemos ser así). “Para compensar”, me presté a situaciones terribles para quedar bien con mis novios o los güeyes que me gustaban, como afirmar que le iba al Necaxa (?), insolarme en un partido de Pumas para el que no me puse bloqueador solar, ir al Ángel cuando los Steelers ganaron un Super Bowl, beber coca light de un vaso de plástico del Barça con sabor a refrigerador o poner cara de que sí estaba entendiendo las reglas de un deporte (el que sea) cuando en realidad estaba pensando en los tlacoyos que me iba a comer en cuanto terminara el #sportsplaining.
 
Hoy, en cambio, sé que puedo sobrevivir sin saber por qué hay unos como penales pero con gente frente a la portería, desconocer la diferencia entre un pase de banda y un fuera de lugar y lo que hacen los porteros cuando les gritan “puto”, no entender qué es la concachampions y la champions y la liguilla y la liguita y la liga normal y la copa confederaciones y por qué hay futboles todo el tiempo en las teles de todos los restaurantes de todas las colonias de todos los estados de todo México y quizá del mundo.
 
Ya de grande, juré que nunca más iría a un estadio a menos de que se prometiera sombrita, tacos y pizzas y pizzas de taco, una cantidad infinita de cervezas, baños limpios, un chocolate y una sorpresa. Sin embargo, esto cambió la semana pasada porque encontré un nuevo motivo para ir a los futboles: la recién creada Liga MX Femenil (¡tienen !).
 
¿El futbol de pronto se volvió comprensible, entretenido y emocionante para mí nada más porque son mujeres? Por supuesto que no. Sigo sin entender un carajo y todavía pienso que el soccer es casi tan aburrido como lo mostraban en Supercampeones. Sin embargo, desde que en que las morras tienen que jugar (aunque , pero es así de “Ay ajá, cabrones”), pensé que habría que hacer algo. Y ese algo pronto se convirtió en convocatoria facebookera para ir al estadio, ya fuera por el gusto de ver el partido, como una postura política, por las gomichelas o por todas las anteriores.

 
 

Nótese cómo esta deliciosa bebida refrescante combina con mi pelo.
 
Descubrí muchas cosas:
 
-Ir al estadio es como estar en un bar, porque hay chelas y están tus amigues, nada más que en lugar de teles hay unas personas que a lo lejos están jugando. No hay música, entonces no se corre el riesgo de que algún forever ponga a Héroes del Silencio en la rockola.
 
-Si te concentras demasiado en chupar el chilito (AHAHAHAHHAHHHA KOMO KE CHUPAR EL CHILITO AHAHHAHHAHHA KE PAsÓ PLAKETA AHAHAHA ALBUR AJJAJJAJAHHA) de tu gomichela sin embarrarte toda la cara, te pierdes de las emocionantes jugadas que ocurren en la cancha y luego no hay repetición y es como cuando estás en el cine y vas a hacer pipí a media función y regresas y ya pasaron mil cosas y no vuelves a entender nada como si fuera película de David Lynch.
 
-El Estadio Azul está bien bonito, la ubicación es inmejorable y hay una botarga de conejo toda percudida y adorable. para hacer OTRO CENTRO COMERCIAL.
 
-Cuando no estaba tomándome selfis ni comiendo papitas, volteaba a ver el juego. Así me percaté de que las morras del América juegan cabrón. PERO CABRÓN. Aquí . Le pregunté a mis amigues si le podía ir al América femenil y me respondieron al unísono que no. ¿Y ahora?
 
Me la pasé legítimamente chingón. Ya quiero ir a todos los partidos que estén a mi alcance y quizá encontrar un equipo al cual irle. Invito a todes a hacer lo mismo. ¿Pero ahora qué hacemos para decirle a la Femexfut que no se ponga pendeja, que les pague chido a las jugadoras y que no las discrimine? ¿Llamamos a #conapreeeeeeed? ¿Llevamos unas pancartas como si fuera marcha en Reforma? ¿Le escribimos a nuestros diputados locales? AIURA. El primer paso, supongo, es demostrar nuestro interés y decirle a la Federación “Sí estamos dispuestos a consumir este producto que creaste, ahora no te la mames y haz las cosas bien”. 

Luego está la onda de que las televisoras se niegan a transmitir estos partidos, y yo no entiendo por qué, si no hay manera de que una pantalla verde no atraiga las miradas del público. Podría ser un partido entre Samoa del Este y Guam, y la gente igual se emocionaría y le gritaría a la tele. Apuesto una torta de tamal a que si ponen gatitos corriendo por el pasto también sería un éxito de rating y que venderían muchísimo Gatorade . ¿Alguien les puede pasar mi importante recado? Gracias, estoy segura de que con él se convencerán y de que la próxima semana ya tendremos a las chavas en nuestros canales favoritos.
 
Próximamente nuestro pliego petitorio incluirá que se fabriquen figuritas de plástico de jugadoras para ponerlas en los pasteles futboleros del Sanborns y de Pastelería La Ideal. 
 

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